Huir del destino marcado nunca es fácil, pero cuando posees una voluntad de hierro, cualquier cosa es posible. Ahora una única pregunta quedaba por responder. ¿Cuánto tardaría él en encontrarla?
Leer másACLARACIÓN
Esta historia no pretende seguir ninguno de los cánones que ya se conocen sobre los licántropos para discernir entre clases sociales. Tampoco está basado en un universo omegaverse, por lo tanto, si hay alguien interesado en esa temática, quiero que sepa que no va a encontrarlo en esta novela.
Sin embargo, aparecerán palabras como alfa, beta y omega con el siguiente significado:
- Alfa: primero al mando, líder, se encarga de la manada. La manada lo elige (este punto se desarrolla a lo largo de la historia). No se nace alfa, cualquiera con las aptitudes adecuadas puede convertirse en alfa.
- Beta: segundo al mando, consejero. Tiene poder de decidir sobre la manada en nombre del alfa. También es elegido por la manada. No se nace beta, cualquiera con las aptitudes adecuadas puede convertirse en beta.
- Omega: tercer al mando, consejero. También tiene el poder de decidir en nombre del alfa. La manada lo elige. No tiene nada que ver con ser sumiso ni con feromonas descontroladas. No se nace omega, cualquiera con las aptitudes adecuadas puede convertirse en omega.
Las tres figuras son necesarias e imprescindibles parar guiar la manada y decidir sobre su bienestar.
Como ya he dicho, no pretendo clasificar con esos nombres por clases sociales, todos los licántropos nacen con las mismas posibilidades y aptitudes.
Espero que esta información os sea útil.
******
La carta
El timbre del teléfono móvil sonaba en la distancia del despacho haciendo que rebotase en las paredes creando así un eco robótico, histérico y sordo. Sin embargo, el fuerte lobo estaba tan harto de su jornada que decide ignorarlo. En realidad, no estaba de humor para hablar con nadie en esos momentos. Y como si fuese un acto reflejo, toca su sien un instante masajeando su frente a la vez que profiere un largo y cansado suspiro.
—¿No va a acabarse nunca este día o qué…? —se queja entre la penumbra del pequeño y abarrotado despacho.
Lo único que le apetecía era regresar a casa cuanto antes, tomar una cena ligera y dormir hasta que el cuerpo no aguantase más. No obstante, las numerosas peticiones, reclamaciones y en especial, las cartas, no se leían solas. Así que hasta que no terminase con su tediosa labor, su ferviente deseo debía ser postergado.
El licántropo fija su mirada de acero en el montón de papeles acumulados en la mesa en los últimos días con gesto contrariado.
—Estoy seguro de que se multiplican solas… —vuelve a quejarse molesto.
Pero pragmático como era, decide organizar las cartas por urgentes y no urgentes aún su fatiga. Así, si al final no tenía tiempo de terminar al atardecer, se sentiría un poco menos culpable.
Sin embargo, cuando apenas llevaba unos minutos ordenándolas, una carta en concreto le llama mucho la atención y sus instintos se ponen en alerta máxima.
El papel con el que venía envuelta era de color ocre mientras un sello de cera, rojo como la mismísima sangre, estaba estampado en su parte frontal de forma elegante y estratégica. Ese, era el inconfundible sello de los Nocturnos el cual, por desgracia, conocía demasiado bien.
Así pues, se olvida por un instante de todas sus demás tareas y se dispone a descubrir de qué se trataba tal extraño envío. El lobo gira la carta con angustia, y sin poder contenerlo, su sangre se hiela al leer el motivo por el cual ahora ésta reposaba entre sus manos.
Su cubierta, escrita en una brillante tinta azul oscuro, decía así;
PETICIÓN DE TRASLADO DE MANADA.
URGENTE.
—¿Traslado? —pregunta a la nada confundido y airado.
¿Alguien de los suyos quería transferirse a otra manada? ¡Imposible!
El alfa regente mira la dirección aprisa y es entonces cuando todo empieza a cobrar sentido. La petición provenía nada más, ni nada menos, que de la manada de Montigraus.
Con habilidad, el lobo desgarra la parte superior de la carta con una de sus afiladas uñas sabiendo con lo que iba a encontrarse en su interior.
“Queridos hermanos licántropos,
Adjuntamos la petición de la loba Alice Evans para realizar el traslado definitivo de la manada Fergus a la de Montigraus.
Como sabrán, el año pasado se incorporó como miembro provisional por asuntos laborales y ahora ha expresado el deseo de residir con nosotros de forma permanente.
Por ese motivo, precisamos de la documentación que se menciona en la página consiguiente que deseamos puedan proporcionarnos cuanto antes posible y que este trámite no se prolongue en exceso.
