Mundo ficciónIniciar sesiónKatherine Volkov nunca imaginó que una traición la lanzaría al pasado, sin poderes y sin protección. Allí solo encontró a él: Maverik, el Alfa de ojos grises que había amado en silencio desde niña. Pero en ese tiempo él era aún más frío, más letal… y aunque la tomó como amante secreta, frente a toda la manada la destrozó con un solo rugido: —No eres mi Luna. Humillada y marcada como la loba indigna, Katherine creyó que todo había terminado. Hasta que el Alfa oscuro apareció. Cassian, enemigo mortal de Maverik, la reclamó frente a todos con una sola sentencia: —Ella es mía. Lo que comenzó como venganza pronto se convirtió en obsesión. Cassian la envolvió en un deseo brutal, Maverik la atormentó con su indiferencia y su lujuria secreta, y Katherine quedó atrapada en un triángulo peligroso donde cada decisión podía costarle el alma. Entre celos, mentiras y el despertar de un don prohibido que podría cambiar la historia, Katherine deberá descubrir quién merece ser su Luna… o si ella misma está destinada a destruirlos a ambos.
Leer másKatherine avanzó temblorosa pero al mismo tiempo decidida.
Su respiración estaba agitada, como si todo el peso de su pecho se le quedara atrapado en la garganta. Había ensayado cientos de veces qué decir, cómo mirarlo, cómo sostenerle la mirada sin que sus pupilas delataran el temblor de su corazón. Pero nada de lo que había imaginado servía ahora que lo tenía frente a ella, tan imponente, tan imposible de poseer.
—Maverik… —su voz salió demasiado suave—. Necesito decirte algo.
Desde niña había amado a Maverik. Lo había observado desde la distancia, como se mira a un rey intocable, con esa mezcla de veneración y hambre que no puede nombrarse sin vergüenza. amaba a ese lobo de ojos grises que imponía respeto con cada paso.
Él giró apenas la cabeza para verla de reojo tenso con el ceño fruncido.
—No deberías estar aquí.
A pesar de todo, su voz era suave cuando le hablaba, eso le daba esperanzas.
Katherine se acercó con el corazón en la garganta.
—Lo sé —La confesión se atoró en su garganta. Cerró los puños, obligándose a hablar—. Pero ya no puedo callarlo.
—Katherine, no —gruñó una advertencia como si supiera exactamente lo que ella iba a decirle, utilizando ese tono que mezclaba paciencia y autoridad, como si estuviera hablándole a una niña caprichosa.
El antiguo Alfa la miró con esa intensidad que siempre la dejaba sin aire. Era como si pudiera desarmarla con un simple parpadeo. Katherine tragó saliva y antes de perder el valor, se obligó a hablar.
—Te amo —La voz se le quebró, aquella era una confesión y una condena al mismo tiempo—. Desde que era una niña. No lo soporto más… necesito que lo sepas.
El silencio que siguió fue un cuchillo.
Maverik la observó con expresión de piedra. Su pecho subía y bajaba con calma inhumana.
‘’Si lo beso él me amará, finalmente cederá a lo que siente…’’
Sin pensarlo demasiado, ella se puso de puntillas sosteniéndose de sus hombros, su boca rozó la suya en un beso torpe, breve, desesperado.
El contacto fue como fuego líquido recorriéndole las venas. Por un instante, juró que él iba a responder, que sus labios se moverían contra los suyos, que sus manos la sujetarían con esa fuerza brutal que ella había imaginado tantas veces en sueños.
Pero Maverik no se movió.
Ni siquiera hizo un atisbo por separarla de él.
Cuando Katherine se separó, las lágrimas ya se asomaban en sus ojos verdes.
Katherine sintió cómo el suelo se desmoronaba bajo sus pies.
Finalmente el macho habló, con esa voz grave que poseía.
—Eres una cachorra.
Las palabras cayeron como un látigo lastimando su corazón.
—¿Qué…? —murmuró ella incrédula.
—No sabes lo que dices. No eres una hembra adulta—Su tono no fue compasivo sino helado, cortante, como si estuviera dictando sentencia.
Aquellas palabras terminaron de destruirla.
—Pero yo… yo te amo —repitió como si insistir pudiera cambiar la realidad.
Los ojos grises de Maverik destellaron por un instante con algo que ella no supo cómo interpretar.
¿Deseo? ¿Dolor? ¿Ira?
Pero de repente ya no encontró ninguna de esas emociones como si ella las hubiera inventado.
—No hables de amor. No tienes idea de lo que significa.
Un nudo le apretó la garganta.
¿Cómo se atrevía a hablarle así?
Quiso gritarle, decirle que sí lo entendía, que cada latido suyo llevaba su nombre. Pero su cuerpo no le obedeció. Solo las lágrimas hablaron por ella, rodando silenciosas, haciéndola sentir patética.
—Vuelve a casa, Katherine. Y olvida esto.
Él se dio media vuelta como si su confesión no hubiera sido más que un inconveniente menor en su noche.
Ella se quedó ahí, con los labios aún ardiendo del beso que él no correspondió, con el pecho desgarrado, con la certeza de que acababa de perder algo que jamás había tenido.
