Serena murió… o eso creyeron todos. En la noche más sangrienta del año, la Luna prometida del Rey Alfa fue declarada muerta tras un envenenamiento que rompió su vínculo y destruyó su destino. Su partida lo cambió todo: el Reino cayó en sombras, el trono quedó al borde del abismo… y un amor destinado fue enterrado con furia y silencio. Años después, ella regresa convertida en Lyra, sin recuerdos, con una nueva identidad… y con un hijo de poderes extraordinarios que nadie sabía que existía. Kael ya tiene esposa, aunque su corazón sigue encadenado al fantasma de Serena. Pero cuando mira a los ojos del niño, no puede negar la verdad que la manada no está lista para aceptar: el futuro del reino está en peligro. Mientras Kael se consume entre el deber, el deseo y la culpa, su hermano Rowan jura proteger a la mujer que tanto le recuerda a la que una vez amó en silencio. Un secreto puede destruirlo todo. Y Lysandra hará lo que sea por conservar el poder… incluso matar otra vez. En un mundo donde los lobos aman solo una vez, el pasado no muere y la traición tiene garras... ¿Es posible renacer si tu corazón ya fue enterrado?
Leer másCapítulo uno: La Maldición de la Luna
El silencio del bosque se rompía apenas por el murmullo de los árboles. La luna, alta y redonda, colgaba como un ojo vigilante sobre la espesura. En lo más profundo del bosque prohibido, una fogata crepitaba con llamas verdes, proyectando sombras danzantes sobre el rostro ajado de Morgana, la bruja del Reino del Norte. Estaba mezclando veneno de lobo por primera vez en quince años, y sus dedos corroídos por la poción le recordaron las uñas ennegrecidas de su madre cuando murió. —Tu vacilación me hace cuestionar la pureza de la sangre de la bruja. —La voz de Lysandra atravesó su columna como un picahielos. Ella es la matriarca de la tribu de lobos del norte, el lobo más temido del norte, y los colgantes de colmillos de lobo en su cabello tiemblan con cada respiración. Morgana notó que los dientes estaban especialmente pulidos: los dientes de leche de los cachorros de lobo. —Hazlo —ordenó con voz helada—. Ese vínculo entre Serena y Kael debe romperse esta misma noche. Morgana bajó los ojos hacia las raíces, hierbas y frascos que había dispuesto con cuidado. Conocía bien el veneno de lobo. No solo separaba a las parejas destinadas: destrozaba el alma, silenciaba al lobo interior, rompía la esencia del vínculo sagrado. Era una sentencia disfrazada de conjuro. —La poción puede matarla —murmuró con voz baja, la garganta cerrada por la culpa—. Es un veneno, Lysandra… Su cuerpo no lo resistirá. Su lobo podría quedar atrapado entre la vida y la muerte… o perderse para siempre. —Hace diez años, estrangulé la garganta de mi hijo biológico con mis propias manos porque quería fugarse con una prostituta humana—. Sus delgados dedos acariciaron los temblorosos omóplatos de la bruja, —¿Crees que seré bondadosa con esa chica salvaje? —replicó Lysandra con frialdad absoluta—. Mi nieta será Luna, y dará a luz al heredero que me pertenece por derecho. No voy a dejar que esa bastarda de sangre desconocida se robe el trono que es nuestro. —Pero Serena… —intentó decir Morgana. —¡Hazlo, o haré que tu familia desaparezca del mapa! —espetó Lysandra, acercándose con una mirada cargada de poder y amenaza. Morgana apretó los puños. Las imágenes de sus hijos, de su pequeño nieto, cruzaron por su mente como relámpagos. No podía arriesgar sus vidas. Con lágrimas secas y dientes apretados, comenzó a mezclar los ingredientes prohibidos mientras la luna ascendía aún más alto, como si presenciara con horror lo que estaba a punto de ocurrir. — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — Esa misma noche, en el corazón del territorio del clan, Kael —el Alfa más joven en la historia del Norte— abrazando a su futura Luna, Serena.. Kael enredó sus dedos en los rizos de Serena, el cabello rubio pálido fluía como miel en sus palmas. Captó agudamente el temblor de las pestañas de Serena, un pequeño movimiento que hacía cuando estaba nerviosa. —¡Kael! Basta —decía Serena entre risas suaves. Serena enterró su cara en su pecho y escuchó los latidos de su corazón. Éste es el ritmo que pertenece exclusivamente al Lobo Alfa. —Los ancianos volvieron a discutir hoy en la sala del consejo—, dijo con voz apagada—. Los escuché discutir... la posibilidad de reemplazar a tu Luna mientras pasaba por el pasillo...