Los días en aquella habitación se habían convertido en puro deseo.
Katherine lo sabía en lo más profundo, no era libre, no era reconocida, solo era la amante escondida de Maverik. Pero su corazón ingenuo se aferraba a cada beso, a cada instante en el que él la hacía sentir suya.
Durante meses, ella vivió en esa ilusión. Mientras intentaba, con torpeza, recuperar sus poderes perdidos, Maverik la reclamaba en la oscuridad de su encierro. Y cada vez que él la tocaba, Katherine creía que el destino le daba una oportunidad.
‘’Soy suya. Soy su Luna. Algún día dejará de ocultarme.’’
Ese pensamiento era su única esperanza.
Pero la ilusión se quebró una tarde.
El instinto, la curiosidad o quizás el dolor de sentirse invisible, la empujó a abrir la puerta de aquella habitación prohibida. Caminó por los pasillos, nerviosa, con el corazón acelerado. Los guardias apenas la miraron; algunos incluso sonrieron con burla, como si supieran algo que ella no.
Y al llegar afuera lo vio.
Maverik estaba rodeado de su manada y no estaba solo.
Una hembra hermosa se encontraba a su lado. Ella reía, con su mano apoyada descaradamente en el pecho del Alfa.
El aire se le escapó de los pulmones de Katherine y el dolor escoció dentro de ella.
—No… —susurró Katherine pero su voz se quebró.
Los lobos la vieron aparecer y el murmullo se extendió como un incendio.
Risas, cuchicheos, ojos brillando de burla.
Maverik levantó la mirada y la vio.
Su rostro se endureció en un segundo.
Ya no era el hombre que la había besado con desesperación en la oscuridad.
Era el Alfa frío e implacable.
Katherine avanzó unos pasos con las lágrimas ardiéndole en los ojos.
—¿Quién… quién es ella?La otra loba sonrió con suficiencia.
—Soy la compañera del Alfa. ¿Qué esperabas, querida? ¿Que él se quedara con una prisionera sin poderes?Las carcajadas explotaron en la sala.
—¡No! —la voz de Katherine retumbó quebrada—. Maverik… dime que no es cierto. Yo soy tu compañera…
Él caminó hacia ella, los ojos grises tan fríos que le helaron la sangre.
—No eres mi Luna —dijo con brutalidad, su voz grave cargada de desprecio—. Jamás serás suficiente para mí, Katherine.El golpe fue como una daga directa al pecho.
Katherine retrocedió tambaleante.
—Pero… me lo hiciste creer.—Yo te lo advertí, no quisiste escuchar. Lo que pasó entre nosotros no significa nada —rugió él alzando la voz para que todos escucharan.
El silencio de un segundo se rompió con carcajadas. Los lobos se señalaron entre ellos, algunos aplaudieron otros silbaron como si aquello fuera un espectáculo grotesco.
—La loba indigna —dijo uno entre risas.
—Creyó que podía ser Luna… —agregó otro con burlaEl eco la aplastó.
Katherine sintió que el mundo se quebraba bajo sus pies. El aire no entraba en sus pulmones, su corazón parecía desgarrarse. Lágrimas calientes corrieron por su rostro, pero ni siquiera tuvo fuerzas para ocultarlas.
—Maverik… —murmuró una última vez con voz implorante.
Pero él se dio la vuelta. Ni siquiera se dignó a verla a los ojos otra vez.
La hembra que había estado al lado de él se acercó disfrutando la escena. Sus labios se curvaron en una sonrisa cruel.
—¿De verdad pensaste que un Alfa como él se quedaría con alguien como tú? Sin poder, sin lugar… ¡Vergüenza de loba!La manada rugió de risa.
Katherine dio un paso atrás y alguien la hizo caer al suelo.
‘’¿Qué hice? ¿Cómo fui tan estúpida?’’
Se abrazó a sí misma, como si pudiera contener el dolor que la estaba destrozando por dentro. Nunca se había sentido tan rota, tan humillada.
Y entonces, la atmósfera cambió.
