Tau García es una Omega dispuesta a todo con tal de lograr su objetivo de ingresar a los Servicios de Seguridad del Estado (SSE), luego de haber pasado por el Ejército. Se deberá enfrentar a diversos obstáculos y tratará de ignorar tanto su naturaleza, como al Alfa que aparece en su vida, para lograr su sueño.
Leer másElla sabía que apenas pasara esas puertas todas las miradas caerían sobre su persona. No la intimidaba esa situación, jamás lo hizo. Nunca se sintió menos que el resto aún cuando su naturaleza de Omega la debería someter a un carácter más tranquilo. Al ingresar al internado militar, a expreso pedido de ella, la vida fue algo más que dura. Los instructores no dudaban en tratar de humillar y doblegar su espíritu, algo imposible bajo el carácter que poseía. No era solo con ella, con cada Omega que se alistaba en el internado se lo sometía a un entrenamiento duro e inflexible, debían demostrar que su naturaleza no los doblegaba bajo nada. Tanto ella, como todos sus compañeros, sufrieron interminables días de ejercicios físicos que trataban de quebrar la voluntad del más fuerte. Jamás se rindieron y pudieron culminar sus estudios uniéndose a las filas del ejército del país.
Ahora estaba dispuesta a dar el siguiente paso. Una vez que cumplió cinco años de servicio militar pidió unirse a las filas de uno de los Servicios de Seguridad más importantes del estado. Era un paso casi impensado para una simple Omega, ya que al SSE solo se unían Alfas. Las exigencias y el duro entrenamiento estaban pensando para aquellos cuerpos que, naturalmente, eran más fuertes que ninguno. Ella accedió gracias a una carta escrita y firmada por el mismísimo Coronel del Ejército, exigiendo la incorporación de la Omega y tachando de inútil a aquel que dude de las capacidades de la mujer. A Borvachov, Comandante del SSE, no le quedaban más opciones que aceptarla. Conocía al Coronel en persona y sabía que jamás se dejaría guiar por sentimentalismos ni preferencias. Solo los fundamentos firmes en sus decisiones lo llevaban a actuar, sino desestimaba el asunto.
Karan era un país que hace años vivía pasando de un régimen dictatorial a otro. Nadie le prestaba demasiada atención a ese pequeño país muy al sur del planeta. A nadie le importaba la desigualdad social ni la miseria en la que vivían sus pobladores. Jamás ningún político se paró más de diez minutos y dedicó unos pensamientos hacia aquellas personas que soportaban, desde décadas, a los miserables seres que los gobernaban. No eran importantes. No, no lo eran hasta que se descubrió una de las cuencas más grandes de agua dulce disponible debajo de esa empobrecida nación. El agua escaseaba en el planeta, y contar con reservas de tan importante líquido se había convertido en una de los objetivos principales de aquellos países más importantes. Tener control sobre las reservas de agua aseguraban dinero para las arcas estatales y sumisión por parte de otros estados que debían recurrir a ellos para obtener un poco de la misma.
Lo irónico del descubrimiento de tal tamaño era que el dictador de turno, Maliv Acar, no tenía idea de lo que había debajo de sus pies. Por lo tanto fue un completo ingenuo cuando varios diplomáticos de distintos países importantes se acercaron a él con la excusa de brindar apoyo a su régimen y ayudarlo a mantener al pueblo contento. El orgulloso hombre pensaba que su poder era uno de los mayores del planeta, por ello jamás sospechó que aquellos diplomáticos estaban al tanto de los depósitos del dulce líquido y solo querían tantear la situación del país, la cual era más que precaria.
Apenas ingresó su olor la delataría. Todos esos Alfas eran capaz de reconocer al instante a un Omega sin demasiado problema, como ella era completamente capaz de reconocer a un Alfa a más de 100 metros. Por ello el fuerte olor proveniente de aquel salón donde les darían la bienvenida y primeras indicaciones, le recordaron que debía comenzar a acostumbrarse al ambiente. Inhaló profundamente y abrió las puertas, ingresando a paso firme, sin bajar la mirada.
No solo el grupo era exclusivo para Alfas, sino que las mujeres que se unían al servicio eran escasas, casi nulas. Ella sabía que el programa estaba pensando para hombres fuertes y de carácter orgulloso y que, como mujer y Omega, no recibiría ningún trato especial, algo que agradeció porque no esperaba menos.
