Mundo ficciónIniciar sesiónEmily Campbell tiene solo diecinueve años, pero carga con el peso de una familia rota. su padre es alcohólico, sus hermanos dependen de ella y su vida se divide entre estudiar ingeniería y trabajar como camarera en un hotel de lujo el Manhattan. Nicolay Romanov es un Magnate ruso con un pasado oscuro y una mirada que no perdona. No cree en el amor. No después de haber perdido a la mujer que más amor en su vida. Él solo cree en el control. Cuando ve a Emily algo en ella lo impacta. Obsesionado por el parecido de emily con su difunta esposa, Nicolay decide que la quiere cerca, que la quiere en su vida. Y cuando las deudas de juego de su padre le ponen en sus manos, le hace una propuesta que no puede rechazar porque él no se lo permite. Si acepta tendrá todo lo que quiera, pero de no hacerlo perderá mucho más que su libertad... su familia. Entre lujos que pesan, promesas que asustan y una atracción que crece sin permiso, Emily deberá decidir si el amor puede nacer en medio del poder… o si es solo otra forma de prisión.
Leer másEl despertador suena como un golpe en la cabeza. Emily se cubre la cara con la manta. Solo cinco minutos más. Se quedó estudiando hasta tarde para el examen de hoy. Se levantó a las tres de la mañana, repasó fórmulas, tomó café frío y volvió a dormirse sin querer. Ahora el cuerpo le pesa como si llevara piedras encima.
Se levanta como puede y camina al baño. Está ocupado. Suspira. No es la primera vez.
Sale al pasillo y se detiene. Hay cristales rotos en el piso. Gotas de sangre. La camisa de su papá está tirada, rasgada. Otra pelea. Otra noche de borrachera. Otra vez lo mismo.
—¿Papá? —pregunta, acercándose de nuevo a la puerta del baño.
No hay respuesta. Solo el sonido del agua cayendo. La puerta está entreabierta. Empuja y lo ve: tirado en el suelo de la ducha, con una herida en la frente y otra en el costado. El agua le cae en la nuca. Está dormido. O quizás desmayado.
Emily suspira. Cierra la ducha, lo arrastra hasta la cama y le cura las heridas como puede. A sus diecinueve años, ella es quien sostiene la casa. Su papá solo trabaja, bebe y juega. Desde que su mamá murió, él se fue apagando. Ella no. Ella sigue.
—Lo siento, hija… no soy nada —murmura él, borracho.
Emily no responde. Solo lo cubre con una manta, deja agua en la mesa y sale. Tiene que ir al trabajo. Tiene que seguir. No hay tiempo para llorar. No hay tiempo para nada.
***
El hotel brilla como si no existieran las deudas. Emily llega a las cinco de la mañana, como siempre. Es camarera. Doce horas al día. Con ese sueldo mantiene a sus hermanos y paga sus estudios. No hay lujos. No hay descanso. Solo esfuerzo.
Mientras acomoda el carrito de limpieza, escucha el ascensor. Pausa la música. Siempre lo hace. Por precaución. Aprendió a leer los sonidos del hotel como si fueran señales de tráfico.
Nicolay Romanov entra al vestíbulo como si fuera dueño del lugar. Dos guardaespaldas lo acompañan. No habla. No sonríe. Pero todos lo notan. Los empleados se enderezan. Los botones se apresuran. El aire se vuelve pesado.
Y entonces la ve.
Una chica delgada, cabello castaño, concentrada en su trabajo. No lo mira. No lo nota. Pero él sí. Algo en ella hace que detenga su andar por un momento. La observa detenidamente y su belleza lo absorbe. Lo atrae. Simplemente: la quiere y él, Nicolay, toma lo que quiere aun sin pedir permiso.
—¿Quién es ella? —pregunta en ruso.
—Emily Campbell. Camarera. Vive en Queens. Estudia ingeniería. Tiene dos hermanos. El padre tiene problemas con el alcohol. —El guardaespaldas revisa una vez más su tablet—. Tiene una pequeña deuda en el casino, nada relevante.
Nicolay sonríe, apenas.
—Bien. Denle más crédito. Quiero ver hasta dónde llega.
—Sí, señor.
Ella coloca una flor en el jarrón de la suite presidencial. Un gesto simple. Pero él lo siente como un delicado detalle. Como una grieta que en comienza a notar en su armadura. No sabe por qué. Pero el parecido con la única mujer que ha amado en esta vida hace que su interés aumente.
—Tráiganla. Con cuidado. Sin presionarla.
