Vida llegó a su departamento con el cuerpo ardiendo. Había prometido controlarse, pero la tela sobre su piel la había dejado húmeda, temblando, con la mente desbordada. Intentó dirigirse a la ducha, pero al ver a su compañero en el sofá, el instinto le ganó.Lo tomó del cuello y lo besó con violencia. Él reaccionó tarde, sorprendido, pero el deseo de ella era tan feroz que terminó por arrastrarlo.—Vida… espera… —alcanzó a murmurar, pero ella lo calló con otro beso más profundo.Lo montó sin delicadezas, buscando saciarse a sí misma más que darle placer. Se movió sobre él hasta arrancarse un orgasmo, y luego otro, mordiéndose los labios para no gritar. Solo cuando estuvo saciada, permitió que él acabara.El chico la miró atónito, jadeante. —¿Qué fue eso? —preguntó entrecortado, casi suplicante.Ella se levantó, ajustándose la ropa, sin mirarlo. —Nada —respondió, seca—. No significa nada.Lo dejó tendido, confundido y con el corazón latiendo, desbocado. Él no era de sentimentalismos,
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