Dos almas, un cuerpo… y un destino marcado por la pasión y la venganza. A finales del siglo XIX, Elizabeth, una joven noble, es condenada a un matrimonio sin amor con el viejo duque Quiroga. Su vida se consume en la monotonía, sin conocer el verdadero significado del deseo... hasta que un ataque a su carruaje lo cambia todo. Al borde de la muerte, Elizabeth despierta con una nueva presencia en su interior: Cielo , una poderosa bruja de otro mundo. Juntas, descubrirán que no solo comparten un cuerpo, sino también una sed insaciable de libertad y justicia. Pero el destino les guarda una sorpresa aún mayor: Cielo, quien en su mundo murió sin encontrar a su alma destinada, finalmente la encuentra… en esta nueva vida, en este nuevo cuerpo, en alguien prohibido . Con magia, astucia y un fuego recién encendido en su pecho, Elizabeth y Cielo están listas para romper sus cadenas. El mundo de la nobleza jamás volverá a ser el mismo.
Leer másHabitar un cuerpo ajeno no es sencillo.Es mirar tus propias manos y no reconocerlas. Es dormir con una piel que no te pertenece y preguntarte, cada noche, cuándo terminará el tiempo extra que sin saber por qué, me está dando la vida.Sé que estoy robando tiempo. No es mío este cuerpo, ni esta voz, ni los labios que mi Musa han degustado con deseo. Y, aun así, cuando sus ojos se posan en mí, siento —por un instante— que soy real. Que no soy solo humo, ni sombra, ni una bruja maldita por intentar aprovechar el milagro que representa el haberlo encontrado.Mi Musa no nació en mi mundo, no estábamos realmente destinados a encontrarnos y por eso me había negado a pensar a largo plazo.Hace unas horas Jaime me demostró que me ve. No solo el cuerpo. Me ve a mí. A Cielo.Y eso me mortifica. Fue claro conmigo y sus argumentos tan lógicos que no pude refutar. No debí sentenciar que volvería con él. ¿Por qué si igual partiré? ¿Por qué quería revolverle la vida? Infortunadamente conozco la respu
Decidimos instalarnos en el balcón de mi habitación para evitar que nuestra conversación se filtrara. Colocamos una pequeña mesa de té con una charola repleta de quesos y carne seca para acompañar el vino que seleccionamos. Cielo me aseguró que esa combinación era perfecta para potenciar los sabores, y no se equivocaba. Todo se apreciaba mejor.Nunca he sido buena con los licores, pero si lo vivido en estos días no amerita una copa, entonces ninguna ocasión lo haría.El cielo estaba nublado, y el viento fresco sugería que pronto llovería. Al principio hablamos de temas sin demasiada importancia, rodeando con delicadeza lo que en verdad queríamos decir. Pero a medida que se acercaba el descorche de la segunda botella, el valor comenzaba a brotar. Ambas lo necesitábamos. Ambas cargábamos heridas.Odeth jugaba nerviosamente con su copa, tomándola por el cuello y haciéndola girar entre sus dedos, sin apartar la vista de ella. Tomé la nueva botella y llené su copa con cuidado.—Cuando se c
Las miradas de recelo me siguen como sombras por toda la mansión. Y me encanta.Ahora corre por los pasillos como fuego entre paredes el rumor de que manejo al duque con el dedo meñique. No están tan equivocados.El duque volvió a salir a trabajar, no sin recordarle de forma grotesca a su hijo que debe encerrarse en la habitación y hacerle el amor a su esposa de forma tan fuerte que su semilla llegue muy profundo en ella y pueda germinar. Su nieto debe ser la prioridad. Casi suelto una carcajada al escuchar las palabras tan sucias que eligió y el efecto tan jocoso que generaron en el rostro de lady Catalina.Me pregunto, ¿por qué se pone así ella? A estas alturas ya debería estar acostumbrada a la forma sucia en que habla el viejo.La otra opción que se me ocurre es que aún piense en el sexo como tabú, pero ya llevan más de dos años de vida marital, así que no debería ser eso. Aunque Lord Marcus tenga una o muchas amantes, no creo que se atreva a tener desatendida a su esposa. Si los
La situación es ilógica. Inmoral. Y, aun así, no puedo dejar de pensar en esa mujer: Cielo.Sé que mis opciones deberían ser solo dos: o ignorar lo que sea que fluye entre nosotros y devolverla a su marido o simplemente terminar con su existencia.Es una bruja. Aunque no sabía de su existencia, lo más razonable sería pensar que es tan peligrosa o más que un licántropo. Lo sensato habría sido destruirla en cuanto la descubrí conjurando junto al lago. Pero no pude. Algo me detuvo. Una fuerza invisible que no logro entender... una conexión que me frustra, me intriga... me retiene.No debí desearla, no debí tocarla, porque en el momento en que mi piel rozó la suya y mis labios probaron los suyos, firmé mi sentencia.—Voy a resolver los problemas de la duquesa en un mes —dijo con firmeza, observándome con intensidad—. Y después... vendré por ti.Esas fueron sus palabras y no pude evitar sentir que algo dentro de mí se agitaba con una intensidad que nunca creí posible. Ahí estaba la ferocida