La humillación le calaba los huesos.
No quería volver a casa pues sus padres notarían que algo estaba pasándole.
—¿Por qué hice eso? Lo mejor era quedarme callada, ¿Cómo voy a seguir viéndolo a la cara? —su voz se convirtió en una serie de sollozos que pronto se convirtieron en llanto vergonzoso.
—Qué fácil es romperse cuando el corazón está en manos equivocadas…
Katherine levantó la cabeza de golpe. Frente a ella, entre las sombras, apareció una figura femenina envuelta en una túnica oscura.
No podía ver bien el rostro de la mujer debido a la oscuridad del bosque, sin embargo, captó un deje de sus ojos verdes, parecidos a los suyos aunque estos lucían más brillantes.
—¿Quién eres? —preguntó Katherine limpiándose las lágrimas de los pómulos.
Su abuelo le había enseñado a no mostrar sus debilidades ante sus enemigos.
La mujer sonrió con una calma inquietante como si conociera cada uno de sus pensamientos.
—Soy alguien que conoce el sabor del desprecio. Y alguien que puede darte lo que ese Alfa jamás te dará.
El corazón de Katherine dio un vuelco.
—¿Qué quieres decir?
La mujer se acercó lentamente como si no quisiera asustarla.
—Tu dolor es poder, si sabes moldearlo. Él te lastimó. Yo puedo mostrarte cómo usar esa herida para despertar lo que llevas dentro.
Katherine frunció el ceño, aunque su pecho latía con desesperación.
—No. No confío en desconocidos.
—Pero confiaste en él. Y mírate ahora.
La frase fue un golpe directo.
Katherine apretó los puños.
—Dije que no.
Ella se dio la vuelta para ir a casa pero en ese momento la mujer volvió a hablar llamando su atención, haciendo que se detuviera en seco.
—Un ritual. Te dará fuerza, te liberará de la vulnerabilidad que él vio en ti. Nunca más volverás a sentirte pequeña frente a nadie.
Los labios de Katherine se entreabrieron. Parte de ella quería huir, parte de ella quería aferrarse a esa promesa como una cuerda en medio del abismo.
‘’¿Y si es cierto? ¿Y si puedo demostrarle que no soy una niña?’’
—¿Y qué quieres a cambio? —preguntó con la voz temblorosa.
—Digamos que… me gusta ayudar a las lobas como tú. Sabes que eres poderosa pero te has quedado limitada.
Katherine respiró hondo, su orgullo hablándole más fuerte que la razón hizo que se girara para enfrentar a la hembra con voz suave.
Algo dentro de ella le decía que confiara, pero al mismo tiempo temía.
—¿Despertará con esto mi poder completo?
Ella era un caso especial, había tenido sus poderes desde muy joven incluso aunque las hembras solo podían acceder a su poder con veintiún años, sin embargo, había sentido que su poder no había incrementado, de hecho, parecía con menos intensidad.
—Lo hará.
—Entonces hagámoslo.
Cuando sus manos se encontraron, Katherine sintió que su cuerpo se estremecía, una neblina se arremolinó en sus ojos. La energía se elevó, atrapándola en un espiral de luces. Katherine sintió cómo su piel se erizaba, como si mil agujas ardientes recorrieran su cuerpo.
—¡¿Qué me estás haciendo?! —gritó, tratando de apartarse de su toque pero sus manos se mantuvieron en el mismo lugar.
—Dándote lo que deseas —replicó la mujer.
El fuego se transformó en dolor puro. Katherine gimió, doblándose, sintiendo cómo algo dentro de ella se desgarraba.
—¡Me mentiste!
La loba le respondió pero ella no pudo escuchar qué fue lo que le dijo. Entonces todo se desvaneció y Katherine cayó al suelo perdiendo el conocimiento.
