Emily camina de un lado a otro furiosa con Nicolay por haberla dejado encerrada en esa habitación. Como un pájaro en una jaula de oro. Como si ella fuese una prisionera que no merece la confianza de permanecer en un lugar plena de libertad.
—¿Qué se cree ese animal? —el grito furibundo llena la estancia —¡no soy su maldita muñeca! —vocifera a la nada —¿has escuchado maldito Nicolay? ¡no soy tu muñeca rusa!
Golpea la puerta con los puños, lastimándose un poco las manos, pero no le importa. Prefiere luchar que resignarse a ser una simple pieza en el juego del ruso. Sus lagrimas caen sin control. Frustrada. Dolida. No resignada. La vida ha sido tan injusta con ella. Primero su madre muere. Luego la caída de su padre en el alcohol, el juego. Las deudas que la agobian y ahora el juego de este hombre que no hace mas que humillarla. Obligarla a firmar un contrato que le quita su libertad. Que le roba su autonomía.
¿Qué pasara con su carrera?
Este contrato es de solo un año. Ella necesita term