Edward Snowden, es un hombre joven, atractivo e inmensamente rico. Él es todo un don Juan y jamás se le ve dos veces con la misma mujer. Después de que su prometida lo traicionara, él decidió no volver a entregar su corazón. Nada mejor que encuentros sexuales de una noche sin compromisos de por medio. Su libertad se ve afectada, cuando uno de sus futuros socios quiere comprometerlo con una de sus hijas y para zafar del lío inventa que está comprometido. Tratando de mantener su mentira y no arriesgar la nueva asociación, decide contratar con ayuda de su inseparable asistente a una esposa de alquiler. Quién diría que la hermosa Sabrina Thank, pondría todo su mundo de cabeza.
Leer másEdward Snowden, es un hombre jodidamente atractivo y lo mejor de todo, jodidamente rico. Edward, se posiciona entre el top 20 de los hombres más poderosos y ricos del mundo. La familia Snowden, tenía inversiones activas en el mundo hotelero, en pozos petroleros en Noruega, en la minería, precisamente en la extracción de cobre en Chile y una productora televisiva, que era la empresa que Edward manejaba con tremenda devoción.
La sucursal física de su productora, estaba ubicada en la ciudad de Los Ángeles, cerca de las grandes oportunidades. Justamente, estaba a nada de cerrar un importante negocio con una empresa de streaming video muy importante en el mundo de la televisión. La empresa estaba interesada en varios trabajos de sus guionistas y su productora sería la encargada de filmar dichas series, dando vida a esos guiones. Eso era justamente lo que necesitaban para llevar a la productora a un nivel internacional. Wangshu producciones, pronto estaría en Hollywood. La sonrisa de Edward, era amplia y satisfactoria, mientras giraba en la silla de su escritorio. De pronto el teléfono sonó y de malas levantó el auricular. —Señor, tiene una llamada por la línea dos —la melódica voz de April resuena dulcemente en el oído del hombre. —¿Quién es? —El señor Alphonse Schiller, así que deje de holgazanear y atienda la llamada. —Calma mujer, por ese genio que te cargas es que no tienes marido. —Antes de que April pueda replicar presiona el botón número 2 y toma la llamada. —Que sorpresa recibir su llamada señor Schiller. —Seré bastante directo muchacho, mi esposa está organizando una cena para la próxima semana. Me gustaría que asistas. Se que estás soltero y deseo que conozcas a una de mis hijas, ella está debutando como actriz en la televisión y se está ganando mala fama... —El hombre carraspea nervioso—sería bueno aliarse en matrimonio, contarías con mi respaldo en todo momento. —Comprendo... —Se muerde el labio inferior tratando de pensar en una solución para salir de este embrollo. No está dispuesto a casarse y menos como una mujer como la hija de Alphonse. Es la mujer más libertina y descarada que jamás conoció. —En otro momento no habría tenido problema con aceptar, pero en este momento me veo en la obligación de declinar la oferta, señor Schiller. —¿Estás despreciando a mi hermosa hija sin siquiera dignarte a conocerla? —El hombre sonó indignado. —Por supuesto que no, señor Schiller... Estoy declinado la oferta por que tengo una prometida, pronto nos vamos a casar. —Dice aquello con total seguridad. —Mil disculpas, pensé que eras soltero, como jamás te hemos visto con tu prometida. ¿Quién iba a pensar que estabas a punto de contraer matrimonio? —El hombre dejó escapar una risa seca y amarga. —¿Cuando podré conocer a tu flamante prometida? —Cuando nos reunamos para cerrar el trato y firmar los contratos correspondientes. —Con su mano libre comenzó a juguetear con el cable del teléfono. —Imagino que no se va a retractar por esto, ¿verdad? —Por favor muchacho, ¿por quién me tomas? Por supuesto que este suceso no será motivo de romper nuestros convenios. Así que tranquilo, nos vemos en la fecha acordada. —Obviamente, si Edward Snowden no fuera tan malditamente talentoso ya abría roto el contrato. —Nos vemos y felicidades para ti y tu novia. —Sin más cortó la llamada. Edward colgó la llamada y se recargó contra el respaldo de la silla, mientras se jaloneaba el cabello a causa de la mentira que tuvo que decirle a su futuro socio con tal de zafar de semejante proposición. Necesitaba pedirle ayuda a April, ella siempre tenía un as bajo la manga y podía ayudarlo a salir de tremendo problema. Desesperado, enciende el intercomunicador para hablar con su asistente. —¡April, te necesito ahora mismo en mi oficina! Es una emergencia de tamaño colosal y estoy tan desesperado que de tanto jalarme el cabello quedaré calvo. —¡Mierda, ahora mismo voy! —Se oyó la dulce voz de la joven en respuesta. April, era una chica de veinticinco años, estatura bajita, contextura delgada, cabello castaño y carita de muñeca. Era la mejor amiga de la hermana de Edward, por lo que él la conocía desde la infancia y la consideraba una hermana más. La puerta de la oficina se abre estruendosamente y April ingresa en la oficina. La expresión de la