La tarde se deslizaba con calma sobre York, como si el tiempo supiera que no debía apresurar nada. Los cuatro —James, Isabelle, Noah y Celeste— habían compartido el día entre risas, cafés breves y conversaciones que giraban en torno a la boda que se acercaba. Había una ligereza en el aire, como si todos supieran que estaban viviendo algo que pronto se convertiría en recuerdo.
Después de almorzar juntos, James se alejó momentáneamente para ir a recoger su traje a *Sarto Privé*, el atelier donde había mandado a hacerlo a medida. Isabelle lo acompañó hasta la entrada, curiosa.
—¿Y la corbata? —preguntó, con una sonrisa que escondía expectativa.
James se giró, con ese aire de misterio que a veces usaba para provocarla.
—Eso lo sabrás el día de la boda.
Isabelle entrecerró los ojos, divertida pero no del todo conforme.
—No me gusta que guardes secretos con estilo.
—Es parte del encanto —respondió él, guiñándole un ojo antes de entrar.
Isabelle no insistió. Sabía que James d