Isabela necesita mantener su beca y pagar la carrera de Arquitectura, así que acepta un trabajo como asistente personal de un CEO frío, controlador y atractivo. Lo que no espera es caer en la trampa de una noche que cambia su vida. Noah, marcado por un pasado que lo hizo jurar jamás tener hijos, despierta con más que remordimientos: miedo. Cuando Isabela descubre que está embarazada, decide continuar sola, aunque por dentro se desmorona. Él intentará reparar lo irreparable. Ella querrá demostrar que no necesita que nadie la salve. Entre contratos, ternura inesperada y deseo contenido, ambos aprenderán que a veces los errores perfectos son el comienzo de una historia que si vale la pena.
Ler maisEl té se había enfriado mientras Isa tecleaba en el Excel. La lluvia tamborileaba suave contra la ventana de su departamento, creando un ritmo hipnótico que se mezclaba con el sonido de sus dedos sobre el teclado. La planilla brillaba en la pantalla con sus columnas perfectamente organizadas: gastos médicos, vitaminas prenatales, ropa de maternidad. Ahora agregaba una línea nueva: "Fondo legal". Separó un monto simbólico de sus ahorros. Por si acaso.Su teléfono vibró con un mensaje de Sofía: "¿Dormiste bien?"Isa respondió sin levantar la vista de la pantalla: "Lo justo. Hoy puedo con todo."Y lo decía en serio. Se había levantado con una claridad extraña, como si hubiera cruzado una línea invisible durante la noche. Decidida. Sin miedo. Sin pedir permiso a nadie. Había algo liberador en haber tomado la decisión por sí misma, sin consultar, sin buscar aprobación. El bebé crecía dentro de ella, y eso era lo único que importaba.Cerró la computadora y se duchó con calma. Eligió su ropa
La tarde gris se filtraba por las cortinas del departamento cuando la tetera comenzó a silbar. Isabela levantó la vista de su computador, donde tenía abierto el archivo de Excel que se había vuelto su brújula: "Fondo_Bebé". Los números eran claros: el mes cerraba justo, pero cerraba.Había creado una hoja nueva tres días atrás, después de la visita al hospital. Vitaminas prenatales, consultas médicas, ropa que tendría que comprar en los próximos meses. Cada mpvimiento calculado, cada gasto proyectado. Era su forma de mantener el control cuando todo lo demás se tambaleaba.Sofía llegó con una bolsa de papel que contenía pan fresco y frutas. No preguntó nada al entrar, solo se dirigió a la cocina y comenzó a preparar té para ambas. Conocía esa rutina: cuando Isa tenía el Excel abierto en la mesa del comedor, significaba que necesitaba hablar de números para procesar emociones.—¿Cómo va el presupuesto? —preguntó Sofía, sentándose frente a ella.—Ajustado, pero aún manejable —respondió I
La mañana entró sin hacer ruido. Isabela abrió el notebook, tomó un sorbo de té y cargó su archivo de presupuesto. Un par de casillas verdes, números en orden. Añadió sus vitaminas, el transporte hospital, y los snacks que había comprado para no caer en la tentación de la máquina expendedora de golosinas. Guardó los avances, ignorando un pequeño mareo que pasó como una corta oleada. Dejó que el aire entrara por la ventana abierta, se asomó unos segundos para respirar, y una vez que volvió a sentirse firme, cogió la mochila, su lonchera, y salió.Por su parte. Noah había decidido no insistir con Isa. No iba a ofrecer más ayudas porque había quedado claro que Isa deseaba mantener la distancia. Y estaba bien, de alguna forma se lo merecía por haberse portado como un bastardo. Pero Noah tampoco conocía otra forma de actuar, no sabía lidiar con sentimientos más profundos, así que su relación con Isabela sería lo que debía ser: Trabajo y silencio.Estaba listo para asumir esta decisión, ha
La lluvia rebotaba contra los ventanales como moneditas impacientes. A esa hora, el piso cuarenta era un esqueleto de vidrio: monitores apagados, tazas frías, sillas empujadas a medias. El zumbido del neón llenaba el aire como una cuerda tensa.Semana 1Isabela despertó antes del amanecer. El departamento olía a pan tostado y a té, no a café. Puso la taza a su lado derecho, abrió el notebook y respiró hondo. En la pantalla apareció PLAN_ISA.xlsx.Hoja Presupuesto_Trimestre1: columnas limpias, anchas, con formato de moneda. Fecha | Concepto | Monto | Categoría | Método | Saldo. Hoja Fondo_Bebé: Fecha | Depósito | Acumulado. La exactitud de los números le calmó el pulso.Anotó lo obvio: arriendo, universidad, materiales. Añadió lo nuevo sin adornos: vitaminas, ecografía en hospital público, transporte al hospital. A la derecha, una casilla verde parpadeaba: "Regla 1: no Uber". Otra más: "Lonchera todos los días". Abrió el cajón y metió un sobre vacío con la etiqueta "fondo". Cerrar la b
La lluvia rebotaba contra los ventanales como si quisiera atravesarlos a cabezazos. A esa hora, el piso cuarenta era un esqueleto de vidrio: monitores apagados, tazas frías, sillas empujadas a medias. El zumbido del neón llenaba los huecos entre palabra y palabra.—Falta anexar el cuadro comparativo de plazos —dijo Noah, sin levantar la mirada del dossier.—Ya está en tu correo —respondió Isa—. Y en papel, porque confío más en eso que en tu servidor.Pasó la página. El índice golpeó dos veces el borde. Tic de cansancio. Por fuera, seguía siendo piedra. Isa, que ya le había contado los latidos temblorosos en la oscuridad, le veía la grieta: la vena del cuello marcada, ese respirar contenido que roza la ansiedad, el gesto de apretar los dientes para fingir que no duele.El archivo que faltaba estaba arriba del estante. Isa abrió la escalera metálica, subió dos peldaños, estiró el brazo. El cuerpo se inclinó apenas.Unas manos le sujetaron la cintura. Firmes. Cálidas.—Cuidado —la voz de
El café sabía amargo. Isabela lo bebió igual, de pie frente al lavaplato, una mano en la taza y la otra en el celular. La pantalla iluminaba su cara aún somnolienta mientras el puntito rojo del calendario titilaba como una alarma silenciosa.Ciclo: 32 días.Faltaban cinco. O sobraban cinco. Maldición.Cerró la app con más fuerza de la necesaria. “Estrés”, se dijo en voz alta, como si nombrarlo lo hiciera real. “Estrés, falta de sueño, café quemado, un jefe que respira control”. Todo menos lo obvio. Todavía no. No iba a darle ese poder a un retraso cualquiera.El mensaje de Sofía entró como un empujón suave:Sofi: ¿Vives? ¿Ya le mordiste la yugular al CEO o te domesticó?Isa: Vivo. Y nadie me domestica. Te cuento después.Sofi: Okey, loba. Cuídate. Y come. (Sí, soy tu mamá ahora).Isabela soltó una sonrisa torcida y dejó el celular junto a la taza. Se vistió con movimientos mecánicos: pantalón negro, blusa verde botella más holgada que ayer, por si acaso. Sujetador cómodo, nada de enca
Último capítulo