Su pequeño y curvilíneo cuerpo fue observado por los 30 pares de ojos presentes en el lugar. Su lado animal era un puma, una pequeña felina de andar delicado y finas extremidades no parecían ser material para un exigente servicio que cuidaba la seguridad nacional, pero ella demostraría lo contrario. Detrás de su aspecto suave, su inquebrantable espíritu y el marcado ego que poseía no la dejarían quebrarse. Los Alfas eran orgullosos, sí, pero ella lo era mucho más y le demostraría eso a cada uno de los que la miraban con incredulidad o como si su presencia se tratara de una broma.
Sin detener sus pies caminó hasta el espacio que había sido designado para ella. Ahora se encontraba de pie, completamente recta y con las manos atrás de su espalda, al lado de una mujer que le sacaba, por lo menos, una cabeza y media de altura y era el doble de su cuerpo. A su izquierda una mujer unos centímetros más alta que ella, de pelo corto y gris, la miraba sin ninguna expresión especial en su rostro. Ella le devolvió una rápida mirada antes de que un olor particular llamara su atención.
En el aire podía sentir el delicioso tabaco mezclándose con chocolate. No pudo evitar inhalar un poco más, dejando que ese perfume llenará sus fosas nasales. Trató de no distraerse demasiado, conteniendo a la naturaleza curiosa de su felina interior que se removía exigiendo encontrar la fuente de aquel delicioso olor.
La voz de Borvachov la quitó de ese ensueño en el que se encontraba. El corpulento hombre, un Alfa de oso, estaba parado en el centro de una tarima. Ayudado de un micrófono dió la bienvenida a los nuevos reclutas, recordando el espíritu del servicio y exigiendo excelencia en los nuevos reclutas. Detrás del hombre habían tres sujetos igual de intimidantes que el Comandante. Todos los hombres se encontraban de pie con la mirada fija en el frente. No observaban a los reclutas, ya lo harían cuando fueran presentados uno a uno.
De a poco los reclutas fueron llamados por su apellido a la plataforma de madera. Con un corto apretón de manos por parte del Comandante a modo de saludo, los nuevos integrantes recibían el bolso con la ropa que estaban obligados a utilizar y un papel con la sección a la que debían presentarse luego del almuerzo.
-García Tau - se escuchó una voz llamándola por los parlantes y ella dejó su lugar para caminar firme hacia la tarima.
Pudo observar las sonrisas burlescas de sus nuevos compañeros, aunque algunos la miraban con desprecio, otros lo hacían con algo de curiosidad. Eso no la distrajo hasta que el olor a tabaco y chocolate casi la hace detenerse en el primer escalón que la guiaría a lo alto de la plataforma donde Borvachov la esperaba. Rápidamente se concentró en seguir caminando, sabiendo que sobre esa tarima se encontraba el hombre dueño de aquel perfume que estaba alterando a su animal interior a niveles que nunca antes había sentido.
-Bienvenida - dijo el Comandante.
-Gracias señor - respondió ella devolviendo el apretón de manos, y al girarse para saludar al hombre al lado del Comandante su corazón latió con tanta fuerza que parecía querer salir de su pecho.
Allí estaba el dueño del exquisito olor, mirándola fijo a los ojos. Él parecía igual de perturbado que ella, aunque se esforzaba en que no se notara. Se acercó a paso firme al hombre aunque su estómago poseía un fuerte nudo y su respiración parecía no querer calmarse. Extendió su mano hacia el sujeto que tardó unos segundos en reaccionar. Cuando las pieles de ambos se tocaron la electricidad que recorrió sus cuerpos fue inexplicable. No parecían querer apartarse, pero la mirada de todos sobre ellos no los podría dejar seguir con el pequeño contacto para descubrir qué rayos sucedía. Rápidamente Tau quitó su mano y continuó saludando al resto. Él no pudo evitar gruñir cada vez que alguien volvía a sujetar la pequeña mano de la mujer que olía a jazmines.
<<¿Qué demonios?>> pensó ella mientras dejaba atrás la tarima con el hombre que olía tan bien.
