La mañana entró sin hacer ruido. Isabela abrió el notebook, tomó un sorbo de té y cargó su archivo de presupuesto. Un par de casillas verdes, números en orden. Añadió sus vitaminas, el transporte hospital, y los snacks que había comprado para no caer en la tentación de la máquina expendedora de golosinas. Guardó los avances, ignorando un pequeño mareo que pasó como una corta oleada. Dejó que el aire entrara por la ventana abierta, se asomó unos segundos para respirar, y una vez que volvió a sentirse firme, cogió la mochila, su lonchera, y salió.
Por su parte. Noah había decidido no insistir con Isa. No iba a ofrecer más ayudas porque había quedado claro que Isa deseaba mantener la distancia. Y estaba bien, de alguna forma se lo merecía por haberse portado como un bastardo. Pero Noah tampoco conocía otra forma de actuar, no sabía lidiar con sentimientos más profundos, así que su relación con Isabela sería lo que debía ser: Trabajo y silencio.
Estaba listo para asumir esta decisión, ha