Capitulo 5

Daniel sintió su teléfono sonar con insistencia, quiso ignorar la llamada, pero tuvo que disculparse con Clara y Sabrina para poder atender. Se apartó un poco de las mesas para que las chicas conversarán tranquilas y él aprovecho de contestar la llamada, sonriendo al ver que era el número de su cuñado.

—¡Hey, Edu! ¿Pasó algo, hermano? —La voz alegre de Daniel resonó con fuerza. —Disculpa la tardanza, pero estamos en el aeropuerto, yo creo que en unas dos horas estaremos por aya.

—No tengo ganas de escuchar tus reproches, Daniel —se le oía enojado y habló más brusco de lo debido. —¿Por qué no contestabas el jodido teléfono, eh?

—Que humor de perros, hombre. ¿Qué pasó? ¿Acaso ya llegó la interesada de tu esposa? ¡Apuesto a que sí y que es muy fea! —La risa estridente de Daniel puso de los nervios a Edward.

—Daniel... Acabo de hablar con mi maldita esposa hace unos minutos y de fondo escuché tu voz y tu maldita risa estridente... —Deja escapar un resoplido molesto. —¿Dónde está mi hermana? ¿Y qué haces con mi esposa?

Ante las palabras de Edwards, Daniel se quedó callado, procesando la información. Ante su silencio, Edwards perdió los estribos. —¡Contesta de una jodida vez, Daniel!

—Calma hombre, solo estaba sorprendido. Es que el mundo es muy chico, pero en efecto, estoy en un restaurante italiano con mi bella prometida y con tu esposa. Nos conocimos en el avión y déjame decirte que es un encanto de mujer.

—¿Hablas en serio? Bueno, mi esposa se llama Sabrina Thank, si es ella, ¿cómo es? —Comenzó a sonar ansioso y ante eso Daniel no pudo evitar reír.

—Bueno amigo, la verdad es que es una mujer de unos 43 años, la típica solterona que vive con sus padres y tiene muchos gatos. Usa gafas por botella, tiene el pelo castaño y está bien rellenita. Lo que tiene a favor es que es una mujer inteligente y agradable, eso recompensa cualquier carencia física. —Ante los resoplidos de su cuñado deseaba reír a carcajadas.

—¿Hablas en serio? April me dijo que era una mujer joven, que apenas tenía 25 años. —Gimió con amargura. —¡Oh, por Dios! ¿Qué haré?

—Mira hermano, para ser honesto, ni siquiera Clara podría darle arreglo a esa mujer, pero sin lugar a dudas es inteligente e interesante. —Hace un esfuerzo sobre humano por no soltar la carcajada que hace rato estaba conteniendo. —Ahora debo colgarte por que las chicas me esperan.

Una vez cortó la llamada se permitió reír hasta que las costillas le dolieron. Aunque honestamente, si que el mundo era pequeño, tener que encontrarse a su nueva cuñada en el vuelo.

Cuando regresa con las chicas y estaba a punto de contarles las coincidencias de la vida, su prometida lo hace callar mientras sostiene ambas manos de Sabrina. —Guarda silencio, Daniel. Nuestra amiga no está bien y necesita desahogarse.

—Lo lamento —dice para luego sentarse junto a su prometida.

—No debería estar hablando de esto, pero siento un nudo en la garganta que no me deja respirar. —Sus ojos color miel se llenan de lágrimas. —Pero necesito hablar con alguien... Yo estoy aquí por que contraje matrimonio con un extraño por dinero. —Agacha la cabeza avergonzada —pero a pesar de mis principios tuve que hacerlo, por que necesitaba pagar el tratamiento de mi hermana pequeña... Ella solo es una niña, tiene cáncer de pulmón e iba a morir si no podía costear el tratamiento. —Con un pañuelo comienza a secarse las lágrimas.

—Oh por Dios, Sabrina querida —Clara toma las manos de su nueva amiga y las acaricia. —Lo que me estás contando es terrible... Cómo tú situación te orillo a tremenda barbaridad. Debe de ser horrible contraer matrimonio sin amor

—Si, lo es. Lo peor de todo es que ni siquiera he visto una fotografía de mi esposo. Una vez salga de este restaurante debo dirigirme a su propiedad. —Se cubre el rostro con ambas manos —estoy tan asustada.

—Sabrina, cálmate —Daniel interrumpió la plática de ambas mujeres con la intención de decirle que no tenía nada de que preocuparse, sin embargo, su prometida lo hizo callar.

—Cariño, no es momento de tus bromas, estamos para apoyar a Sabrina con este tremendo problema. —La mujer hace una mueca con los labios. —Es terrible que estés atravesando por esto, me recuerda un poco a la situación que vive mi hermano. Él, en medio de la desesperación contrató una esposa por internet con la finalidad de que le ayude a cubrir su caótica situación amorosa frente a un socio importante.

—Al parecer este tipo de cosas se está volviendo bastante común en estos tiempos, —se limpia delicadamente las lágrimas con un pañuelo para luego mirar a Clara y sonreír.

—Si, hay mujeres que por dinero hacen lo que sea y otras que son como tú, que por desesperación se ven acorraladas a vender su integridad. —Le dedica una mirada cargada de comprensión.

—Gracias por no juzgarme, Clara... —Ambas mujeres se abrazaron en señal de complicidad y comprensión.