¿Crees que la anciana Lysandra me odie tanto? —No lo creo. Lo sé. Pero no importa. Te elegí a ti. No a su nieta. Y volvería a hacerlo mil veces más. —Sabías lo que arriesgabas… —murmuró ella. Años de entrenamiento, política y sangre habían formado a Kael en un Alfa sensato, fuerte e implacable. Su ascenso al trono fue meteórico y polémico. La ceremonia para elegir Luna había sido un escándalo. Recordaba el día exacto, y cómo había sentido a la nieta de Lysandra a su lado, nerviosa y confiada. Los ancianos esperaban que se girara hacia ella. Pero él caminó directo hacia Serena, vestida con sencillez, temblorosa entre la multitud. —Serena —dijo en voz alta—. Eres mi Luna destinada. Y la marcó delante de todos, sin pedir permiso. Lysandra no lo perdonó. —Sabía lo que ganaba —contestó Kael de vuelta al presente, besándola con ternura—. Nadie va a decidir por mí. Ni siquiera ella, aunque haya sido la loba que me crió como si fuera su propio hijo. Serena lo miró con sorpresa. —Entonces… ¿no son familia? —No de sangre. Lysandra era la Beta cuando mis padres murieron. Me acogió, me entrenó… pero todo tiene un precio. El suyo fue intentar imponerme su linaje. Quiere un nieto Alfa con su sangre. Y su nieta no me importa. —¿Y yo? —preguntó Serena, conteniendo el miedo. —Tú eres mi destino. Lo supe desde que te olí por primera vez. Aunque tu lobo apenas se asomara entre tus huesos. A ti te siento en la sangre, Serena. Como si fueras parte de mí desde antes de nacer. Ella lo besó, con los ojos cerrados y el alma entregada. De repente Kael la levantó y caminó hacia la cama. Aunque todavía faltaban algunos días para la ceremonia de Luna, no quería esperar ni un momento más. Él guió el beso, su aroma lleno de posesividad. No fue hasta que las uñas de Serena se clavaron en el tótem de su espalda debido a la dificultad para respirar que Kael retrocedió ligeramente. Presionó su frente contra Serena y dijo: —Incluso si se necesita la sangre de todos los rebeldes del Reino del Norte, nunca dejaré que nadie toque mi luna. Cuando Kael se durmió, Serena fue a la mesa a beber agua. La intensa sensación de mareo le dificultaba mantenerse en pie, como si innumerables agujas estuvieran recorriendo sus vasos sanguíneos. No sabía que este era el inicio de veneno de lobo, ni se dio cuenta de que un par de ojos color ámbar la estaban mirando: eran los guardias secretos en los que Lysandra confiaba más. Todo comenzó a girar. —Kael… —murmuró, apenas audible. Su cuerpo se desplomó. Kael se despertó repentinamente de su sueño. No tocó el cuerpo de su amante, sólo olió el olor a óxido en el aire. Vio a Serena acurrucada en el suelo con sangre saliendo de la comisura de su boca. —¡Médico! ¡Llame a un médico inmediatamente! —El rugido de Kael destrozó la vidriera. Cuando llevó a Serena a la cama, se horrorizó al ver que la marca en forma de media luna en la parte posterior de su cuello se estaba desvaneciendo: una señal de una conexión del alma rota. Médicos fueron convocados. Sabios, chamanes, curanderos. Nadie pudo explicar qué ocurría. Serena no dormía tranquilamente, su frente estaba cubierta de sudor, como si estuviera soportando un gran dolor. No importaba cómo la llamaba Kael, ella ya no respondía. —Su lobo está… desaparecido —dijo uno de ellos, temblando. —No… no… —murmuró—. ¿Dónde está tu aroma? ¿Dónde está nuestro lazo? La conexión se había desvanecido. —¿Muerto? —No. Es como si… hubiera sido arrancado. Durante días, Serena no comió, no habló, no abrió los ojos. Su cuerpo estaba presente, pero su alma… se estaba apagando. Kael no se movió de su lado. No comía, no dormía. Sostenía su mano como si al apretarla pudiera devolverle la vida. —Vamos, Luna mía —le susurraba—. Tienes que despertar. Aún no hemos bailado en la ceremonia. Aún no hemos corrido bajo la luna llena. Aún no has visto el lago donde quería construirte una casa. Nada respondía. —¡Ella es mi Luna! —gritó una noche, al borde de la desesperación—. ¡Tiene que serlo! Hasta que, una madrugada, el corazón de Serena se detuvo. Y con ese último latido… el alma del Alfa se rompió en mil fragmentos imposibles de recomponer.Capítulo Setenta y Tres. Las cenizas de lo que arde.El eco del juramento de Kael todavía flotaba en el aire cuando Lyra sintió el peso de tantas miradas sobre ellos.El salón destruido, el suelo cuarteado por garras y magia, los muros que habían presenciado siglos de historia… todo parecía contener la respiración.Rowan, aún sangrando, se mantuvo en pie. Su pecho subía y bajaba con dificultad, pero su mirada estaba firme.Por primera vez, la manada veía algo que no se construye con coronas ni rituales: un Alfa nacido del dolor, no de la imposición.Y todos, uno a uno, bajaron la cabeza.— — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — Kael, a su lado, no apartó la vista de su hermano.Su voz estaba rota, pero había una serenidad que antes no tenía.—No sé si podré perdonarme lo que casi hago —dijo, respirando hondo—. Pero si tengo que seguir… que sea como tu beta. Y como