Esperamos una pronta respuesta.
Atentamente,
Donovan Santiago, alfa de la manada Montigraus.”
Sin perder el tiempo, Keane alcanza en un ágil movimiento su móvil, el mismo que había decido ignorar hacía tan sólo unos minutos atrás, y marca un número que se sabía de memoria.
—¿Diga? —responde la voz que esperaba oír desde la otra línea.
—¿Qué haces mañana? —pregunta el alfa sin tan siquiera saludar.
—¿Me estas pidiendo una cita? —inquiere su interlocutora de forma burlona.
—Qué más quisieras... —profiere Keane bufando—. Acabo de recibir una notificación para un cambio de manada... —explica sin irse por las ramas.
—¿¡Cómo!? —exclama la otra voz claramente sorprendida—. ¿De dónde? —inquiere sin poder creer sus palabras.
—De Montigraus… —se limita a decir el alfa con la voz más sosegada que puede.
Un pequeño y frío silencio sigue sus palabras hasta que su confidente decide responder.
—Alice… —murmulla la femenina voz cambiando su tono.
—Así es... —afirma el alfa confirmando sus sospechas.
—No sé qué podemos hacer si ya ha decido trasladarse… —comenta su tercera al mando en sintonía con sus pensamientos.
Otro suspiro escapa de sus labios.
—¿Todavía sigues pensando que tu instinto dice la verdad? —le pregunta sin rodeos.
No había olvidado sus palabras acerca la súbita partida de Alice el año pasado.
—Sí —admite secamente la otra—. Simplemente hay algo que no cuadra... ¿Qué más podría ser sino? —inquiere con calma.
—Temo que tengas razón... —expresa Keane al fin—. Fui un necio al aceptar que se marchara de ese modo sin profundizar en su verdadero motivo y pensar que no habría consecuencias... —se lamenta el alfa molesto consigo mismo.
Era un asunto al que le había estado dando numerosas vueltas, y cada vez más, veía con más claridad cual era la verdadera razón por la que la loba huyó de ese modo tan repentino de Fergus.
—Nada podía prepararnos para esto... —intenta calmarle su tercera al mando—. Aunque es difícil de confirmar sin verlo... —sigue con cautela.
—Cierto, pero tengo una idea. No estaré tranquilo hasta comprobarlo por mí mismo... —le informa.
—¿Cómo pretendes hacerlo? —cuestiona su interlocutora con curiosidad.
—Ya sabrás los detalles más adelante... pero antes de nada... ¿Puedes avisarle? —inquiere con voz suave—. Necesito que quien tú ya sabes esté presente...
—Está bien, le diré que debe acompañarte —acuerda la otra.
—Dile que le recogeré a primera hora... —comenta con autoridad.
—Bien, se lo comunico... —responde la voz.
—Gracias por tu ayuda… —se despide el alfa colgando con rapidez.
El fuerte lobo apoya su cabeza entre sus manos mientras observa el calendario lunar que decoraba su mesa y que le servía de recordatorio para los ciclos del nocturno y reinante astro.
Faltaban exactamente quince días para la siguiente luna llena, y el alfa de Fergus, no puede evitar reir sin ganas.
Así que Alice quería realizar el traslado antes de que llegase el nuevo periodo de enlazamiento...
"Loba astuta", piensa para sus adentros.
—Esta muchacha… —murmulla Keane sintiéndose agotado y restregando sus manos por su cansado rostro—. ¿En qué está pensando realmente…? —cuestiona de nuevo sin esperar respuesta alguna.
Si sus sospechas tornaban ser ciertas, él había cometido un grave y gran error dejando que partiera de la manada. Sin embargo, al mismo tiempo, eso iba a significar que Alice les había engañado a todos...
Y Keane Daniels, como alfa regente de la manada de Fergus, no iba a tolerar tal farsa ni tampoco iba a quedarse de brazos cruzados. Si al final resultaba ser todo cierto, Alice Evans iba a tener que pagar un precio muy pero que muy alto.
