Mundo ficciónIniciar sesiónIsabelle Hartley, conocida por pocos como Belly, regresa a York para cumplir una promesa que no eligió: casarse con uno de los hermanos Moore, mellizos herederos de dos imperios que sueñan con fusionarse a través de su unión. Desde que eran niños, Noah Moore fue su protector, su primer amor, el alma luminosa que ella siempre recordó. Ahora convertido en el carismático líder de la empresa familiar, Noah sigue siendo irresistible… pero también incapaz de entregarse por completo. James aun mas irresistible, el hermano silencioso que nunca compitió, ha construido su propio imperio desde las sombras. Nadie lo ha visto. Excepto Belly. Para él, ella nunca dejó de ser destino. A medida que las expectativas familiares se entrelazan con pasiones reprimidas y verdades ocultas—incluido el pasado secreto de Isabelle como hija robada—Belly se enfrenta al dilema que decidirá su futuro: ¿ceder al amor que la marcó o elegir al hombre que la ha estado esperando? En una historia de alianzas estratégicas, ambiciones rotas y emociones intensas, Isabelle descubrirá que los imperios pueden fundirse... pero el corazón solo pertenece a quien lo elige todos los días. **Y ella elegirá el amor que la eligió.**
Leer másLa Mansión Moore se encontraba impecable, bañada por los últimos rayos de sol de la tarde, como si se hubiera vestido para la llegada de alguien importante. Los jardineros repasaban cada borde, los encargados de servicio acomodaban copas, y Evelyn Moore caminaba de un lado a otro revisando detalles con precisión obsesiva.
Gregory Moore se encontraba en la biblioteca, hojeando informes de inversión, mientras Noah se mantenía en su habitación, aparentemente descansando antes de la cena. James, por su parte, cruzaba el jardín aún con el teléfono en una mano, voz baja pero firme en medio de una llamada corporativa. Vestía pantalones oscuros, camisa blanca abierta en el cuello, sin chaqueta, con el cabello ligeramente despeinado por la brisa. Imponente sin esfuerzo. Fue él quien la vio primero. El auto negro se detuvo en la entrada de la mansión. Isabelle Hartley bajó con elegancia natural, vestida con un conjunto de viaje beige que realzaba su figura delicada. Al ver a James, alzó la mano en un gesto espontáneo y luminoso. James cortó la llamada de inmediato, guardó el móvil en el bolsillo y caminó hacia ella con paso seguro. —Belly —sonrió—. No sabía que llegarías tan temprano. Isabelle se acercó sin pensar. El abrazo fue breve, cálido, como el reencuentro entre dos piezas que nunca terminaron de separarse. —Lo necesitaba —respondió ella—. Quería ver el lugar antes que todos estuvieran distraídos. —¿Y tu nueva vida? ¿Cómo lo llevas? —Todavía estoy adaptándome. Hay cosas que no se arreglan tan rápido —dijo ella, bajando un poco la mirada—. Pero estoy bien. —Te ves bien. Aunque te sentí más lejos de lo que te ves ahora. Isabelle sonrió sin responder del todo. —¿Está Noah? —preguntó con un brillo en los ojos. James alzó la vista hacia la mansión. —Debe estar arriba, en su antigua habitación. —Gracias —respondió ella, tocándole el brazo con suavidad antes de entrar por las puertas principales. Los Moore la recibieron con saludos educados, algunos incluso con afecto contenido. Isabelle agradeció, cruzó el vestíbulo y subió las escaleras sin detenerse. Al llegar al segundo piso, giró a la izquierda, como si su cuerpo recordara el camino sin ayuda. Se acercó a la puerta entreabierta y entró… sin anunciarse. Lo que vio congeló su sonrisa. En la cama, entre sábanas revueltas, Noah y Celeste compartían una intimidad demasiado evidente. Él sin camiseta, ella con su vestido algo desordenado. El gesto de ambos era claro: no esperaban ser vistos. Noah se incorporó ligeramente al verla. —Isabelle... Nada más. No una explicación. No una excusa. Solo su nombre. Isabelle se quedó en silencio unos segundos. Luego se irguió, con el rostro firme pero los ojos traicionados. —Perdón. No sabía que había algo que debía tocar antes de entrar —dijo con la voz templada—. No quería interrumpir. Giró sin escuchar respuesta. Bajó las escaleras con paso contenido, sin