Cuando Damon Blackthorn, el Alfa de la manada de los Desgarradores, es traicionado por su propio hermano y exiliado al desierto, su vida se desmorona. Sin embargo, su odio y su sed de venganza lo mantienen con vida, hasta que una oportunidad de regreso se presenta años después. En su mente, regresa para recuperar lo que le pertenece: su manada y a su compañera, a la mujer que jamás pudo olvidar. Pero la realidad que encuentra es diferente de lo que esperaba. La mujer que ama, Cassie, ya no es la misma. Ella se ha reconstruido, ha forjado una nueva vida, y ahora está al lado de su peor enemigo: su hermano, el hombre que traicionó a Damon y lo desterró. Cassie, sin embargo, esconde secretos de su propia lucha interna. Aunque está con su compañero por deber, nunca ha dejado de amar a Damon. Pero, ¿podrá dejar atrás su lealtad a su nueva manada y su miedo al Alfa desterrado que la arrastra al caos? Ambos se verán atrapados en una espiral de venganza, pasión y secretos oscuros. ¿Será Damon capaz de recuperar lo que perdió? ¿Podrá Cassie resistir la atracción por el hombre que una vez fue suyo? En un mundo donde el poder y la lealtad se enfrentan, ¿quién prevalecerá?
Leer másDamon
El aire olía igual que la última vez que estuve aquí. A pino húmedo, a tierra pisoteada por generaciones de guerreros, y a luna. Pero bajo todo eso... también apestaba a traición.
Mis botas hundieron el suelo con firmeza cuando me detuve al borde del bosque, donde el territorio de los Blackthorn comenzaba oficialmente. Mi territorio. Mi maldita manada. El lugar que me arrebataron por la espalda, con dientes manchados de mentira y sonrisas disfrazadas de lealtad.
El viento me azotó el rostro, cargado de las memorias que prefería enterrar. Pero el problema con los fantasmas es que les encanta resucitar justo cuando crees haberlos olvidado.
—Han pasado cinco años —murmuré, más para mí que para la luna que me observaba como una testigo muda—. Y sin embargo, nada ha cambiado.
Mentía. Todo había cambiado.
Yo.
Ya no era el Alfa joven, confiado y con la cabeza llena de ideales. Ya no era el hermano que confiaba ciegamente en el lazo de sangre. Y, sobre todo, ya no era el hombre que creía que el amor bastaba para salvar a alguien.
Cassie...
Mi garganta se cerró solo de pensar en ella. Su nombre aún tenía ese poder estúpido sobre mí. Esa mezcla entre deseo, furia y algo peor... algo parecido a esperanza.
Estúpido. La esperanza no tiene lugar en el corazón de un exiliado.
Me deslicé entre los árboles con sigilo. Mi forma humana era suficiente por ahora. No necesitaba garras para lo que estaba por venir. Solo paciencia. Y yo había aprendido a tenerla... de la manera más cruel.
El primer punto de vigilancia estaba a escasos kilómetros del puesto central. Me moví como una sombra, invisible para los centinelas que patrullaban el límite. Los reconocí al instante. Algunos de ellos habían sido mis hombres. Aún llevaban las marcas de mi manada en la piel, pero sus ojos... sus ojos ya no eran leales a mí.
Me oculté tras una roca, observándolos en silencio. Mi cuerpo vibraba con la energía contenida de la luna llena que se avecinaba. Estaba cerca. Mi bestia se removía bajo la piel, impaciente. Pero aún no. No todavía.
—¿Crees que es cierto lo del regreso del exiliado? —preguntó uno de los vigilantes, con la voz cargada de sarcasmo.
—¿Damon? Ese bastardo murió en el exilio, si es que no lo mataron sus propios demonios. Nadie sobrevive tanto tiempo fuera —respondió el otro.
Contuve una risa seca. Si supieran lo mucho que había cambiado... lo mucho que me había preparado.
Sus palabras no me hirieron. Me alimentaron.
Seguí mi camino bordeando el límite, hasta una colina desde donde se divisaba el corazón de la aldea. Las casas aún estaban en su lugar, las hogueras brillaban con la misma intensidad. Pero en el centro del claro... allí donde debía estar yo, reinando como me correspondía... estaba él.
Mi hermano.
Lucian Blackthorn.
El usurpador.
El Alfa que me traicionó con una sonrisa en los labios y el veneno escondido en la lengua.