El hombre asiente y se acerca a Emily. Ella está acomodando los productos de limpieza. La música no le deja escuchar. Está concentrada en dejar todo perfecto. Como siempre.
—Señorita —dice el hombre.
Ella no responde. Él le toca el brazo. Se sobresalta por no percatarse de la persona.
—¡Dios! ¿Qué pasa? —debe inclinar la cabeza hacia atrás para poder verle la cara.
—Mi jefe quiere verla. De inmediato.
Observa el hombre alto y fornido. Se ve atemorizante. Pero ella se siente mas confundida que impresionada.
—¿Necesita algo?
—La está solicitando.
Emily frunce el ceño. No entiende. ¿Por qué la solicita? ¿Habrá hecho algo mal?
Se quita los guantes, se limpia las manos. Llama a su supervisora y esta le da el permiso para continuar. Golpea la puerta de la suite tres veces. Una voz grave responde:
—Adelante.
Ella entra. Se queda quieta. El hombre frente a ella es alto, elegante… y muy atractivo. Tiene una mirada que no se puede esquivar. Como si leyera todos sus pensamientos sin preguntar nada.
—Buenos días. ¿Necesita algo, señor? —mantiene la vista baja.
—Mírame —dice él.
Ella levanta la cara. Lo mira. No sabe si está nerviosa o molesta. Pero lo hace.
—¿Tu nombre?
—Emily Campbell —el parecido abismal con su difunta esposa lo impresiona.
Un pequeño tic en la mandíbula lo delata. Pero Emily no lo descifra.
—¿Estás asignada a este piso?
—Sí, señor.
—Necesito una acompañante para esta noche. Pagaré bien.
Emily se queda en shock. Niega con la cabeza. ¿Una acompañante? ¿Por qué ella?
—Tengo un examen importante en la universidad. No puedo faltar.
—Uno de mis hombres la llevará. Presentará el examen y volverá hasta esta misma suite para arreglarse.
—No puedo. Tengo familia. Ellos necesitan de mí.
—No se lo pregunté. Termine tu turno. Presente la prueba. Y regrese aquí. Es una orden.
Emily lo mira. No sabe si tener miedo o rabia. Pero algo en su voz le dice que no está jugando.
—Con todo respeto —trata de contener el mal genio que en ocasiones la traiciona y que este hombre definitivamente hace que aflore —No soy acompañante, señor. Soy camarera.
—Lo sé. Pero quiero que me acompañe esta noche. Solo eso.
—¿Por qué yo?
—Porque me recuerda a alguien. Punto. Y porque si quiere conservar su trabajo, debe hacerlo.
Ella traga saliva. No sabe qué responder. El dinero sería útil. Muy útil. Pero no le gusta cómo la mira. No le gusta cómo decide por ella.
—En ese caso. Necesito pensarlo.
—Tiene hasta que termines tu turno.
Ana tiene sed de sangre. No solo desea matar a Camille, sino que Clara le ha explicado que: le harían mucho más daño a los Romanov secuestrando, torturando y asesinando a Emily Campbell. La protegida de Nicolay, la mujer a la que todos defienden.—Deberías irte a descansar —la voz de Clara suave y maternal llama la atención de Ana —. Te ves exhausta.—No tengo idea de lo que significa esa palabra, no desde que Rixio estaba condenado en aquella casa —responde Ana con voz lastimera, un susurro apenas.—Lo sé, nadie descansó desde entonces —dice —. Estas embarazada, debes pensar en tu hijo, Ana —niega.—No lo quiero —espeta —. Sin Rixio no quiero nada, no quiero vivir —la mirada de Ana está perdida por completo.Un par de círculos violáceos alrededor de sus ojos delatan el infierno por el que está pasando. Si bien, Rixio Maldonado no era el mejor hombre del mundo, al principio ella se casó con el completamente enamorada. Deseaba una familia con tres hijos, una casa cómoda para ellos y
Emily se sostiene el costado. El dolor se arrecia una vez que la adrenalina la ha abandonado, se dobla. Se sostiene con la pared, recuesta la espalda por un momento. Necesita un calmante con urgencia. Reclina la cabeza hacia atrás tomando una respiración lenta. Pausada que la ayuda a controlar el dolor.“El dolor es controlable, es lo primero que tienes que saber”.Recuerda las palabras de Nicolay. Aprieta los ojos y respira de nuevo, no puede sostener las lágrimas. Le duele, le duele y no puede hacer nada.—Señora.Uno de los soldados la detiene antes de caer al piso. Ella se aferra a él llorando en silencio. Los ojos del hombre se posan directamente en la sangre que mancha la camiseta holgada que luce. Intenta cargarla, ella niega.—Debo controlar el dolor —el hombre alza las cejas sin saber que decir —. Solo déjame apretar tu camiseta para poder hacerlo —el muchacho asiente mirando hacia todos lados.Tiene orden de no tocarla porque el Boss es implacable ante una orden desobedecida