derrumbarse. Pero algo dentro ya había cambiado. Horas después, la cena estaba servida. Todos los Moore presentes. La música, tenue. Las copas llenas. James en el extremo derecho, Noah junto a sus padres. Isabelle sentada entre Evelyn y Gregory. Fue Gregory quien alzó la voz al terminar el primer plato. —Queremos hacer un anuncio —dijo, serio, sin dramatismo—. Esta cena es especial por más de una razón. No solo celebramos el reencuentro... también la unión definitiva entre nuestras familias. Evelyn tomó la palabra. —Con la unión entre los Moore y los Hartley podremos expandir los valores, el legado y la influencia de nuestras empresas. Es hora de sellar esa alianza. Noah miró a James con una sonrisa ladeada. —Entonces... felicidades, hermano. Te toca el turno de casarte con la mujer más esperada de York. Gregory negó con la cabeza, sin dureza. —James no heredó la empresa, Noah. Tú lo hiciste. Tú eres quien la dirige. Tú eres quien debe seguir consolidando el legado. Noah parpadeó, desconcertado. —¿Yo? —Sí —asintió Evelyn—. El compromiso será tuyo. Con Isabelle. El salón se quedó en silencio unos segundos. Isabelle no mostró sorpresa. Solo acomodó su copa y respiró hondo. Noah intentó recomponer la expresión. —Por supuesto —dijo finalmente—. Me honra. Realmente... me honra. Pero James lo observaba con la tranquilidad calculada de quien espera el desenlace que otros aún no pueden ver. Isabelle bajó la mirada. El compromiso que todos esperaban ahora tenía nombre… y un peso que apenas empezaba a sentirse. Tras el anuncio, cuando los invitados comenzaban a dispersarse por los salones contiguos y la música volvía a sonar en tono ambiental, Noah se acercó a James con una seriedad que desentonaba con el aire de celebración. Lo tomó del brazo y lo condujo hacia una terraza lateral, lejos de los murmullos y del eco de las copas. El aire nocturno era fresco, y las luces del jardín apenas iluminaban los perfiles de ambos hermanos. —¿Sabes lo que acaban de hacer? —dijo Noah, casi riéndose sin humor—. Me han comprometido sin pedirme opinión. James se apoyó en la barandilla con las manos en los bolsillos. —No esperaba que lo tomaras con entusiasmo, pero tampoco con furia. Noah negó con la cabeza. —No es furia —confesó—. Es confusión... y miedo, quizá. Isabelle es hermosa. Y la amo, James. A mi manera, siempre lo he hecho. Y ahora que hemos crecido... también la deseo. No como antes, no con urgencia, sino con una certeza que me asusta. James lo miró con atención, sin interrumpir. —Pero el matrimonio no es para mí —agregó Noah, bajando la voz—. Cuando Isabelle se fue, viví cosas... viajé, conocí a personas que me mostraron que el mundo tiene formas distintas de amar, de vivir. Que el matrimonio no lo es todo. Que hay libertad en no pertenecer. James suspiró, sin sorna ni juicio. —Tal vez lo que viste fue verdad. Pero también sabes que aquí, en York, las cosas se ven diferente. La gente no mira con respeto al hombre que no sabe comprometerse. Y tú eres el CEO más visible del mercado. Noah se giró, apoyando los codos en la baranda. —¿Qué harías tú? —¿Quieres un consejo honesto? —Más que nunca. James se acercó un poco, con el tono suave pero firme. —No lo tomes como una condena, sino como una estrategia. Isabelle te dará una imagen que ni diez acuerdos comerciales podrían darte. Tú siempre tuviste una chispa con ella. Desde niños, cuando peleaban por los lugares en la mesa, o cuando salías a buscarla sin motivo real. Que las fiestas no te hagan olvidar quién eres. Que las mujeres no te hagan perder lo que tienes que construir. —¿Y si no soy suficiente para ella? —Lo serás. Porque ella tampoco está buscando perfección, sino alguien que la entienda, la respete y la proteja. Y tú, Noah, sabes hacerlo… cuando decides hacerlo. Noah bajó la mirada unos segundos. —Entonces, ¿crees que debo hacerlo? James sonrió apenas. —Creo que te casarás con una excelente mujer. Y que te toca hacer que eso valga la pena. No solo por tu apellido. Sino por ti. Ambos quedaron en silencio. La brisa nocturna movía las hojas, y en la distancia, la mansión parecía más grande de lo que