Tengo tantas ideas revoloteando en mi cabeza que me cuesta elegir una. Es un caos creativo, una tormenta de ocurrencias que se empujan unas a otras exigiendo protagonismo… Y en medio de todo, la voz de Elizabeth gritando que estoy loca. Qué exagerada.Dejarlas calvas no sería algo permanente. Pintarles la piel de verde tampoco; a fin de cuentas, el cabello crece y el tinte se desvanece. No entiendo por qué tanto alboroto mental. Elizabeth es una dramática.Cuando compartí la idea con Odeth, no supo exactamente cómo lograría algo así, pero al menos tuvo la decencia de reírse. Eso ya la pone por encima de Elizabeth.—Bien —dije al fin, con decisión—. Haremos algo más “tradicional”. Diseñaremos un uniforme horrendo y rígido que deberán llevar todos los días.—¿Un uniforme? ¿Como si fueran soldados o guardias? —preguntó Odeth, visiblemente confundida.—Exactamente. Sé que no es habitual que la servidumbre use uniforme, pero esta no es una casa común. Es una mansión. La mansión de un duque
Por primera vez puedo tomar a voluntad el control del cuerpo de la duquesa. Tal vez mi energía mágica ha alcanzado un nuevo umbral. No lo sé. Lo que sí sé, es que no voy a darles el gusto a esas mujeres de ver a la duquesa derrotada.—¿Hay algún sitio donde podamos tomar algo caliente? —pregunto a Odeth.—Si. Hay una fuente de refresco cerca, también sirven infusiones. Esos lugares están de moda últimamente —responde, lanzándome una mirada que mezcla sorpresa y curiosidad.—Perfecto. Vamos allí.El dolor abdominal punza con cada paso, pero no permito que se note. Camino con la dignidad que esperan de una duquesa, incluso cuando por dentro estoy a punto de desmoronarme. En cuanto subimos al carruaje, conjuro un discreto hechizo de insonorización. Nadie fuera de Odeth se puede dar cuenta de que estamos enfermas. Una vez adentro hago justo lo que este cuerpo está pidiendo a guitos que lo deje hacer: vomitar.Odeth muy diligentemente me ayuda a sostener el jarrón que compramos y que ahor
Cielo ha estado inusualmente callada desde que regresó. No estoy segura si la embarga la tristeza o la decepción, pero sin duda, algo profundo ocurrió en su encuentro con el capitán Jaime. No quiero invadir sus recuerdos ni presionarla. Prefiero esperar… esperar a que ella decida hablar.Debe pensar un rato, así que no pienso molestarla por hoy. Seré valiente y afrontaré mi día, además, hoy llega mi amiga Odeth, así que realmente no estaré sola. Una sonrisa se instala en mi rostro al pensar que la veré nuevamente.Al incorporarme, noto algo extraño: los botones superiores de mi pijama están desabrochados. La imagen de aquel hombre contemplando mi busto mientras duermo se impone en mi mente como un fantasma incómodo, y una sensación áspera y desagradable me recorre el cuerpo. Qué horror… Ojalá el duque no lo haya notado.Me dirijo a mi habitación–armario con la intención de vestirme. Por costumbre, estiro la mano hacia un vestido de tonos claros, pero una duda se cuela de pronto en mis
Hace días no estaba sola en mi cabeza. El silencio que antes me parecía normal, ahora se siente monótono. He dormido mucho en el interior, así que, pese al cansancio de este cuerpo, no quiero seguirlo haciendo aquí. Por eso me pongo una bata y salgo de la habitación para buscar aire fresco en el jardín.Es de noche, así que ya no hay nadie rondando por la casa. El cielo está despejado y las estrellas tapizan aquel lienzo gigante, haciéndome sentir pequeña, casi insignificante. Me acomodo en una banca y pienso en lo vivido en estos últimos días.Caos. Esa palabra describe mi vida en este momento, pero, a la vez, nunca me había sentido más viva, más motivada, más libre. Antes de casarme y del revés económico de mi padre, creí tener una gran vida, pero ahora sé que fue solo una ilusión. Anteriormente mi mundo era dorado, sí, pero estaba hecho de barrotes y no lo sabía. Ahora el mundo es oscuro y abierto… y me asusta, pero también me emocionaNunca tuve oportunidad de elegir algo por mí m
Avanzo y el mundo parece moverse de forma vertiginosa. No tengo idea de dónde está mi musa, pero mi esencia lo busca y encuentra. Aparezco en una habitación amplia en la cual está dispuesta sobre la cama, sus ropas de dormir. Mi mirada se desliza por el espacio con anhelo: debe estar cerca.Una puerta abierta revela lo que intuyo es el baño. Me acerco en silencio y entonces lo veo, reflejado en el espejo. Me detengo, sin atreverme a avanzar. No quiero sobresaltarlo. Podría ser peligroso interrumpirlo en medio de... eso.Tiene el rostro cubierto de espuma, y en su mano una navaja antigua, afilada y elegante.Se está afeitando, de esa forma arcaica que solo había visto en viejas películas o en caricaturas de otro tiempo. Observa su propio reflejo con una concentración casi ritual. Desliza la cuchilla con precisión sobre su piel, sin lastimarla, y luego limpia el filo con un paño antes de repetir el movimiento.Debo admitirlo: es hipnótico.Ese acto íntimo, tan masculino, tan cotidiano