Emily no puede creer que una sensación de regocijo la recorra de manera tal que siga deseando experimentarla. Jamás, aparte del día que le disparó a Peta había tocado un arma de fuego, pero hoy, con Nicolay a su lado parece que no es peligroso o dañino. Se le antoja sexy y muy reconfortante.—¿Todo bien? —le pregunta Nicolay al ver la sonrisa preciosa que tiene en los labios —. Parece que te ha gustado esta experiencia ¿O estoy equivocado?—Es… extraño —sus cejas perfectamente arregladas se arrugan —, pero me siento muy bien aquí donde estoy a pesar de los recuerdos —Nicolay sonríe descaradamente.—Es por el calor de mis brazos, estás loca por mi —no percibe burla, solo diversión en su tono.—¿Y tú? —se gira entre sus brazos —¿No lo estás por mí?Por primera vez la sonrisa de Nicolay aflora ensanchada, solo para ella. La piel de Emily se eriza por momentos, su cuerpo se convierte poco a poco en un volcán a punto de erupcionar. El temblor de sus manos es el reflejo de la inexperiencia
Emily camina de un lado a otro en la habitación de Nicolay. La idea de quedarse en ella era dormir un poco. Pero es imposible luego de presenciar una masacre como la de anoche. El alba despunta y con ello lágrimas de terror caen de sus hermosos ojos.Grita frustrada.Grita de miedo.Grita por el amor que siente por ese ruso que no solo le robó el corazón, sino que la ha expuesto más inclusive que su propio padre.Su padre.Necesitaba verlo hasta hace poco, pero la ausencia se le volvió presencia con Nicolay cuidando de ella, amándola en silencio. Su piel erizada le recuerda que el peligro se hace presente en cada rincón de la vida del hombre que ama., piensa mientras entra al baño para asearse.Huele a pólvora y a muerte.—No creo que pueda lograrlo —se dice a sí misma casi como un lamento.Pero el recuerdo de la sonrisa de su hermanita la azota, dejándole un sabor amargo en la boca. El abismo que tiene delante pugna por engullir la, pero a lo lejos, c
Las alarmas en la mansion Romanov se encienden una vez más ante el ataque del que son objeto, el sonido no es estridente. Es alertador. Profundo. Como un rugido que anuncia peligro en todas las direcciones. Nicolay lo reconoce ya que lo ha escuchado antes en Chechenia. En Moscú. En su propia casa. En aquella ocasión era un crio de nueve años a quien le arrebataron su familia.La Bratva, cobraba una deuda.Y su padre debía pagar. Los recuerdos más cruentos lo azotan como un látigo en la espalda. El dolor, los gritos de su madre siendo maltratada y violada por ellos y… los disparos ensordecedores rompiendo el viento en cada espacio y él… él en medio de todo.Esos recuerdos jamás lo dejaran en paz.Emily lo sigue, él la arrastra hacia un lugar seguro siendo la Mansión una fortaleza. Su mano atrapada en la de él. No sabe si tiembla por miedo o por el calor que le transmite. Nicolay no habla tampoco explica, solo camina hacia adelante como un dios que sabe que el mundo le pertenece y que e
La calidez de la piel de la mano de Emily provoca un estremecimiento en el cuerpo de Nicolay. El deseo recorre cada rincón de su cuerpo azotando su ingle con fuerza. El aroma de su cabello lo hechiza. Lo deja sin fuerzas. Sin voluntad.—Perdóname —se detiene para mirarla y ella sube la cara encontrándose con ese par de zafiros que antes la miraban con frialdad —. Cuando… —toma una respiración furiosa para continuar. Se asfixia con el aire que llena sus pulmones —cuando propuse el contrato… el que firmamos yo, solo pensaba en mí. En mi dolor. En mi pasado.Emily tarda en decodificar la confesión. Es algo que atesorara como lo ha hecho con sus palabras en la biblioteca. Ese “perdóname” la ha sacado de su zona de confort porque luego, llegará un momento de vulnerabilidad para él y no sabe si puede manejarlo. De todas maneras, no lo hará pasar por esa humillación, siente demasiado por él para hacerlo.—Eso no es importante ahora.—Si lo es Emily. Soy un bastardo asesino que no piensa en n
Último capítulo