Katerina es una viuda de treinta años que lleva una vida recatada y solitaria, con un comportamiento aceptable dentro de su círculo social. Giovanni es un joven de veinticinco años, que viene de una ciudad podrida donde los poderosos explotan a los más vulnerables. Está solo y desamparado, tratando de salir del fango y de la explotación sexual. Un sueño y una herencia serán sus motivos para unir sus vidas; mas los sentimientos, la pasión y el sexo podrían cambiar el curso de su plan. Un exprostituto a quien no le importa el qué dirán; una viuda que debe mantener las apariencias. ¿Qué pasará cuando un trato matrimonial se convierta en una trampa pasional?
Leer másKaterina lleva una vida tranquila y reservada, marcada por la viudez y las miradas escrutadoras de una ciudad arcaica donde todos hablan de todos. Jamás imagina que, al ayudar a un joven tirado en la calle, está abriendo las puertas no solo a un desconocido… sino a la tentación.
Aquella mañana, un ruido en la cocina la pone en alerta. Armándose de valor y de un b**e de hierro, camina por el pasillo con las manos temblorosas.
—¿Qué piensas hacer con ese b**e? —la sorprende una voz grave.
Gira la cabeza y lo ve. Un hombre joven, completamente desnudo, la observa con descaro. El b**e se le resbala de las manos.
—¡¿Por qué estás desnudo en mi casa?! —grita, tapándose los ojos.
—Tú me desnudaste, ¿acaso lo olvidaste?
Su mente se nubla. Retazos de la noche anterior se mezclan como piezas de un rompecabezas. ¿Lo soñó… o no?
Él sonríe con una confianza que la desarma. Cuando ella intenta retroceder, termina tropezando, y el desconocido la atrapa entre sus brazos con facilidad. Su cercanía la hace temblar.
—Buenos días, salvadora. Preparé café y tostadas —dice él, con un aroma a café escapando de sus labios.
Katerina lo mira atónita. Tiene un rostro angelical, pero aquella sonrisa traviesa es puro demonio.
—Eres real entonces, pero ¿cómo? —susurra perdida en un trance extraño del cual necesita despertar, pero que, por alguna razón, se siente bien estar así.
«Esto debe ser obra del mismísimo Satanás, no puede ser otra cosa», piensa mientras observa la hermosa sonrisa que se ha dibujado en el rostro del joven, que al parecer hace lo mismo que ella: la observa con curiosidad y otra expresión rara y malvada que ella no logra identificar.
—No entendí lo que dijiste, pero lo tomaré como los "buenos días" que no me has dado. Preparé café y tostadas. Iba a hacer panqueques, pero no tienes. ¿Cómo te gusta que te lo hagan?
—¿Ah? ¿Que me hagan qué? —inquiere confundida.
Él agranda los ojos al notar que ella no entendió su doble sentido. Por alguna razón, esa inocencia le provoca interés y unas ganas enormes de corromper a esa mujer que se ve que no ha vivido mucho.
—¿Cuántos años tienes que vives aquí sola? —pregunta sin dejar de mirarla maravillado. Ella es tan diferente a las mujeres que está acostumbrado a tratar, que le provoca una curiosidad inmensa y ganas de saber todo acerca de ese extraño y casto ser.
—Tengo treinta años. Los cumplí hace unas semanas. Me imagino que tú aún no los cumples.
—¿Tienes cuánto? ¿Me estás jodiendo? ¡Si pareces menor que yo! —Él empieza a reír.
—No parezco menor que tú, a leguas se te ve lo bebé.
—Es que luces tan inocente que creí que eras una de esas chicas virginales que nunca han visto una verga en su vida. Pero eres toda una mujer.
—¿Por qué tienes que hablar así?
—¿Hablar cómo?
—De esa forma tan indecente.
—¿Quién eres? ¿La policía del lenguaje?
—Olvídalo —resopla molesta—. Por cierto, no me has dicho tu edad.
—Puta madre, es cierto. Tengo veinticinco malditos años, pero al parecer poseo más mundo que tú, muñequita de porcelana. No me digas que eres de esas mujeres solteronas que se creen tan santas y perfectas, que se les van los años vistiendo santos, mas después andan desesperadas por una buena verga que les rompa la cueva.