joven es de completo horror, mientras se pasa veinte mil películas por segundo. Pero su expresión solo era el reflejo del propio horror en el rostro de Edward. —Explicame que pasó, estás comenzando a asustarme. —Se sienta frente a mi escritorio. —El bastardo de Alphonse quería que me casara con su hija, con esa que trabaja de actriz y tiene tremendo cartel de put@. El infeliz creé que siendo su hija una mujer casada va a limpiar su reputación. Lo único que conseguirá el idiota que se case con ella es la reputación de cornudo. —Suspira dramáticamente. —Para rechazar el compromiso y que no afectará nuestros negocios tuve que inventar que estoy comprometido y próximo a casarme. —Pobre hombre, está desesperado. Lo importante es que lograste evadir su propuesta. —Eaboza una radiante sonrisa mostrando todos los dientes. —¿Por qué carajos sonríes? Él quiere conocer a mi futura esposa... —Oh, Ed, no te preocupes. Yo puedo solucionar este problema en media mañana. —Bate sus largas y rosadas pestañas mientras su sonrisa se ensancha aún más. —¿Qué planeas hacer? Por que Schiller se daría cuenta si montamos un teatro. El hombre es bastante astuto, no por nada ha llegado a la cima. Para que esto funcione tendré que casarme de verdad... —Saca un cigarrillo del cajon y lo enciende. —¡Soy el soltero más codiciado de la ciudad de Los Ángeles y tendré que casarme! Si escojo cualquier mujer luego no querrán darme el divorcio. —Cálmate Edward y dime ¿en que siglo piensas que vivimos? Existen contratos de matrimonio y podemos elegir tu esposa en Internet por una suma importante de dinero, siempre haciendo un contrato que no implique darle algo después del divorcio. Pongo manos a la obra y luego te presento a las candidatas para la futura señora Snowden. —La joven le guiña un ojo, se levanta de su asiento y abandona la oficina. Al verla partir, Edward se permitió hundirse en su propia miseria. Confiaría en April, después de todo, ella jamás le había fallado. Quizás su idea funcionará y lograría tener una esposa por contrato, contrato que tendría fecha de caducidad. Los señores Snowden solían quejarse del estilo de vida de Edward, su único hijo. Desde hace un tiempo, después de romper su relación de años, comenzó a tener amoríos de una noche, los cuales se reducían a sex@ sucio en los baños de algún club. Él no creía en las relaciones, mucho menos en las mujeres. Cerró los ojos y un tembloroso suspiro escapó de sus labios, sumergiéndose en los amargos recuerdos de su pasado. Años antes... A los ojos de Edward, Sarah era la mujer más hermosa que jamás haya visto. Era la mujer con la cual quería compartir su vida y formar una familia. Él la amaba, la amaba con extrema locura. Por ella, él estaba dispuesto a todo con tal de hacerla feliz y verla sonreír. Sarah se iría por el fin de semana a New York, visitaría a Calí, su mejor amiga, ya que está no asistiría a la boda y Sarah quería convencerla de lo contrario. Deseando aprovechar el mayor tiempo posible a su lado, la llevó al aeropuerto y la besó con tanto anhelo que los la labios le escuecen. En el momento en que la mujer subió al avión, Edward sintió un inmenso vacío en el centro de su pecho, como si un oyó estuviera tomado forma, de pronto, esa extraña sensación de vértigo en el estómago, acompañado de la sensación de que algo malo pasaría. ¿Y si algo le pasa a Sarah durante su corta estadía en New York? Necesitaba estar ahí para ella, por lo que rápidamente marcó a uno de los pilotos que trabajaban para él y pidió que le trajeran su jet privado. Sabía donde estaría su prometida, se quedaría en el penthouse que él tenía en la ciudad, por lo que la sorprendería. Después de un largo y tedioso viaje, Edward llegó al penthouse. Sarah no estaba en casa, pero sus cosas estaban en la suite principal. Aprovechando su ausencia, ordenó una tabla de sushi, un vino de la.mas fina cosecha y algunos chocolates. Puso la mesa, colocó velas y decidió esperarla en la habitación. Ante la agónica espera, se quedó profundamente dormido. El sonido de objetos cayendo al piso y de estridentes risas lograron despertarlo. Confundido, se levantó de la cama y abandonó la habitación, no sabía que hora era, pero suponía que era bastante tarde, después de todo habi dormido una maldita eternidad. Decidido a sorprender a Sarah, terminó siendo él el sorprendido. Sarah, la mujer con la cual pensaba contraer matrimonio dentro de unos días, estaba ahí, borracha en medio de la sala comiéndose la boca con su mejor amigo, o así es como Sarah se lo había presentado a Edward años atrás. Ellos no se percataron de su presencia y vió como entre besos hambrientos se quitaban desesperadamente la ropa. Edward no pudo más, con pasó decidido avanzó hasta la sala dispuesto a enfrentarlos. Sarah y su amigo, al percatarse de su presencia se separaron abruptamente. Ella, desesperada levantó su blusa del sueño cubriendo con ellas sus pechos desnudos. —Eddy... Puedo explicar todo esto... —Dijo Sarah con