Estaba de pie, alto, con ese porte que siempre había envidiado de mí. Su voz se alzaba entre la multitud reunida. Un discurso. No me interesaban sus palabras. Pero entonces la vi.
Cassie.
Mi cuerpo se tensó como una cuerda al borde de romperse.
No... no al lado.
Con él.
Una parte de mí se negó a aceptarlo. Me acerqué un poco más, el corazón martillando en mis costillas. Y ahí lo vi.
El lazo.
Un delgado hilo rojo que conectaba sus muñecas.
Mi lobo aulló dentro de mí. Quise destrozar algo. Gritar.
Romper.
—¿Qué has hecho, Cassie...? —susurré, sabiendo que no había forma de que me oyera.
Pero sus ojos...
O eso quise creer. Porque se estremeció. Sus labios se entreabrieron, como si recordaran el sabor de los míos. Su pecho subió y bajó de golpe, como si una ráfaga invisible la hubiera golpeado.
Tal vez sí me había sentido.
Pero no se apartó de él.
Y yo sentí que mi mundo se partía por segunda vez.
Mi hermano levantó la mano y le acarició el rostro. Ella no se movió. No reaccionó. Solo... cerró los ojos.
No supe si eso me dio alivio o me destruyó más.
—¿Así que este era tu plan, Lucian? —murmuré mientras la luna comenzaba a alzarse del todo—. No solo robarme la manada... sino también a ella.
La rabia me quemó por dentro, tan intensa como el primer día.
Recuperar lo que era mío.
No solo mi trono. No solo mi manada.
Cassie.
Sabía que no iba a ser fácil. Ella había hecho su elección.
Los vínculos no se rompen tan fácilmente. No cuando son verdaderos. No cuando son forjados en el alma.
Me giré y regresé entre los árboles. Mi cuerpo temblaba por la necesidad de cambiar, de liberar a la bestia. La luna seguía subiendo y no podía ignorarla más.
Me arrodillé en medio del bosque y dejé que el dolor me desgarrara. Mis huesos crujieron, mi piel ardió.
Mi lobo.
Oscuro. Inmenso. Hambriento.
—Este es solo el comienzo —gruñí con la voz rasposa del cambio, mientras mi pelaje se erizaba bajo la luz plateada—. Les voy a enseñar lo que es el verdadero miedo.
Cassie, prepárate.
Porque el Alfa ha vuelto.
Y esta vez, no pienso perder.
***
La bestia bajo mi piel rugió como si hubiera estado esperando ese momento desde hacía años. Y tal vez lo había hecho.
Pero lo que realmente deseaba... era sangre.
No porque fuera un asesino. No porque hubiera olvidado mi humanidad.
Corrí por los márgenes del bosque, donde la manada rara vez se adentraba. Cada árbol era un recuerdo, cada sombra, una herida. Allí fue donde Cassie y yo nos besamos por primera vez. Donde ella me miró como si yo fuera su mundo entero. Donde le prometí que nunca la dejaría. Qué ironía.
Y ahora... estaba atada a él.
Sentí una punzada aguda, casi física, desgarrándome el centro del pecho. Un tirón del vínculo que una vez compartimos. Aunque la unión entre nosotros había sido rota oficialmente, algo dentro de mí se negaba a aceptar que estuviera muerto.
La luna brillaba por completo ahora, majestuosa y cruel. Su luz se colaba entre las ramas, tiñendo mi pelaje oscuro con un resplandor metálico. Me detuve en un claro solitario, jadeando por el frenesí que me consumía.
—No la olvidas, ¿verdad? —La voz en mi cabeza no era la de mi lobo. Era mía. Una versión rota de mí mismo que había aprendido a hablar durante el exilio—. Sigues siendo ese estúpido que cree que ella te esperaba.
«Cállate», gruñí para mis adentros, pero la voz no se fue.
—La viste con él. No solo está con Lucian. Es suya. Ella eligió.
Mi mandíbula crujió al cerrarse con fuerza.
El mismo que me había hecho a mí años atrás.
Pero sus ojos...
Eso era lo que no podía sacarme de la cabeza. Ese instante fugaz en que nuestras miradas se cruzaron. No fue indiferencia. No fue alivio.
Fue... dolor.
Una duda me susurró algo que no quería escuchar.
¿Y si no tuvo elección?