Un silencio pesado cayó sobre la sala. El aire se volvió frío, como si la sombra de un depredador hubiera cubierto a todos.
Un rugido bajo resonó desde la entrada, profundo, letal.
Los lobos se giraron de inmediato. El salón se tensó. Y allí estaba él.
Cassian.
El Alfa oscuro. El enemigo de Maverik.
Su sola presencia era un desafío. Alto, con el torso marcado por cicatrices, el cabello oscuro cayendo en mechones desordenados, y esos ojos… ojos que brillaban con un azul hielo profundo cargado de diversión y peligro.
Cassian caminó con calma, como si la burla de la manada no significara nada para él. Sus botas resonaron contra el suelo, cada paso un recordatorio de que era un depredador que nadie podía ignorar.
Se detuvo frente a Katherine, su sombra cubriéndola por completo. Ella alzó la cabeza con esfuerzo, con las lágrimas aún humedeciendo sus mejillas.
Él la miró. La recorrió con la mirada lenta, intensa. El olor de su miedo se mezclaba con la dulzura de su piel, despertando algo crudo en él. Algo dentro de ella se calentó en una emoción desconocida.
Jamás había visto a ese macho, pero aún así le parecía familiar.
De repente sonrió.
—Es cierto —su voz fue un rugido grave que retumbó en los muros—. Ella no es tu compañera, Maverik.
Un murmullo recorrió la sala.
Cassian ladeó la cabeza, su sonrisa ensanchándose con peligro.
—Ella es mía.El silencio que siguió fue absoluto.
Maverik rugió con furia, transformándose parcialmente, sus ojos grises encendidos de rabia.
—¡Atrévete a repetirlo!Cassian dio un paso al frente, su cuerpo tensándose como si la batalla fuera inevitable.
—¿Con el tiempo te volviste sordo, Maverik? —preguntó con desdén—. Si tanto quieres oirlo. Es mía.Katherine jadeó confundida, atrapada en un torbellino de emociones. ¿Quién era aquel hombre? ¿Por qué sentía que sus palabras era ciertas?
La manada murmuraba, aterrada. Nadie osaba reír ya. Nadie se atrevía a desafiar al Alfa oscuro.
Cassian bajó la mirada hacia ella una vez más. Sus ojos brillaban con un hambre peligrosa, pero también con algo más, reconocimiento, decisión, posesividad.
Esta última casi la hace temblar.
Extendió una mano hacia Katherine.
—Levántate.Ella dudó, el corazón desbocado.
Miró a Maverik, que la fulminaba con furia y luego volvió la mirada al recién llegado que esperaba con paciencia letal.
Y en ese instante supo que no había vuelta atrás.
Katherine tembló, sus dedos por instinto buscaron aquella mano.
El contacto fue como fuego, algo intenso que la recorrió. El calor de su piel era abrasador, su olor masculino la envolvió, haciéndole olvidar por un segundo dónde estaba.
El Alfa oscuro la jaló hacia arriba con facilidad, incorporándola frente a todos. El choque de sus miradas fue instantáneo, cálido. Una corriente eléctrica se deslizó por su espalda mientras que su vientre se tensaba contrayéndose por la cercanía y el toque que ese macho le proporcionaba.
Ella bajó la mirada, con el rostro encendido de vergüenza.
—Nadie se burla de lo que es mío.Los ojos de Maverik ardieron.
—¡Ella no es tuya!Cassian sonrió con calma, esa calma que era más peligrosa que la furia.
—Entonces ven a quitármela.Katherine se había dado por vencida después de tal humillación, sabía que Maverik no se enfrentaría a nadie por ella. De repente Cassian tomó su barbilla haciendo que ella lo mirara otra vez y por un momento sintió que el mundo había desaparecido a su alrededor.
—La loba indigna ya no existe. Desde hoy, es la Luna del Alfa oscuro.
El rugido de Maverik resonó como un trueno. Pero en el corazón de Katherine, entre el miedo y la confusión, nació una chispa nueva.
No sabía si era esperanza, venganza o destrucción.
Solo sabía que nada volvería a ser igual.