El silencio que siguió fue absoluto, tan denso que hasta los pájaros parecieron callar.Kian dio un paso atrás como si lo hubieran golpeado, sus ojos azules abriéndose en una comprensión brutal. Asher soltó un gruñido bajo, los puños cerrándose hasta que los nudillos palidecieron.Kieran la miró como si la viera por primera vez, la sorpresa lo golpeó esta vez. Los tres al unísono, posaron la mirada en Cassian y entonces lo vieron, la similitud.Los ojos azul hielo, la mandíbula fuerte, esa expresión arrogante y desdeñosa que Kash reproducía sin esfuerzo. Hasta el porte, la forma en que su presencia dominaba el espacio.El trillizo mayor era la copia de su padre, aunque los últimos se parecieran un poco más a Katherine.Cassian no dijo nada, solo sonrió marcando una curva lenta y peligrosa en los labios aún manchados de sangre seca como si supiera lo que estaban pensando ahora mismo sus adversarios, mientras su pulgar rozaba de nuevo la parte baja de la espalda de Katherine en una cari
El eco de su declaración resonó cargado de posesión, de instinto, de algo tan antiguo como un vínculo no completado. Su loba rugió en su interior, satisfecha, posesiva, mostrando los colmillos en una advertencia silenciosa que todos los presentes sintieron. Era evidente. Nadie podría luchar contra una conexión de compañeros, Kieran y Kian lo sabían de antemano pero aún así se quedaron congelados con los ojos azules abiertos en aturdimiento. Asher, por primera vez, perdió su silencio habitual, su mandíbula se tensó tanto que pareció crujir, la incredulidad y la furia mezclándose en su mirada. Kieran había sospechado algo, lo había intuido en la confianza de ese macho, en la forma en que sus ojos se desviaban cuando hablaba retándola. Pero oírlo de los labios de su cachorra, esa declaración cruda y absoluta, fue un shock que lo golpeó inevitablemente. Cassian detrás de ella, sintió una oleada de satisfacción y profunda recorrerle las venas, la clase de placer que no nace del ego, sin
—¡No! ¡No lo hagan sangrar más! —suplicó Katherine con la voz quebrada luchando contra Asher que la retenía con firmeza sin hacerle daño—. Por favor... no quiero que nadie salga herido.Cassian ladeó la cabeza hacia ella, ignorando los gruñidos de los tres machos que no entendían porqué Katherine estaba defendiendo a ese desconocido.Cassian se pasó la lengua por el corte con deliberada lentitud, captando el sabor metálico de su sangre y sonrió satisfecho, como si cada golpe que recibía solo confirmara lo que ya sabía, que ella lo protegía, que aún lo quería vivo.—Tranquila, Bambi —dijo con los ojos azul hielo fijos solo en ella, como si los Volkov no existieran—. Un poco de sangre nunca mató a nadie. Sobre todo si es por ti.Kian rugió de pura furia ante la provocación y Cassian no se defendió. Parpadeó una vez, la sorpresa fingida cruzó sus ojos azul hielo, pero en realidad, se estaba dejando golpear. Quería ver cómo reaccionaba su Bambi. Nadie lo sabía, para ellos, era solo un m
—Eres bueno, supongo que tú eres el hijo de Kovacs, ¿O su nieto? Tienes su obstinación, además de ser igual a él físicamente.Por un momento Kian se quedó aturdido, Kovacs era su abuelo y él no lo había conocido pero su padre había hablado de él diciendo aquellas mismas palabras del desconocido.Cassian aprovechó para bloquear el golpe que le había lanzado, con el antebrazo el choque que resonó. Empujó hacia adelante, forzando a Kian a dar un paso atrás para mantener el equilibrio, pero sin desatar toda su fuerza. Cassian podía sentir sentir el poder fluyendo de Kian, genuino y peligroso.—¿De verdad quieres empezar esto? Por un momento pensé que sería aceptado —su tono no cambió, estaba cargado de desdén.Sus enemigos se desestabilizaban cuando escuchaban ese tono y resultaba muy divertido verlos perdiendo el control.Kieran gruñó, avanzando para respaldar a su padre, su puño buscó el costado de Cassian. —¡¿Quién te crees, bastardo?! —rugió por primera vez con la voz grave retumban
Su mirada se clavó en la de Katherine, devorándola con un hambre primitiva que no se molestaba en disimular, incluso con su familia allí. Podía oler su miedo, mezclado con ese aroma dulce de deseo que lo llamaba y eso solo avivaba su fuego. Anhelaba arrastrarla lejos de ese enredo familiar que la ataba pero él sabía que su hembra era una protectora de su familia y nunca le perdonaría aquello, sin embargo, le molestaba que Katherine nunca se hubiera molestado en hablar con ellos sobre él.Los celos aún se incrustaban en su alma al recordar que a pesar de todo, ella estaba cerca de Maverik cuando debió buscarlo solo a él, porque se pertenecían uno a otro. Sin embargo, arreglarían eso en otro momento.Kian entrecerró los ojos, su aura de Alfa se expandió presionando contra Cassian sin necesidad de palabras.Asher se movió y quedó frente a Cassian, bloqueando completamente la línea de visión entre él y Katherine.—No mereces nada —siseó frío—. Da un paso más y te saco de aquí a rastras. ¡E
La voz de Kian cortó el aire como un mandato cargado de autoridad y rabia que haría que cualquier lobo se estremeciera, pero el macho frente a él no pareció intimidado. Sus ojos azules oscuros se clavaron en Cassian, no había curiosidad en su mirada, solo instinto puro, un macho extraño tenía las manos sobre su nieta y eso bastaba para marcarlo como enemigo. Se interpuso de inmediato entre Cassian y Katherine con su cuerpo ancho y sólido.Kieran tenía la mandíbula tensa pero enseguida extendió la mano hacia Katherine rozando el brazo de su hija en un gesto protector, asegurándose de que estuviera a salvo antes de siquiera considerar el enfrentamiento. Su postura era firme, pero su prioridad era clara, Katherine primero, el intruso después.—¿Estás bien, cachorrita? —preguntó su padre de inmediato.Katherine no apartó sus ojos de la espalda de su abuelo temblorosa, su pecho subía y bajaba con rapidez.—Estoy bien.Asher observó al otro lado de su hermana en silencio, primero a ella y l





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