El aire se volvió más denso de repente, cargado con el aroma inconfundible de la magia. Un leve temblor cruzó la tierra bajo mis patas. Me quedé inmóvil, alerta. Mi instinto gritaba que no estaba solo.
Y no lo estaba.
Un par de ojos dorados emergieron entre los arbustos. Una figura encapuchada, humana, se materializó al borde del claro. Mi lobo gruñó, el pelo de mi lomo se erizó. Podía olerla. No era una amenaza física. Pero era una presencia antigua, cargada de conocimiento... y secretos.
—Damon Blackthorn —dijo la mujer, con una voz que crujía como hojas secas—. El lobo que vuelve con fuego en el alma.
Me transformé de regreso, temblando por la violencia del cambio. Estaba desnudo, cubierto de sudor y barro, pero no me importaba.
—¿Quién eres? —espeté, con los dientes aún vibrando por la transición.
Ella sonrió. Su rostro, al fin visible bajo la capucha, era arrugado pero hermoso. Una de esas bellezas eternas que no obedecen al tiempo.
—Una amiga de tu madre —respondió—. Y una enemiga del hombre que usurpó tu lugar.
Mi corazón se detuvo por un instante.
—Mi madre está muerta —gruñí, retrocediendo un paso.
—El cuerpo, tal vez. Pero no su legado —sus ojos brillaron como la luna—. Y tú eres el portador de ese legado, lo quieras o no.
Me tensé. Aún no confiaba en ella, pero la curiosidad me vencía.
—¿Qué quieres?
—Ayudarte. A recuperar lo que te pertenece. No sólo el título de Alfa... sino la verdad.
Mi respiración se aceleró.
—¿Qué verdad?
Ella se inclinó hacia mí. Su voz se convirtió en un susurro peligroso.
—Que Cassie no eligió a tu hermano. Que la obligaron. Que tu exilio fue... parte de algo más grande.
Mi visión se nubló. Todo mi cuerpo gritaba que eso no podía ser verdad. Que era una trampa. Un juego.
Pero también gritaba que tenía sentido.
—Necesitarás aliados —dijo ella, retrocediendo entre los árboles—. Y pronto.
—¿Quién eres...? —pregunté, dando un paso hacia ella.
—Me llaman Elaria. Cuando estés listo, ven a las Ruinas del Norte. El resto de las respuestas... te esperan allí.
Y desapareció como si nunca hubiera estado.
CassieLa primera vez que desperté sin Damon, juré que no volvería a cerrar los ojos.No porque no pudiera dormir. Sino porque, al hacerlo, su rostro volvía a mí con una intensidad tan dolorosa que sentía que me desgarraba desde dentro. El eco de su voz, sus promesas, sus malditos silencios. Todo. Todo me seguía como una sombra pegada a la piel.Y sin embargo, aquí estoy. De pie.Respirando.Luchando contra una tormenta que dejó de ser solo externa hace tiempo. Porque la verdadera tormenta ahora habita en mí. Él la desató. Él la calmaba. Y ahora, sin él, solo quedaba aprender a domarla sola… o ir a buscarlo y arriesgarlo todo.“Cassie, debes dejarlo atrás”, me repito por enésima vez mientras cierro la maleta. Pero cada centímetro de mi cuerpo grita lo contrario.Damon no murió. No físicamente. Pero el sacrificio que hizo lo convirtió en un fantasma de sí mismo. Un hombre que dejó atrás su vida, su nombre, su amor… por mí.Lo peor no fue verlo marcharse. Fue verlo hacerlo con los ojos
DamonEl reloj avanza con una lentitud insoportable, como si cada tic marcara el momento en que todo lo que hemos construido, todo lo que hemos luchado por mantener, se desmoronará. Puedo sentir la presión, esa presión en el aire que me ahoga, esa sensación de que el final está más cerca que nunca. Y, sin embargo, no hay nada que pueda hacer para evitarlo.Lo he intentado. He luchado con uñas y dientes, he derramado más sangre y sudor de lo que jamás imaginé, todo para protegerla a ella, Cassie. Pero, al final, parece que nada es suficiente. La amenaza que se cierne sobre nosotros es más oscura, más peligrosa de lo que había anticipado, y lo peor de todo es que, para protegerla, debo hacer algo que me destroza por dentro.El sacrificio que se exige de mí es el último, el definitivo. Y lo que me duele más, lo que me consume, es que para salvarla, podría tener que perderla.La idea me atormenta cada segundo, cada minuto. Pero sé que es lo que debo hacer. No hay otra opción.—Damon, ¿qué
