Desde la tarde, el celular de Cira no dejó de recibir llamadas de números desconocidos. La pantalla también se llenó de mensajes de insultos. Con eso todavía había aguantado; lo que la golpeó fue que el estudio también se vio salpicado. Muchos usuarios, desbordados de enojo, se volcaron a comentar en la cuenta del estudio:
“¡Despidan a la amante! ¡Despidan a la amante!”
“Si contratan a una tercera, ese estudio no debe ser nada bueno. ¡Ojalá quiebre!”
“¡Que Cira-la-amante le pida perdón públicamente a la señora Vega!”
Al leerlos, a Cira se le humedecieron los ojos. Nicolás Castillo le apagó el celular.
—Ciri, ya no veas eso. Ya pedí ayuda para manejarlo. Descansa unos días, no te preocupes.
Sofía Benítez la abrazó con suavidad.
—Tú no hiciste nada malo. No tengas miedo. Vamos a estar contigo y a ayudarte a aclarar todo.
Cira sabía cuánto había invertido Sofía en el estudio. No iba a permitir que lo destruyeran así. Se secó las lágrimas, respiró hondo y se puso a ordenar, con fechas y he