La tarde en Belvedere Hill era suave, dorada, como si el sol supiera que debía quedarse un poco más. En los jardines de la mansión, globos pastel flotaban entre las ramas, mesas decoradas con guirnaldas esperaban a los invitados, y el aroma a vainilla y frutas frescas se mezclaba con las risas de los niños.
Dos años habían pasado desde aquella doble promesa: primero la de James e Isabelle, luego la de Noah y Celeste, casados apenas dos semanas después. La boda de Noah y Celeste había sido todo lo que soñaron: íntima, luminosa, llena de música y miradas que hablaban de futuro.
Hoy, sin embargo, no se celebraban votos.
Hoy se celebraba vida.
Era una celebración doble —o triple, según cómo se contara—. Los mellizos "Jack y William" de Noah y Celeste cumplían su primer año, y el tercer hijo de James e Isabelle "Aiden" también. Tres niños nacidos el mismo día, como si el destino hubiera querido sellar la unión de sus padres con una sincronía perfecta.
Leah y Alex, ya con seis año