CassieNunca pensé que el amor pudiera ser tan oscuro. Lo había escuchado, claro, pero nunca lo había experimentado de esta forma. Hay una tensión constante, como si cada momento que paso con Damon me acercara más a una especie de precipicio, y me pregunto, con cada respiración, si alguna vez caeré.No es solo la pasión. No es solo el deseo que arde entre nosotros con una intensidad que amenaza con consumirnos. Hay algo más, algo más profundo, algo que no puedo ignorar. Como si, en este amor que compartimos, estuviéramos destinados a ser arrastrados hacia la oscuridad, como si no hubiera manera de salir de ella. Pero, al mismo tiempo, no quiero salir. No quiero dejar ir lo que tenemos, porque hay algo en esta oscuridad que también me atrae.Cada vez que lo miro, me doy cuenta de que, a pesar de la tormenta interna que siento, no puedo dejar de quererlo. Porque hay algo en él que me consume, algo que no puedo entender completamente, pero que no puedo evitar desear con toda mi alma. Y,
DamonNunca había visto a Cassie tan vulnerable. Siempre tan fuerte, tan decidida, tan imparable. Pero esa Cassie, la que parece invulnerable a todo, ya no está frente a mí. En su lugar, hay una mujer que tiene el alma al descubierto, expuesta ante mí de una forma que me desconcierta. Me hace preguntarme si alguna vez la conocí realmente.A veces, la veo como una tormenta, una fuerza de la naturaleza que no se puede detener. Pero hoy, hoy está rota, y la fragilidad en su mirada es lo que más me atrapa. Como si todo lo que pensaba que sabía sobre ella fuera un espejismo, y yo, el idiota que pensó que podía salvarla.Sé que tiene miedo, aunque no me lo diga. Lo puedo leer en su rostro, en los pequeños gestos, en la forma en que se aparta cada vez que intento acercarme demasiado. Lo que no entiendo, lo que me hiere más que nada, es que, en medio de toda esa vulnerabilidad, también está más lejos que nunca.Nos estamos ahogando en un mar de emociones. A veces, siento que me estoy perdiend
CassieNunca imaginé que el fuego podría consumirlo todo, ni que sería tan fácil entregarse a él. Pero aquí estoy, rodeada por sus llamas, y cada parte de mí se estremece bajo su calor, sintiendo cómo me quemo por dentro, cómo todo lo que soy se convierte en cenizas al tocarlo. Y, sin embargo, no me detengo. No quiero detenerme.Damon ha sido siempre una tentación. Desde el primer momento en que nuestras miradas se cruzaron, su presencia ha sido como un imán, arrastrándome hacia él, hacia lo oscuro, hacia lo prohibido. Y, aunque he luchado contra ese deseo, contra esa necesidad ardiente que me consume, sé que el fuego ya está dentro de mí. Ya no puedo huir de él. Ya no quiero.Al principio, traté de mantener la distancia. Pensé que si me alejaba lo suficiente, podría controlarlo. Pero eso solo me hizo desearlo más. Solo me hizo darme cuenta de lo fácil que es perder el control cuando él está cerca. Como si la razón fuera una debilidad, como si solo quedara espacio para lo que siento p
DamonEl sacrificio de Cassie sigue pesando sobre mí, como una sombra que no puedo deshacerme. Cada vez que cierro los ojos, la veo allí, tomando decisiones por nosotros dos, enfrentando el peligro sin dudar, sin pedir permiso. Y aunque intento convencerme de que fue lo mejor, de que fue necesario, sé que la parte más difícil de todo esto no es lo que ella hizo, sino lo que eso significa para nosotros.Su sacrificio fue por mí. Pero en el fondo sé que ha sido por ambos. Y ese es el problema. No importa cuánto lo intente, nunca seré suficiente para alejarla de este mundo peligroso, del cual hemos estado intentando escapar, y al mismo tiempo, no puedo apartarme de ella. No puedo dejarla ir.Hay noches en las que me despierto en medio de la oscuridad, el rostro de Cassie en mi mente, y me pregunto si mi amor por ella es realmente un acto de salvación o de condena. Si estar con ella será lo que nos destruya, o lo que nos permita salvarnos el uno al otro. Es un pensamiento constante, una l
Último capítulo