La cadena de seguridad se movió apenas dos centímetros cuando Isa la deslizó. Noah estaba empapado bajo la luz del pasillo, el cabello húmedo pegado a la frente. Llevaba una camisa que había perdido su forma perfecta y dos carpetas bajo el brazo que protegía del agua.
—No traje papeles para comprar nada —dijo con voz suave pero fría—. Traje un dato.
Isa estudió su rostro a través de la rendija. Algo había cambiado en él. No era la arrogancia de siempre, tampoco la desesperación del hombre que había enviado un abogado. Era algo más calculado. Más frío.
Noah alzó una carpeta con el logo de un laboratorio genético. El papel crujió húmedo entre sus dedos.
—No soy tu conejillo de indias. No iré a ningún laboratorio. Habla.
—Prueba de paternidad prenatal no invasiva. Tu sangre y la mía. Sin riesgo para ti o el bebé. El resultado estará listo solo en días.
Isa sintió que algo helado se extendía por su pecho, pero mantuvo la voz firme.
—¿Estás dudando de mí?
—Quiero tener certeza. No quiero c