El teléfono de James vibró sobre el escritorio de cristal, justo cuando terminaba de revisar unos documentos personales. La pantalla mostraba un nombre que conocía demasiado bien: Noah.
—¿Irás a la cena en el jardín esta noche? —preguntó Noah apenas James contestó.
—Sí. Lo tenía en la agenda —respondió James, con tono tranquilo.
—Estoy en la oficina. ¿Tienes tiempo de pasar por mí? Quiero mostrarte algo antes… y sería bueno llegar juntos.
James se quedó en silencio un segundo.
—Tenía pensado llegar después. Con un poco de margen.
—Vamos, hermano —dijo Noah, con una mezcla de risa y presión—. No puedes aparecer tarde en una cena como esta. No hoy.
James entrecerró los ojos.
—¿Y por qué no hoy?
—Si pasas por la oficina, lo sabrás —respondió Noah enigmático.
James suspiró, alzando las llaves del auto.
—Está bien. Te recojo a las siete en la entrada del edificio.
—Perfecto. Estaré listo.
La llamada terminó.
***
A las siete en punto, el Aston Martin DB11 negro