—¡Ah! ¡Vete de mi casa, indecente! —Ella le golpea el pecho con los puños, pero sus golpes son como caricias para él y su reacción es estallar en carcajadas.
—Eres tan tierna que me dan ganas de comerte. A ti no te cobraría nada.
—¿Ah? ¿De qué hablas? —pregunta con cara de asco.
—Nada que una muñequita casta como tú entendería. ¿Por qué no desayunamos? Tengo tanta hambre que ya me antojé de comerte a ti. —Se lame los labios y la mira como si ella fuese un delicioso manjar.
—Deja de bromear así, indecente.
—¿Por qué? No me digas que te pongo caliente.
—¿Podrías bajarme, por favor? —pide ella, tratando de no perder la compostura.
—Bien... —Él la devuelve al piso. Ella se cruza de brazos y evita a toda costa mirar la palpitante erección que le está apuntando, entonces agranda los ojos y lo encara con indignación.
—¡Tuviste una erección conmigo encima!
—Te dije que me dieron ganas de comerte. Siéntete privilegiada, eran muchos los trucos que tenía que utilizar para lograr excitarme con ciertas damas. Fíjate, contigo sucedió de manera natural y espontánea.
—¿De qué estás hablando? ¿Por qué no te vas a poner ropa?
—No tengo.
Katerina lo mira de mala gana y se da la vuelta, entonces se dirige a la habitación que perteneció a ella y a su difunto esposo, con la esperanza de encontrar alguna vestimenta allí. Minutos después, ella regresa a la cocina, pero no lo encuentra. Se dirige a la sala, mas este no está ahí tampoco.
Suspira de alivio al creer que ese loco se marchó y sirve del café que él preparó y que huele tan bien. Se sienta frente a la ventana y todo el contenido de su boca le cae encima, al ella escupirlo debido a la impresión.
Todo por culpa de la imagen más atrevida, peligrosa y sensual que haya visto en su vida: en su patio, un chico de cabellera rubia y rizada, ojos verdes y cuerpo atlético se echa agua con una manguera en todo el cuerpo desnudo, con una lentitud y picardía que pareciera sacado de una fantasía erótica.
Katerina pone la taza sobre la mesa de manera brusca, salta de la silla con temblores en todo el cuerpo y corre fuera de la cocina, tan agitada que le resulta difícil respirar.—¡¿Qué crees que estás haciendo?! ¡¿Te has vuelto loco?! —Mira a su alrededor, alterada y temerosa. Este, en cambio, la observa como si de una loca se tratara.—Oye, ¿estás bien? Parece que vas a colapsar en cualquier momento —comenta de lo más natural mientras cierra el grifo conectado a la manguera.—¡¡Tápate!! —Ella se aprieta el cabello por la frustración, bajo la atenta mirada de él, quien luce confundido.—No tengo con qué taparme.Ella lo agarra por el brazo y lo regresa adentro de la casa a rastras.—¡Ven conmigo!—Claro que sí, cariño; contigo iría hasta el mismo infierno si me lo pides —contesta con flirteo.—No coquetees conmigo.—¿Por qué? —Él acerca su rostro al de ella.—Porque no me gustan los hombres coquetos.—Buen dato. Pero es que yo soy coqueto por naturaleza; sería como pedirle a un perro q
—¿Por qué ese hombre te miró con ganas de comerte? ¿Acaso le estabas coqueteando? Yo te amo mucho, Katerina, pero no permitiré que me seas infiel en mi propia cara.El terror se adueña de la joven, quien empieza a negar con sacudidas de cabeza nerviosas.—Le juro que yo no hice nada. Ni siquiera noté que ese hombre me miraba porque no le prestaba atención. Se lo juro, yo no he hecho nada. —De rodillas frente a él, llora desconsolada su infortunio.—Algo debiste hacer para que él te deseara. Puede que la ropa que escogiste no haya sido lo suficientemente ancha y por eso le provocaste lujuria a ese señor, mujer desvergonzada. La próxima vez te pones un vestido más largo y ancho, ya que solo yo debo disfrutar de tus atributos. ¡¿Me entiendes?!—¡Sí! Haré lo que me diga, pero no me pegue, por favor. —Implora con el rostro en el suelo y lleno de lágrimas.—Lo siento, pero debo hacerlo por el bien de nuestro matrimonio. —Dicho esto, sostiene la correa que se había quitado del pantalón y la
