Lo que él dijo dejó congelados a todos en la habitación.
Sus amigos se miraron entre sí, con la sorpresa y la impotencia pintadas en la cara.
—¿Estás loco, Héctor? —saltó uno—. ¿También vas a aceptar eso?
Héctor ignoró los reproches. Siguió clavado en la espalda de Cira.
—Ciri, acepté. Estoy dispuesto a esperar a que te cases con Nicolás… —hizo una pausa; las palabras parecieron escapársele a tirones— y a que te divorcies. Si con eso vuelves, voy a esperarte el tiempo que sea.
“¿Y toda esa ‘devoción’ dónde había estado antes?”, pensó Cira, con asco. No dudó: salió del cuarto.
Si quería esperar, que esperara. Aun divorciado, ella no iba a dar marcha atrás.
***
Un año después, en la cena de celebración de la empresa, Nicolás le pidió matrimonio a Cira delante de todos. Vestía traje, se arrodilló en un solo gesto y alzó un anillo. El diamante en forma de corazón —diseñado por él y mandado a tallar— destelló bajo las luces.
—Ciri, te amo. ¿Quieres casarte conmigo?
Él fue el primero en emoc