La impresión deja a Emily sin habla. Ese hombre no solo grita, también le da una orden directa sin ser su jefe. Ella se endereza, aprieta la mandíbula y lo enfrenta.—Con todo respeto, señor —dice de nuevo sin levantar la voz—. No puedo simplemente ir a la universidad, presentar y regresar. Además, no lo conozco. No soy una de esas acompañantes que suelen pagar los hombres ricos.Nicolay se acerca un paso más. El perfume caro, la joya en su cuello y el traje elegante la marean un poco, pero Emily no retrocede.—Le dije, señorita Campbell, que no le pregunté si quería o podía —su tono es firme, cortante—. No soy hombre de repetir las cosas. Haga lo que le digo y conserve su trabajo.Las palabras la golpean como un mazo. Emily aprieta los puños. No puede perder ese empleo. Tiene deudas, responsabilidades, y también las que su padre acumula en el casino. Pero las más importantes son la casa… y la universidad.—Sí, señor —responde, sin mirarlo.Gira sin esperar respuesta. Las lágrimas pic
Leer más