En su vigésimo primer cumpleaños, Elena descubre que no es una joven común: la sangre de un antiguo aquelarre corre por sus venas. Cuando su poder despierta, también lo hace un mundo oculto de sombras, profecías y magia ancestral. Junto a Lucía, su hermana del alma y portadora de un don que nadie esperaba, Elena deberá desenterrar secretos que fueron enterrados junto a sus verdaderas madres… y enfrentar a un traidor que casi destruyó todo. Pero el destino no solo la une con su linaje. También la enfrenta al deseo: Amadeo, un ángel caído que guarda más de una herida, y Darek, un hombre marcado por la oscuridad… e hijo de su mayor enemigo. Mientras el pasado arde y el presente se desgarra, Elena deberá elegir entre el deber, la pasión… y la verdad que puede consumirlos a todos.
Leer másEl ritual fue sencillo.No hubo ceremonia lujosa, ni discursos interminables. Solo un círculo de piedras bajo los árboles, flores silvestres recogidas por Lucía, y una antorcha encendida por las manos de Amadeo.Ailén descansaba envuelta en telas blancas, sobre una losa de piedra. A su alrededor, símbolos antiguos trazados con polvo de Saelith y raíces. El fuego no la consumía; la elevaba.—El fuego no se apaga —dijo Elena, con la voz serena pero firme—. Cambia de forma. Arde en nosotros ahora.Elena sostenía una carta, escrita con tinta roja y bordes de magia. La había encontrado en el fondo del relicario de Ailén, protegida por un sello que solo se rompía con su tacto. No la había leído aún. Quiso hacerlo allí, frente a todos.La abrió.Y leyó.**“Si estás leyendo esto, es porque lo que vi en mis visiones se cumplió. No llores, Elena. No te culpes. No me salvé del destino, pero sí de la cobardía. Morí como viví: protegiendo lo que amo.Vi ese momento mucho antes de que llegara. La
El Paso Sombrío era un lugar en ruinas.Las piedras estaban cubiertas de musgo seco, ennegrecidas por siglos de magia sin nombre. El aire olía a metal oxidado y a humo, como si el tiempo mismo se hubiese quemado allí.Elena sintió la vibración apenas cruzaron el umbral: un tirón visceral, como si el plano reconociera su presencia.—Está cerca —dijo, con la daga temblando en su cinto.Sareth, entrecerrando los ojos—. Hay algo despierto. Algo viejo.Kael frunció el ceño.—Lo siento también. Es magia residual… mutada.Amadeo se adelantó con la espada desenvainada, la luz que lo rodeaba parpadeando en respuesta a la distorsión del lugar.—Esto está contaminado.Entonces lo vieron.En el centro de un antiguo círculo de invocación, hundido en el suelo de piedra, se encontraba un relicario. Negro. Irregular. Palpitante. Como un corazón petrificado.Y lo que lo rodeaba no tenía nombre.Criaturas deformes, fundidas con fragmentos del plano, como si hubiesen sido humanos una vez y luego corromp
La noche había caído como un sudario sobre el bosque. No había estrellas. Solo un cielo inmóvil, mudo. Como si incluso el firmamento temiera respirar.Elena no dormía.Sentada frente al círculo de protección donde Eidan descansaba, con Lucía a su lado canalizando una red de runas menores, sentía que algo se removía aún en la distancia. No era magia. Era otra cosa. Un presentimiento, un vacío demasiado familiar.A sus espaldas, el fuego crepitaba. Ailén se acercó sin hacer ruido, envuelta en su capa gris, como una sombra amable.—Estás agotada —dijo, sin rodeos.—Estoy bien —mintió Elena, sin convicción.Ailén no respondió enseguida. Se sentó frente a ella, y por un momento, ambas solo compartieron el silencio.—Ya no la siento —murmuró Elena, sin levantar la voz—. A Nyara. Antes era como un picor constante. Como un susurro en la nuca. Pero desde que Kael y Darek cerraron ese plano… se desvaneció.—Tal vez se debilitó —aventuró Ailén.—Tal vez está cambiando de forma —dijo Elena, con l
El portal se cerró tras ellos con un chasquido seco, como si el plano mismo sellara una herida que había sangrado demasiado. La luz del Saelith desapareció, y el suelo bajo sus pies volvió a sentirse sólido.Sareth cayó de rodillas, aún abrazando a Eidan. Kael se inclinó junto a ella, con el corazón latiéndole a un ritmo imposible. Pero antes de que pudieran hablar, una onda de magia los rodeó.—¡¡EIDAN!! —la voz de Elena estalló como una orden.A pocos metros, ella corría hacia ellos con los ojos desbordados de terror. Su pelo estaba revuelto, su ropa rasgada por la energía que había liberado buscando al niño. Darek iba detrás de ella, con sombras reptando bajo su piel, vivas, salvajes, sin control. Lucía y Amadeo cerraban el círculo, cubriéndolos con hechizos de contención. Todos estaban en pie de guerra.—¡Elena! —gritó Kael, pero no fue necesario.Ella ya había llegado.Se arrojó al suelo, con los brazos abiertos, y Sareth le entregó al niño sin decir palabra. Eidan lloraba bajito
El plano estaba en ruinas.No era un espacio físico ni tampoco una ilusión completa. Era un entretejido de lo que alguna vez había sido real, un fragmento muerto del mundo antes del Velo. Piedras flotaban en el vacío, conectadas por hebras de magia quebrada. Todo estaba envuelto en una luz oscura, como si el propio tiempo se hubiese desangrado.Kael aterrizó primero, con los músculos tensos y la espada a la espalda. Sareth llegó un segundo después, pero algo en su rostro ya estaba distinto. Más tenso. Más… contenido.—Este sitio quedó irreconocible, ¿como pudo llegar Nyara aquí?—dijo, con la voz apenas audible.—No lo sé. Se supone que solo podría encontrarse con la magia del velo. No entiendo que paso. Kael giró sobre sus talones. Estaban solos, pero no del todo. El aire olía a polvo antiguo y a magia retenida. A sombra viva.—Nyara pertenece a un linaje del velo, antes de volverse quien es ahora, era una bruja extraordinaria. Quizás algo de la magia del velo aún sigue en ella. Sar
Lucía y Amadeo se detuvieron frente a un arco de piedra.Él la miró como si cada centímetro de su rostro fuera nuevo.—¿Sabés? A veces pienso que el mundo se está cayendo a pedazos solo para obligarnos a elegir.¿Quieres vivir o solo sobrevivir?Lucía levantó una ceja.—¿Y tú qué elegis?—A ti, siempre a ti.Y si puedo, un hogar. Uno real.Un lugar donde no tenga que empuñar una espada cada vez que alguien toca la puerta.Lucía tragó saliva. Quiso decir algo, pero el nudo en la garganta no la dejó. En lugar de eso, se acercó, lo besó como si fuera la primera y la última vez, y lo llevó con ella al interior del cuarto.Esa noche no hubo guerra.No hubo estrategias.Solo dos personas que habían desafiado la muerte lo suficiente como para permitirse un poco de vida.Elena, en cambio, no podía dormir.Eidan se movía inquieto.Su magia chispeaba bajo la piel, como si detectara algo que aún no llegaba.Darek estaba despierto también, acostado a su lado. La miraba en silencio.—¿Creés que no
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