El vuelo privado arribó en el pequeño aeropuerto del ejército. Tau sentía que su corazón estaba por salir de su pecho y sus manos no dejaban de transpirar. Se había arreglado lo mejor que podía. Llevaba un jean claro, una remera negra con una campera de cuero color marrón claro. Sus bolcegos negros le daban la comodidad necesaria para salir corriendo, cosa que haría en cuanto lo viera. Había recogido su rubio cabello en una cola alta y se dedicó un buen rato a rizar las puntas del cabello. Quería que él la viera hermosa.La puerta del pequeño avión se abrió y la escalera bajó. De a poco varias personas fueron bajando. A Tau no le interesaba ninguno de ellos, solo lo quería ver a él. Por fin dos personas bajaron ayudando a su bello hombre a descender del aparato. Un tercer asi
La noche había pasado y la mañana estaba bien entrada. De a poco fueron regresando los heridos a la base. Anwar seguía sin aparecer y la ciudad era un completo caos. La misión de ellos había terminado, pero no entendían a qué habían ido si finalmente el caos y la anarquía parecían reinar en las calles. Todo eso complicaba encontrar al castaño, parecía que nadie estaba al mando y las personas decidían qué hacer sin consultar.Un grupo de soldados se dedicó a traer el cuerpo del dictador a la base, como evidencia de que habían cumplido su misión. Ahora restaba deshacerse del cadáver y que el país vuelva a tener un nuevo gobierno o gobernante, poco le importaba eso a ellos.El General del ejército, junto con el Coronel y el Co
Tau comenzó a temblar. Intentó concentrarse, tal vez estaba débil y por eso se había debilitado el contacto entre ellos, pero no, simplemente había desaparecido luego de la segunda detonación.- Tau - Saira se acercó a ella al verla tan perturbada. La rubia levantó la mirada cristalizada en dirección a su amiga -. ¿Qué sucede? - preguntó.- Anwar - logró decir en un susurro casi inaudible. Mark rápidamente se incorporó y observó a su compañera.- ¿Qué pasa con Anwar? - preguntó temiendo lo peor.- No… no lo puedo sentir… él… él dijo que n
El festejo por el cumpleaños del dictador había durado hasta bien entrada la madrugada. Las calles se habían visto repletas de personas que bebían y bailaban, olvidándose por unos instantes de la realidad que los asfixiaba en aquel país.Llegada la noche el equipo de Mark comenzó a prepararse para la acción. Sus ropas eran completamente oscuras y sus rostros estaban pintados con una espesa capa de pintura de igual color que sus prendas. Unos livianos gorros de tela se ajustaba en sus cabezas, debajo de los cascos. Tau estaba terminando de ajustar sus botines cuando Parker se sentó a su lado. Él era el único que no pertenecía al grupo de asalto, sino que era francotirador.- ¿Ya te vas? - le preguntó la rubia girando un poco su cara para verlo a
Luego de tres días de caminar por los montes desérticos pudieron llegar a la frontera de la ciudad. La misma se podía ver por completo desde lo alto del cerro donde estaban descansando Tau y sus compañeros. Debían esperar a que la noche cayera para aprovecharse de la oscuridad y escurrirse entre las pequeñas calles hasta sus destinos. Se notaba en ese momento de la tarde un gran movimiento de autos y personas en la ciudad, parecía que habían llegado muchos turistas y eso los beneficiaba.Ya bien entrada la noche dos personas llegaron al lugar donde los integrantes del SSE se encontraban sentados. Habían montado un improvisado campamento, oculto a los ojos de todos, cubiertos por unos cuantos árboles que los protegían del sol. En cuanto vieron a esas dos personas, cubiertas completamente por prendas negras que solo les dejaban desc
Finalmente el día había llegado, en el aire se respiraba la mezcla de adrenalina y miedo. Si bien todos ellos eran personas preparadas para enfrentar lo que se avecinaba siempre algo de terror por no volver a casa, a los brazos de sus seres queridos, a disfrutar de la calidez del hogar, se filtraba entre sus sentimientos. Nada de eso los detenía, vivían para hacer lo que estaban a punto de realizar, lo necesitaban para vivir tanto como respirar. El trabajo no era para todos, pero los que llevaban años haciéndolo sentían que era imposible dejarlo.El avión que los transportaría a un país limítrofe de Karan, de allí transpasarían a pie la frontera y luego, ya cerca de la ciudad, aprovecharían el elevado tránsito de personas que le proveería la festividad en honor al dictador. Tenían como pla
Último capítulo