era. Noahcomenzó a caminar con una excusa ligera. —Voy por algo de beber, ¿quieres algo fuerte? James alzó la copa casi vacía. —Tráeme lo que te haga olvidar que acabas de comprometerte —murmuró sin fuerza, más cansado que bromista. Noah se rió bajo la voz y desapareció entre los pasillos decorados. En ese instante, Celeste apareció junto a James, sosteniendo una copa aún sin tocar. —Siempre tan diplomático —dijo ella, acercándose con paso firme—. Pero ¿cómo estás realmente? James no la miró de inmediato. Fijó los ojos en el jardín visible a través del ventanal. —Estoy bien. —Bien no es suficiente para ti —replicó Celeste—. En la universidad me contaste algo... ¿recuerdas? Me dijiste que estabas enamorado de Isabelle. Que incluso si el mundo se alineaba para ustedes, jamás se interpondrías entre ella y Noah. James giró despacio. Su mirada no era fría, pero sí distante. —Eso no ha cambiado. —¿Y eso no te rompe un poco por dentro? James bebió el último trago de su copa antes de responder. —No soy el más feliz, Celeste. Pero si Isabelle lo es, entonces estaré bien. Celeste observó su perfil por unos segundos, como si buscara una grieta. —Nunca pensé que Noah se casaría con alguien que no fuera yo. Lo nuestro tenía ritmo, tenía química. Yo fui su compañera en todo momento en su vida de adulto. Creí que bastaba. James sostuvo su copa vacía entre los dedos. —Las creencias no pesan lo suficiente cuando hay elección. Y esto, Celeste... no fue tu elección. Fue la de ellos. —No creo que Isabelle sea para él —dijo, más firme ahora—. No realmente. Ella no sabe cómo contenerlo. No sabe quién es él fuera de las fotos. Él necesita control, y ella trae emociones desordenadas. James dejó la copa sobre el mueble cercano con elegancia. —Tal vez tengas razón. Tal vez no. Pero a nosotros... nos toca mirar. Celeste lo observó mientras él se giraba y caminaba de vuelta hacia el salón. Su paso era elegante, preciso, pero su espalda cargaba algo más que decisión. Ella se quedó sola junto al ventanal, y por primera vez, no sonrió. “No voy a quedarme a mirar,” pensó. Fue entonces cuando Noah se encontró con Noah, interrumpiendo los pensamientos de James. —Ya tengo lo mío —dijo con una sonrisa traviesa, sosteniendo dos copas—. ¿Tú también necesitas anestesia? James lo miró con la misma calma contenida. —No es mala idea.La tarde en Belvedere Hill era suave, dorada, como si el sol supiera que debía quedarse un poco más. En los jardines de la mansión, globos pastel flotaban entre las ramas, mesas decoradas con guirnaldas esperaban a los invitados, y el aroma a vainilla y frutas frescas se mezclaba con las risas de los niños. Dos años habían pasado desde aquella doble promesa: primero la de James e Isabelle, luego la de Noah y Celeste, casados apenas dos semanas después. La boda de Noah y Celeste había sido todo lo que soñaron: íntima, luminosa, llena de música y miradas que hablaban de futuro. Hoy, sin embargo, no se celebraban votos. Hoy se celebraba vida. Era una celebración doble —o triple, según cómo se contara—. Los mellizos "Jack y William" de Noah y Celeste cumplían su primer año, y el tercer hijo de James e Isabelle "Aiden" también. Tres niños nacidos el mismo día, como si el destino hubiera querido sellar la unión de sus padres con una sincronía perfecta. Leah y Alex, ya con seis año
El oficiante recorrió la sala con la mirada. —¿Hay alguien que se oponga a esta unión? El silencio fue absoluto. Ni un suspiro. Ni un movimiento. —Entonces, por el poder que me ha sido conferido, los declaro marido y mujer. James se acercó. Isabelle lo recibió. El beso fue suave, contenido, pero lleno de todo lo que no se había dicho. No era un gesto para los demás. Era para ellos. Para lo que habían vivido. Para lo que estaban por vivir. Los invitados aplaudieron. Leah y Alex se abrazaron. Lucie y Camille se miraron con lágrimas discretas. Noah y Oliver intercambiaron una mirada cómplice. Y en medio de todo, James e Isabelle seguían ahí. Unidos. Reales. Finalmente, juntos. Después del evento, cuando los últimos pétalos habían caído y las luces del Club Altavista comenzaban a apagarse, James e Isabelle se retiraron discretamente. La ceremonia había sido perfecta, pero ahora les esperaba algo más íntimo: su luna de miel. Isabelle, fiel a su estilo, había dejado que Ja