desesperación. —Sarah... Dudo mucho que cualquier explicación que puedas darme pueda resultar satisfactoria. —Apretó sus puños con rabia —tienes diez minutos para abandonar mi casa, de lo contrario, los mandaré a sacar con seguridad. —Pero mi amor... ¿Y nuestra boda? —Sarah intentó acercarse, pero Edward la apartó con brusquedad. —Ya no hay boda. No quiero volverte a ver en lo que me resta de vida. —Se encaminó con prisa a la habitación, tomó la maleta de la mujer y sin cuidado alguno la arrojó fuera del penthouse. —¡Ahora, largo! —Gritó histérico. Actualidad... Recordar a Sarah aún dolía, había amado a esa mujer con tanta intensidad que su traición le rompió el corazón en miles de partes. Ya había transcurrido tiempo y el amor, ya no formaba parte de sus necesidades. Estaba bien tal cual estaba, por lo que una esposa de alquiler le parecía bastante buena idea, tocaba confiar en el buen gusto de su querida asistente.Se supone que el asunto era bastante simple. Sabrina sería la esposa de Edward Snowden y sus obligaciones consistían en acompañarlo a eventos, reuniones, viajes de negocios si es que las circunstancias lo requerían. A pesar de eso, no podía evitar estar nerviosa y angustiada. Durante todo un año debería dejar a sus hermanas atrás y eso es lo que más le preocupaba.Estaba en el aeropuerto, esperando abordar su avión con destino a la ciudad donde su "esposo" la esperaba. De pronto, escuchó por los parlantes que llamaban a abordar el vuelo 310 con rumbo a la ciudad de Los Ángeles. Era su vuelo, por lo que rápidamente se puso de pie y se encaminó al área designada para abordar.Durante el viaje, sintió el estómago apretado. Realmente no sabía lo que le esperaría una vez que el avión aterrizara. Lo mejor para ella, era no hacerse espectativas de nada, de ese modo era mucho más sencillo poder lidiar con lo que estaba por venir.Sabrina no contaba con dinero, solo iba con el pasaje de ida y
Sabrina Thank, era la mayor de tres hermanas, y quien se hacía cargo de ellas después de que sus padres fallecieran en un accidente automovilístico. A sus veinticinco años, se dedicaba a tiempo completo a trabajar y cuidar de Anna, su hermana de en medio, quién tenía recién cumplidos los dieciocho años y de Laura, quién solo tenía nueve años.Laura, desde su nacimiento siempre fue una niña con un estado de salud bastante delicado, pero el mundo de Sabrina se desmorona cuando a su hermanita le detectan cáncer de pulmón. Desde ese momento, Sabrina prometió sobre la tumba de sus padres que haría todo lo humanamente posible por salvar la vida de su hermana. Así fue como llegó a venderse en la plataforma, a pesar de que siempre soñó con un matrimonio lleno de amor, la vida de su hermana y el poder costear el costoso tratamiento médico valía cualquier sacrificio.Estaba sentada junto a su hermana, leyendole un cuento, sintiéndose aliviada de haber sido comprada tan rápido. Cuando de la plat
April salió de la oficina de Edward Snowden con una inmensa sonrisa en el rostro, luchando por no soltar una estruendosa carcajada. Él solo pensar en su jefe, que era todo un don Juan, de pronto casado, le hacía querer reír hasta que las costillas le dolieran.Desde que egresó de la universidad, los Snowden le dieron la posibilidad de trabajar como la asistente de Edward en la productora. Desde ese entonces, no solo fueron colegas, además surgió un gran amistad. La joven se dejó caer en su silla, recordando aquellos días.Años antes...Abril estaba demasiado nerviosa, los Snowden le habían insistido en que se presentará a la entrevista para el puesto de asistente ejecutiva, en un comienzo se había negado, pero el patriarca de la familia le había asegurado que si le daban el puesto era como una recompensa a su arduo trabajo académico. Y ahí estaba ahora, frente al encargado de personal.—Señorita April, permítame felicitarla por su nuevo cargo dentro de esta empresa. Comienza hoy mismo
Edward Snowden, es un hombre jodidamente atractivo y lo mejor de todo, jodidamente rico. Edward, se posiciona entre el top 20 de los hombres más poderosos y ricos del mundo. La familia Snowden, tenía inversiones activas en el mundo hotelero, en pozos petroleros en Noruega, en la minería, precisamente en la extracción de cobre en Chile y una productora televisiva, que era la empresa que Edward manejaba con tremenda devoción.La sucursal física de su productora, estaba ubicada en la ciudad de Los Ángeles, cerca de las grandes oportunidades. Justamente, estaba a nada de cerrar un importante negocio con una empresa de streaming video muy importante en el mundo de la televisión. La empresa estaba interesada en varios trabajos de sus guionistas y su productora sería la encargada de filmar dichas series, dando vida a esos guiones.Eso era justamente lo que necesitaban para llevar a la productora a un nivel internacional. Wangshu producciones, pronto estaría en Hollywood. La sonrisa de Edward
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