Katerina llega a la actividad que prepara la fábrica textil sin fines de lucro, para colectar las donaciones de los más pudientes destinadas a las obras de caridad.
Después de una tarde llena de música de antaño, con cantantes ya retirados, una gran cena es lo último que se les ofrece a los donadores.
Con porte erguido y vestuario elegante, aunque no adecuado para su edad y forma del cuerpo, Katerina representa a su difunto esposo en dicha actividad.
Como cada año desde su muerte, una persona es encargada de dar un discurso en su honor, resaltando el gran hombre que fue este señor y la falta que les hace a todos los habitantes de Lilibor.
Aburrida y hastiada de la misma cantaleta de cada año, Katerina lucha contra el sueño que dicha actividad le provoca y hace un esfuerzo sobrehumano para prestarle atención a los parloteos de las señoras influyentes del pueblo, que, cabe destacar, son unas amargadas y chismosas.
De forma disimulada, la viuda de Koch observa todas las mesas.
¿Por qué t