Un mes después, esa certeza se transformaba en ceremonia. Era el día de la boda. Por órdenes estrictas de Camille —con el respaldo entusiasta de Lucie— James había tenido que dormir en la Mansión Moore la noche anterior. Él protestó, con su habitual sarcasmo elegante: —¿De verdad creen que separarme de mi casa va a cambiar algo? Isabelle ya está embarazada. Hemos compartido la cama más veces que el número de invitados. Esto es teatro. Lucie soltó una carcajada. —Exactamente. Y el teatro necesita que el novio no vea a la novia antes del acto final. Finalmente, entre bromas y miradas cómplices, James cedió. Pasó la noche con Noah, en la Mansión Moore, mientras Belvedere Hill se convertía en el centro de los preparativos. Esa mañana, la casa estaba llena de movimiento. Leah y Alex corrían por los pasillos con sus pequeños estuches de terciopelo, emocionados por llevar los anillos. Linda los ayudaba a vestirse, mientras Camille y Lucie, ya listas con sus vestidos color lila
La tarde se deslizaba con calma sobre York, como si el tiempo supiera que no debía apresurar nada. Los cuatro —James, Isabelle, Noah y Celeste— habían compartido el día entre risas, cafés breves y conversaciones que giraban en torno a la boda que se acercaba. Había una ligereza en el aire, como si todos supieran que estaban viviendo algo que pronto se convertiría en recuerdo. Después de almorzar juntos, James se alejó momentáneamente para ir a recoger su traje a *Sarto Privé*, el atelier donde había mandado a hacerlo a medida. Isabelle lo acompañó hasta la entrada, curiosa. —¿Y la corbata? —preguntó, con una sonrisa que escondía expectativa. James se giró, con ese aire de misterio que a veces usaba para provocarla. —Eso lo sabrás el día de la boda. Isabelle entrecerró los ojos, divertida pero no del todo conforme. —No me gusta que guardes secretos con estilo. —Es parte del encanto —respondió él, guiñándole un ojo antes de entrar. Isabelle no insistió. Sabía que James d
La luz de la mañana se filtraba con suavidad por las cortinas de la habitación principal en Belvedere Hill. Era sábado, y el silencio en la casa tenía ese ritmo lento que solo los fines de semana conocen. Isabelle se despertó antes que el sol terminara de elevarse. No se detuvo a mirar el reloj. Se levantó con una sensación que ya no podía ignorar. Fue directamente al baño. Al salir, James aún dormía, con el rostro relajado y el torso descubierto entre las sábanas. Isabelle comenzó a vestirse con movimientos silenciosos, pero al abrocharse la blusa, escuchó su voz ronca detrás de ella. —¿A dónde vas tan temprano? Isabelle se giró, sonriendo. —Saldré con Lucie. Solo un rato. James se incorporó un poco, apoyándose en los codos. —Disfruta. Te lo mereces. Isabelle se acercó a la cama, se inclinó y le dio un beso lento. —Te veo después. James cerró los ojos de nuevo, y ella salió de la habitación. Lucie ya la esperaba en la entrada, con gafas de sol y una chaqueta lig
Las risas de Leah y Alex se mezclaban con el murmullo de las hojas, mientras Gregory caminaba con ellos entre los senderos de piedra. Isabelle los observaba desde la terraza, con una copa de agua entre las manos. Adrien se acercó con discreción, deteniéndose a su lado. —¿Estás bien? —preguntó, con voz baja. Isabelle asintió, aunque su gesto decía otra cosa. —Solo un poco de náusea. Nada grave. Adrien la miró con atención, sin presionar. —Lo noté en el restaurante. Y ahora otra vez. Isabelle se giró hacia él, con una sonrisa suave. —No digas nada aún. Por favor. Adrien asintió, respetando el silencio que ella pedía. Se quedaron así unos segundos, observando a los niños correr entre los arbustos, a Gregory intentando seguirles el paso con una sonrisa que parecía más tímida que paternal. El sonido de un motor interrumpió la calma. El auto de James se estacionó frente a la entrada principal. Isabelle se enderezó, Adrien dio un paso atrás. James bajó del vehículo con paso
Último capítulo