La noche que respira muerte

El salón resplandecía con luces doradas, velas flotantes y copas de cristal que reflejaban las risas ajenas. Desde fuera, parecía una noche de celebración; desde dentro, el aire pesaba como si supiera lo que estaba por ocurrir.

Kaelion entró con Nixara a su lado y, tomada del brazo contrario, Isolde. Ella lucía impecable: vestido rojo, escote medido, perfume envolvente, sonrisa de reina. Nadie habría imaginado lo que escondía bajo esa calma. Su mano apretaba con sutileza la de su esposo, como si el gesto fuera de amor y no de despedida.

Vida la vio entrar y sintió un vuelco en el estómago. No por celos, sino por esa energía helada que arrastraban. Era imposible ignorarlo: Kaelion seguía siendo fuego, pero ahora caminaba atado a su propia sombra.

Zoe, desde el escenario, brillaba. Su voz llenaba el salón con naturalidad celestial. Silas la observaba con el orgullo silencioso de quien aún no comprende que su hija ya no pertenece del todo al mundo terrenal. Milah, junto a Vida, se acomod
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