Los golpes de varios hombres no son suficientes para detenerlo, ya que él pelea con todas sus fuerzas, poniendo en práctica la habilidad de luchar que adquirió en Cinsy.Casi los vence a todos, pero el golpe en su cabeza lo hace caer al polvoroso pavimento. Escucha la tabla resonar cerca de su oído, lo que significa que la han tirado a su lado.—¿Deberíamos lanzarlo al mar? —pregunta uno de ellos.—Quizás... —Escucha cerca de él. Se queda a la expectativa de lo que le sucederá y maquina alguna forma de salir ileso de allí.—Es mejor que nos aseguremos de que muera, él podría ir con las autoridades y denunciarnos —recomienda otro de ellos.—¿Con qué lo matamos? —Todos miran sus manos carentes de armas, puesto que no tuvieron chance de hacerse de una, debido a que las empleadas de la cocina no los dejaron entrar allí y el joven ya estaba saliendo del barco.—Mira aquella piedra, aplastémosle la cabeza con ella —propuso el hombre de seguridad que había ayudado a Giovanni.Todos miran hac
Katerina llega a la actividad que prepara la fábrica textil sin fines de lucro, para colectar las donaciones de los más pudientes destinadas a las obras de caridad.Después de una tarde llena de música de antaño, con cantantes ya retirados, una gran cena es lo último que se les ofrece a los donadores.Con porte erguido y vestuario elegante, aunque no adecuado para su edad y forma del cuerpo, Katerina representa a su difunto esposo en dicha actividad.Como cada año desde su muerte, una persona es encargada de dar un discurso en su honor, resaltando el gran hombre que fue este señor y la falta que les hace a todos los habitantes de Lilibor.Aburrida y hastiada de la misma cantaleta de cada año, Katerina lucha contra el sueño que dicha actividad le provoca y hace un esfuerzo sobrehumano para prestarle atención a los parloteos de las señoras influyentes del pueblo, que, cabe destacar, son unas amargadas y chismosas.De forma disimulada, la viuda de Koch observa todas las mesas.¿Por qué t
Después de recuperarse de aquella paliza, Giovanni busca un empleo para cubrir sus gastos y supuestas deudas, pero nadie lo contrata. Cansado de no obtener resultados, decide aceptar la propuesta de su tío.—Es la mejor decisión que has podido tomar —celebra Víctor mientras enciende un cigarrillo.—¿Cuándo empiezo? —pregunta de mala gana.—La señora Bellone ha estado preguntando por ti. Ha sido difícil complacerla, debido a que no quiere a otro acompañante. Le pediré el doble, estoy seguro de que pagará lo que sea por volver a tenerte entre sus piernas.Giovanni hace una mueca de asco. Aquella mujer es adicta al sexo oral; sin embargo, la higiene no es algo que la caracterice.—No quiero a esa cliente —replica él con firmeza, ganando la expresión de desconcierto de su tío.—¿Ahora escogerás tú a tus clientas? Te acepté que solo fueras el puto de mujeres, pero esto de no querer trabajar con mis mejores usuarias no lo permitiré.—Entonces no incluiré todos los servicios. Con ella sería
—Katerina, ¿por qué no hemos recibido el dinero del mes? —La voz de su hermana suena molesta a través del teléfono.Katerina suspira con hastío y se aclara la garganta antes de contestar.—Tuvimos un problema en el sistema de finanzas, por lo que hubo un retraso en todas las transacciones de este mes.—¿No podías mandarlo tú? ¡Sabes cómo necesitamos ese dinero! No se puede ser tan desconsiderada.Katerina resopla ante la ignorancia de su hermana, pero no tiene ánimo para discutir.—¿Cómo está mamá? ¿Sigue enferma? —cambia el tema a uno que realmente le interesa.—Ella está bien, pero le urge el dinero.—Entiendo, te prometo que llegará pronto. ¿Y cómo están los mellizos? Supongo que ya terminarán la secundaria. Me gustaría traerlos a la ciudad para que asistan a la universidad.—Katerina, ¿cuándo enviarás el dinero para decirle a mamá?La tristeza la invade al sentirse sola, puesto que a ellos solo les importa el dinero que pueden obtener de ella.—Haré todo lo posible para que les ll
Último capítulo