—Chicas, lamento interrumpir tan emotiva plática, pero hay algo importante que debo decirles. —Ambas mujeres voltearon a verlo fulminandolo con la mirada.

—¿Qué es lo que pasa, Daniel? ¿Que es eso tan importante que tienes que decir? —Clara alzó una de sus cejas mientras se cruzaba de brazos.

—Edward me acaba de llamar... —Les dedica una sonrisita nerviosa. —Bueno, en este momento Clara, estamos frente a la nueva señora Snowden. —Fija su mirada en Sabrina, quién parecía encogerse en su asiento. —Tremenda coincidencia, ¿no?

Ambas mujeres se miraron fijamente a los ojos, para luego sonreír, sonrisa que terminó en estridentes carcajadas. A veces, la vida podía ser bastante irónica, o al menos de ese modo lo veía Clara. Durante los dos meses que su hermano esperó por su esposa a sueldo, ella tuvo pensamientos terribles respecto a la misteriosa mujer, sin embargo, ahora todo era difente.

En aquel entonces y hasta hace unos momentos, pensó que esa mujer era una oportunista y avara. Sin embargo, escuchar la historia de Sabrina, le hizo ver las cosas de diferente manera. Cómo siempre decía April, su mejor amiga, no todo era blanco o negro, las cosas tenían matices y en la paleta de colores hay muchas tonalidades de gris.

—Bienvenida a la familia Snowden, Sabrina. Aunque solo sea por un año. Cuenta conmigo para lo que necesites, a pesar de que estés casada con mi hermano quiero que sepas que somos amigas.

•••

Daniel y Clara, como cuñados que ahora eran de Sabrina, se ofrecieron a llevarla. Nada más paró la lluvía abandonaron el restaurante del aeropuerto, encaminándose al estacionamiento. Clara estaba agotada, y el bebé comenzaba a revolotear dentro de su vientre. Sabrina sintió celos al ver la interacción de la pareja y por un momento, su mente remontó a un recuerdo que deseaba dar por olvidado.

Años antes...

Sabrina se encontraba bajo la luz tenue de su cuarto. El ambiente dentro era tenso y ella sentía el pecho apretado de la rabia que estaba conteniendo. Los brazos de Joaquín alrededor de su cintura le servían como un ancla a tierra. Se concentró en limpiar las heridas del rostro de su novio con delicadeza. Sin embargo, Joaquín la miraba fijamente a los ojos, con una expresión rota y cargada de vulnerabilidad. Ver esa mirada herida en el rostro del hombre que amaba más que a nada en el mundo la hacía sentir impotente. Ella quería estar para él en todo momento, ella anhelaba con brindarle felicidad y estabilidad, por que Joaquín era su todo, era el eje de su universo. En ese momento, mientras limpiaba el labio inferior de Joaquín, se preguntó ¿hasta cuando su suegro lo golpearía? ¿Cuando demonios comprendería que su hijo no era su saco de boxeo personal?

Cuando terminó de limpiar su rostro fijó la mirada en él, dejándose envolver por el magnetismo de la misma. Joaquín tenía más poder sobre ella de lo que podía imaginar y en ocasiones, darle tanto poder a alguien sobre si misma l aaterraba. Pero él jamás sería capaz de lastimarla, confiaba ciegamente en él.

De pronto, Joaquín rompió el cómodo silencio. —Te prometo, que cuando cumplamos la mayoría de edad nos iremos a vivir juntos. Trabajaré muy duro para darte una vida cómoda y para que podamos mantener a dos hijos. Seremos tan felices y amaremos a nuestros niños, jamás le levantaremos la mano. —Le dedicó una sonrisa cargada de inocencia y el corazón de Sabrina salto bruscamente en respuesta.

La idea hizo que Sabrina sintiera un destello de esperanza en medio de la angustia. Se perdió en su mirada, en el brillo de sus ojos y asintió reiteradas veces. De solo imaginar aquella situación sentía un cálido aleteo en su vientre, ese característico cosquilleo que le confirmaba cuan enamorada estaba.

—Tendremos dos hijos, sería bueno que fuera un niño y una niña, así tenemos la pareja —sonrió, lo hizo como la idiota enamorada que era.

Él correspondió a su sonrisa, y en ese instante todo dolor se difumo y el ambiente tenso se tornó cálido. Tan cálido que la quemaba por dentro como el deseo por él. Ambos se miraron a los ojos y con ese simple gesto hicieron un pacto silencioso, pacto que sellaron con un beso..

Los besos a cada segundo se tornaron más intensos, urgentes y hambrientos. La necesidad por sentirse mutuamente sobrepasaba toda racionalidad. Por eso, Sabrina se sentó sobre su regazo permitiendo que las ásperas manos de Joaquín la acariciaran bajo la ropa. Tembló entre sus brazos y son duda alguna se entregó a él, por que lo amaba, lo amaba demasiado.

Actualidad...

Apretó los puños al recordar aquel momento. Su vida ni era nada de lo que imaginó en aquel entonces. Lo mejor era mentalizarse de su realidad y centrarse en su "esposo", tratar de llevarse bien con aquel hombre por lo que dure el contrato. El automóvil se detuvo y la voz de Clara la sacó de su trance momentáneo.

—Hemos llegado, Sabrina. —La miró através del espejo retrovisor.

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