Mundo ficciónIniciar sesiónIsabela necesita mantener su beca y pagar la carrera de Arquitectura, así que acepta un trabajo como asistente personal de un CEO frío, controlador y atractivo. Lo que no espera es caer en la trampa de una noche que cambia su vida. Noah, marcado por un pasado que lo hizo jurar jamás tener hijos, despierta con más que remordimientos: miedo. Cuando Isabela descubre que está embarazada, decide continuar sola, aunque por dentro se desmorona. Él intentará reparar lo irreparable. Ella querrá demostrar que no necesita que nadie la salve. Entre contratos, ternura inesperada y deseo contenido, ambos aprenderán que a veces los errores perfectos son el comienzo de una historia que si vale la pena.
Leer másLa sala de Matías no se parecía a ninguna oficina que Noah hubiera pisado en su vida. No había escritorio imponente, ni sillones de cuero, ni ventanas con vista a la ciudad. Solo dos butacas sencillas frente a una ventana que daba a un pequeño jardín donde los árboles se movían suavemente con la brisa de la tarde. Matías llevaba una camisa de algodón sin corbata, pantalones de tela común. Nada que impresionara, nada que intimidara.Noah entró con el saco en la mano, como si no hubiera decidido completamente quedarse.—¿Dormiste algo después del hospital? —preguntó Matías, señalando la butaca de siempre.—Un par de horas. No fue gran cosa.—Para ti, fue algo. Si no, no estarías aquí.Noah se sentó sin apoyar la espalda, como listo para salir en cualquier momento. Matías lo notó pero no hizo comentarios. Después de tres años de sesiones, conocía esos gestos.—Vine porque... no quiero volver a hacer lo mismo.—¿Huir?—Eso.El silencio se extendió entre ellos, no incómodo sino necesario.
La doctora ajustó el transductor una última vez, presionando con cuidado sobre el gel que se había enfriado contra la piel de Isa. La pantalla parpadeó, las formas grises se reorganizaron, y entonces apareció: un punto que latía, débil pero rítmico, como un faro pequeño en medio del océano—El bebé está bien —dijo la doctora con voz neutra, profesional—. Necesitas reposo, tres días Isabella. Hidrátate bien, come como corresponde, y regresa en una semana. Vamos a tomar análisis de sangre, no me extrañaría una anemia. Si el sangrado aumenta o el dolor se intensifica, debe regresar inmediatamente.Isa apenas logró susurrar:—Gracias.Cuando la doctora salió de la habitación, dejando solo el sonido del monitor y el zumbido de las luces fluorescentes, Isa se quebró. No era dolor físico lo que la hacía llorar: era miedo puro, el terror de haber estado tan cerca de perder algo que no sabía cuánto quería hasta que estuvo a punto de desaparecer. Sofía la abrazó sin decir nada, dejando que las
La cadena de seguridad se movió apenas dos centímetros cuando Isa la deslizó. Noah estaba empapado bajo la luz del pasillo, el cabello húmedo pegado a la frente. Llevaba una camisa que había perdido su forma perfecta y dos carpetas bajo el brazo que protegía del agua.—No traje papeles para comprar nada —dijo con voz suave pero fría—. Traje un dato.Isa estudió su rostro a través de la rendija. Algo había cambiado en él. No era la arrogancia de siempre, tampoco la desesperación del hombre que había enviado un abogado. Era algo más calculado. Más frío.Noah alzó una carpeta con el logo de un laboratorio genético. El papel crujió húmedo entre sus dedos.—No soy tu conejillo de indias. No iré a ningún laboratorio. Habla.—Prueba de paternidad prenatal no invasiva. Tu sangre y la mía. Sin riesgo para ti o el bebé. El resultado estará listo solo en días.Isa sintió que algo helado se extendía por su pecho, pero mantuvo la voz firme.—¿Estás dudando de mí?—Quiero tener certeza. No quiero c
El té se había enfriado mientras Isa tecleaba en el Excel. La lluvia tamborileaba suave contra la ventana de su departamento, creando un ritmo hipnótico que se mezclaba con el sonido de sus dedos sobre el teclado. La planilla brillaba en la pantalla con sus columnas perfectamente organizadas: gastos médicos, vitaminas prenatales, ropa de maternidad. Ahora agregaba una línea nueva: "Fondo legal". Separó un monto simbólico de sus ahorros. Por si acaso.Su teléfono vibró con un mensaje de Sofía: "¿Dormiste bien?"Isa respondió sin levantar la vista de la pantalla: "Lo justo. Hoy puedo con todo."Y lo decía en serio. Se había levantado con una claridad extraña, como si hubiera cruzado una línea invisible durante la noche. Decidida. Sin miedo. Sin pedir permiso a nadie. Había algo liberador en haber tomado la decisión por sí misma, sin consultar, sin buscar aprobación. El bebé crecía dentro de ella, y eso era lo único que importaba.Cerró la computadora y se duchó con calma. Eligió su ropa
La tarde gris se filtraba por las cortinas del departamento cuando la tetera comenzó a silbar. Isabela levantó la vista de su computador, donde tenía abierto el archivo de Excel que se había vuelto su brújula: "Fondo_Bebé". Los números eran claros: el mes cerraba justo, pero cerraba.Había creado una hoja nueva tres días atrás, después de la visita al hospital. Vitaminas prenatales, consultas médicas, ropa que tendría que comprar en los próximos meses. Cada mpvimiento calculado, cada gasto proyectado. Era su forma de mantener el control cuando todo lo demás se tambaleaba.Sofía llegó con una bolsa de papel que contenía pan fresco y frutas. No preguntó nada al entrar, solo se dirigió a la cocina y comenzó a preparar té para ambas. Conocía esa rutina: cuando Isa tenía el Excel abierto en la mesa del comedor, significaba que necesitaba hablar de números para procesar emociones.—¿Cómo va el presupuesto? —preguntó Sofía, sentándose frente a ella.—Ajustado, pero aún manejable —respondió I
La mañana entró sin hacer ruido. Isabela abrió el notebook, tomó un sorbo de té y cargó su archivo de presupuesto. Un par de casillas verdes, números en orden. Añadió sus vitaminas, el transporte hospital, y los snacks que había comprado para no caer en la tentación de la máquina expendedora de golosinas. Guardó los avances, ignorando un pequeño mareo que pasó como una corta oleada. Dejó que el aire entrara por la ventana abierta, se asomó unos segundos para respirar, y una vez que volvió a sentirse firme, cogió la mochila, su lonchera, y salió.Por su parte. Noah había decidido no insistir con Isa. No iba a ofrecer más ayudas porque había quedado claro que Isa deseaba mantener la distancia. Y estaba bien, de alguna forma se lo merecía por haberse portado como un bastardo. Pero Noah tampoco conocía otra forma de actuar, no sabía lidiar con sentimientos más profundos, así que su relación con Isabela sería lo que debía ser: Trabajo y silencio.Estaba listo para asumir esta decisión, ha
Último capítulo