******
ALICE —¿Y bien? ¿Qué es ese regalo que tenemos que hacerte? —le pregunta Darian después de terminar la cena. Sus Amaras estaban realmente hambrientos después de la carrera que había acabado ganando la omega Trish. Tal como había prometido, les había triturado por completo llevándose al fin la cena de lujo en el hotel Bentrose, el mismo en el que trascurrió su castigo. Aunque tenía que reconocer que el alfa Keane se había quedado muy cerca de la victoria. —Yo también tengo mucha curiosidad… —comenta el beta el cual no estaba muy contento con su resultado. Sus compañeros ese año habían obtenido el tercer y el cuarto puesto en la carrera quedando Darian por delante. Aunque Blake juraba y perjuraba haberse perdido ligeramente en el trayecto achacando a ese hecho su mal resultado. No obstante, Alice sospechaba que en realidad quería que su cachorro ganase pero la omega y el alfa les habían sorprendido a los dos con su velocidad. Alice mira a cada u
(1 mes más tarde…)ALICELa loba mira a lado y lado de la calle y sonríe. Era gracioso lo poco que le importaban ahora las miradas curiosas del resto de la manada, tanto de los que lo entendían como de los que no. Algunos quizás pensaran que la suerte le sonreía a Alice Evans pero en realidad, ya había pagado de sobras su precio incluso antes de empezar.Decidida, estrecha fuerte sus manos en las de aquellos que les habían otorgado una nueva vida, tenía a sus queridos Amaras uno a cada lado, Darian a su izquierda y Blake a su derecha, y sigue caminando admirando el animado mercadillo de Navidad.—¿Tanto te gusta el mercadillo? —le pregunta Darian con calma.—Sí que me gusta —admite ella asintiendo— . ¿Por qué lo preguntas? —inquiere Alice mirando a esos ojos azules que poseía su compañero.—Porqu&
DARIANDespués de pasar toda la noche junto a su hermano para asegurarse de que no hacía ninguna tontería, el lobo vuelve a casa de Blake para pasar la mañana con sus Amaras. Necesitaba abrazarles con locura.Mira hacia el cielo siguiendo el sonido de los pájaros. El sol ya se levantaba por detrás de las montañas del majestuoso valle anunciando un nuevo día. Se sentía cansado y un poco aturdido pero su mente sólo pensaba en una única cosa.“Besar Amaras, tocar Amaras”, pide el lobo con impaciencia.“Enseguida”, responde Darian.Tan siquiera tenía fuerzas para discutir con su lobo y sólo quería permanecer al lado de Alice y Blake.Pasa la llave por la cerradura y la hace girar con suavidad para seguidamente atravesar la puerta y cerrarla a sus espaldas. Una vez dentro, cierra los ojos un instante para impregnarse del acoge
BLAKEMyers y él empiezan a moverse de inmediato hacia el origen del ruido sin tan siquiera pensar.—Tienen agallas para ir detrás de Keane así… —murmura Trish alzando su cabeza hacia el cielo.—Pues sí. O se creen muy listos o han subestimado a nuestro alfa —acuerda—. Vamos, tenemos que ir deprisa —le insta el beta a la tercera de mando.Sabían que el tiempo que tardasen hasta llegar al alfa iba a ser crucial.—¡Blake! ¡Blake espera! —le llama de repente una voz proveniente de los árboles que se extendían a lo largo de la orilla del río.El beta, al oír su nombre, para en seco buscando esa figura escondida entre la oscuridad que pedía por él. Había reconocido esa voz de inmediato pues no era nadie más que la de su compañera Alice.—Amara… —susurra al ve
BLAKEEl beta, sentado en la cama con sus codos reposando en sus rodillas y sin nada que cubriera su cuerpo, observa los primeros rayos del sol elevarse a través de las rocosas montañas del valle de Mistis. La noche anterior había nevado en abundancia y todo aquello que alcanzaba su vista estaba cubierto bajo un manto blanco empolvando graciosamente el pueblo de Fergus.“Tomar una decisión”, le insta su lobo en su mente.El beta suspira con pesadez y mira hacia sus manos.“No diremos nada”, contesta Blake a su otra mitad al final.“¿Estar seguro?”, insiste.“Sí amigo, será lo mejor”, concluye decidido.Después de meditarlo en profundidad, había llegado a la conclusión que la mejor forma de proteger a sus Amaras de lo que pudiera suceder, era justamente dejándoles en la más absoluta ignorancia. Así
ALICEJusto delante de la puerta número cincuenta y seis, y viendo como los primeros copos de nieve de la temporada empezaban a descender del suelo para inaugurar su reinado invernal, Alice llama al timbre una única vez esperando pacientemente a que alguien le abra.Unos pasos se acercan de inmediato y ella se aparta justo a tiempo para ver aparecer a Blake detrás de la puerta quien le mira en una divertida sonrisa y ladeando la cabeza.“¡Amara!”, le llama la loba con alegría al verle.Su compañero de vida estaba arrebatador en esos momentos.—Juraría que te di una llave… —le dice el beta apoyado en la puerta.—Me la he dejado… —admite Alice en voz baja.Había salido tan deprisa por la mañana que se le había olvidado encima de la mesita de noche. Añadiendo, por supuesto, a que nadie esperaba todos los acontecim
Último capítulo