Capítulo Setenta y Dos. La sombra que quiso devorar la LunaEl silencio que siguió al susurro oscuro se sintió más pesado que mil gritos.Kael, de rodillas, alzó la cabeza.Sus ojos dorados, aún húmedos por las lágrimas, parpadearon… y algo negro, como humo viviente, se deslizó en sus pupilas.Rowan dio un paso atrás, el instinto alfa gritando peligro.Lyra sintió un escalofrío recorrerle la columna.Esa mirada… ya no era solo Kael.Era algo más.Algo roto.Algo que respiraba odio puro.Kael se puso de pie lentamente.Su respiración era irregular. La magia oscura chispeaba alrededor de su piel, dejando líneas negras que parecían grietas en un corazón que ya había sufrido demasiado.—Hermano… —susurró Rowan, intentando llegar a él—. Kael, lucha contra eso. ¡Eres más fuerte que cualquier maldición!Kael ladeó la cabeza.Y por un instante, pareció que iba a responder.Pero en lugar de eso, gruñó.Un rugido grave, cargado de dolor, de rabia, de esa voz oscura que le susurraba:"Si no pued
Capítulo Setenta y Uno. Donde la sangre encuentra la sangreEl rugido de Kael hizo temblar las piedras del castillo.Su lobo dorado emergió, enorme, radiante… pero esa luz ardía con una furia desesperada, no con la dignidad de un rey.Rowan apenas tuvo tiempo de transformarse de nuevo, huesos quebrándose y rearmándose, hasta que su lobo oscuro —más grande ahora, más imponente— le hizo frente.El choque de ambos fue brutal.Pelaje contra pelaje. Garra contra garra.Un estrépito que retumbó en cada muro, haciendo caer trozos de piedra y polvo.La manada entera los miraba, paralizada.Porque aquello no era solo una pelea.Era la verdad reclamando su lugar.Lyra quiso correr hacia ellos, pero Morgana le sostuvo el brazo con fuerza.—¡No! —ordenó la bruja, la voz áspera como el viento de invierno—. Si intervienes, romperás el equilibrio del juicio.—¡Se matarán! —gritó Lyra, su corazón destrozándose con cada zarpazo.—Este es el precio —dijo Morgana, con dolor en los ojos—. El precio de la
Capítulo Setenta. El verdadero Alfa.El rugido de Rowan sacudió los muros del castillo.El aire se quebró como vidrio, vibrando con una fuerza antigua, más vieja que el propio linaje real.Frente a todos, Rowan había dejado de ser solo un hombre marcado por el silencio y la culpa.Su lobo se alzó gigantesco, de pelaje negro azabache, con destellos plateados corriendo por su melena como relámpagos. Sus ojos, de un gris profundo, brillaban con la autoridad salvaje de quien nació para mandar.Kael se quedó helado. Su propio lobo dorado rugía dentro de él, pero por primera vez no encontró el coraje para atacar.Porque, aunque era Alfa, algo más antiguo que él se inclinaba ante esa presencia.Rowan giró su enorme cabeza hacia Lyra. Ella no retrocedió. Sus ojos se encontraron y, sin palabras, ella supo: ese lobo no solo era Rowan. Era el eco de un pasado borrado, un trono nunca reclamado… y una unión que ni el veneno ni el tiempo habían roto por completo.— — — — — — — — — — — — — — — — — —
Capítulo Sesenta y Nueve. Dos hermanos lobos y una sola llama.El estruendo del choque resonó por todo el ala este.El rugido de Kael, profundo como un trueno, se mezcló con el gruñido desgarrado de Rowan.Dos hermanos. Dos Alfas. Dos dolores distintos, encontrados en el filo del mismo destino.Lyra gritó sus nombres. Nadie escuchó.El suelo tembló bajo sus pies cuando Kael embistió a Rowan, haciéndolo chocar contra un muro de piedra. Pedazos de yeso llovieron alrededor, como una tormenta de ruinas.—¡Basta! —gritó ella, su voz cargada de la Luna que latía en su sangre—. ¡Deténganse! ¡Kael! ¡Rowan!Pero la furia no obedece a la razón.— — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — Desde el pasillo, Solene llegó corriendo. Sus ojos vieron lo que temía: a Kael convertido en pura rabia, a Rowan resistiendo sin ceder.Se cubrió el pecho, con el corazón desbocado.Ewan llegó
Capítulo Sesenta y Ocho. La verdad y la furiaEl castillo entero parecía contener el aliento.Lyra había regresado con Liam en brazos, cubierta de tierra, polvo lunar y cenizas de oscuridad. Rowan y Kael la escoltaban, cada uno a un lado, heridos pero firmes. Nadie dijo nada cuando entraron por las puertas principales. No hacía falta.El niño estaba a salvo.Y la Luna había despertado por completo.Ewan fue el primero en acercarse. Revisó a Liam con delicadeza, murmurando palabras tranquilizadoras. Solene se arrodilló también, acariciando el rostro de su sobrino con un cuidado que no se permitía mostrar con nadie más.—Estoy bien —aseguró Liam, valiente como siempre—. Mamá me salvó. Como siempre.Kael tragó saliva al escucharlo. Rowan apretó los puños a su lado. Lyra lo abrazó con más fuerza, sin decir nada aún.— — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — Horas despué
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