En un mundo en donde los hombres lobos gobiernan con puño de hierro y sangre, los humanos libres apenas sobreviven en escondites remotos. Entre ellos, los conventos se han convertidos en refugios sagrados para las jóvenes que huyen de la caza salvaje que perpetúan los lobos en busca de esposas vírgenes. Hasta que una noche el rey alfa Aleckey Strong, un inmortal de más de doscientos años, se una a la cacería en con algunos lobos y decide invadir un lugar sagrado, donde su destino lo une a la hermana Calia, una joven devota que ha jurado su vida en la fe y condenando a los lobos como demonios. —Dime monjita, ¿Cuánto tiempo más piensas resistirte a lo inevitable? Eres mía, marcada por mi mordida, ligada a mi alma. No tienes escapatoria —resoplo con voz grave en su oreja. —No soy tuya, demonio. Pertenezco a Dios. Puedes marcarme, encerrarme y humillarme, pero jamás me someterás a tu voluntad. Lo que comienza como un acto de dominio pronto se convertirá en un vínculo imposible de ignorar. ¿Podrá Calia resistir el tirón del vínculo que la ata a Aleckey? ¿O caerá en los brazos del alfa que no se detendrá ante nada para reclamar lo que es suyo?
Leer másEntonces hemos terminado algo más que paso por mi loca cabeza llena de estrés universitario, pero este pequeño espacio llamado agradecimiento es dedicado a ustedes mis perversos/as que me acompañan en cada loca idea que surge y que siempre están ahí motivándome a seguir adelante y diciendo lo bien que ha quedado esto y lo otro. Enserio yo estoy muy agradecido y espero que esta historia deje algo en cada uno de ustedes porque cada una esta llena mensajes ocultos para reflexionar y preguntarnos ¿Enserio estoy llevando un estilo de vida correcto? Es una pregunta que siempre nos hacemos e incluso yo suelo hacérmela a diario. Me siento eufórico, alegre, triste y nostálgico, lo sé son muchas emociones pero es lo que siento cada vez que termino una idea que solo comienza con simples palabras como ‘‘alfas, lobos, venganza, amor’’ anotadas en mi notas, pero no los agobio con muchas palabras. Yerimil Pérez Creador de las perversiones y cosas endemoniadamente caliente.
—¿Estás listo? —preguntó Aleckey.La niebla matinal aún se aferraba a la tierra cuando Aleckey y Zadkiel caminaron en silencio por el sendero de piedra que conducía al altar ceremonial. Solo el crujir leve de sus pasos y el susurro del viento entre los árboles acompañaban la caminata. Los dos hombres, tan parecidos y tan distintos, compartían un momento suspendido en el tiempo.Zadkiel soltó una pequeña risa, seca y nerviosa.—He entrenado para esto toda mi vida. Pero no sé si eso me hace estar listo.Aleckey se detuvo frente a él y lo miró de frente. Su ojo, verde como un bosque en plena primavera, brillaban con una intensidad solemne.—No hay preparación que te haga sentir listo —dijo con calma—. Pero el trono no se entrega a quien está seguro, sino a quien está dispuesto.Zadkiel asintió lentamente. Su respiración era controlada, pero su corazón latía con fuerza.—No quiero fallarles. A ti. A mamá. A todos los que me enseñaron lo que significa proteger.Aleckey colocó una mano sobr
Cinco años después, la vida de Briella y Zadkiel transcurría en calma. Vivían juntos en una cabaña de madera construida por él mismo, en un claro rodeado de pinos jóvenes, no muy lejos de la mansión real. La casa olía a leña, a miel y a tierra húmeda. Allí, sin el peso de los muros de la mansión, ni el protocolo de la corte, eran simplemente ellos. Los primeros rayos del sol se filtraban a través de las ventanas, proyectando sombras doradas sobre las paredes de madera. En la cama grande del segundo piso, cubiertos por sábanas revueltas, dormían Briella y Zadkiel, envueltos uno en el otro, desnudos. Ella, con el cabello desordenado sobre la almohada, tenía una pierna sobre la cadera de él; él, abrazándola con la mano en su cintura, respiraba despacio, con el corazón aún latiendo en sincronía con el de ella. Despertaron sin prisa, con la lentitud propia de quienes no tenían deberes inmediatos, Briella abrió los ojos primero y se estiró entre las sábanas. Zadkiel, con los ojos aún cerra
Zadkiel avanzaba entre la maleza del bosque con paso firme, pero sin soltar a Gaia, que aún se aferraba a su cuello como un koala. La pequeña temblaba, más por la tensión acumulada que por frío, y se había quedado en silencio. Este le acariciaba la espalda con suavidad, murmurándole cosas al oído, intentando calmarla mientras se acercaban al límite de la mansión. Cuando cruzaron el umbral del jardín real, la alarma ya había cesado. Los guardias abrían paso con rapidez al príncipe heredero, que no decía una sola palabra. Sostenía a su hermana con ambas manos, y detrás de él, unos pasos más lentos y nerviosos, Briella los seguía con el rostro bajo. Fue entonces cuando los vio. Aleckey, Marlon y Calia estaban en la entrada principal. El corazón de Briella se encogió al ver la angustia en sus rostros al principio… y la forma en que se desmoronaban al ver que Gaia estaba a salvo. —¡Gaia! —gritó Calia, corriendo hacia ellos con lágrimas en los ojos. La niña se soltó de su hermano y corr
Briella lo miró con horror. Estaba diferente al hombre de anoche, los ojos rojos e inyectados de rabia, la mandíbula tensa, el rostro cubierto de sudor y barro seco. Tenía la mirada de alguien que había perdido toda razón. —Si haces un solo ruido, le rompo el cuello —dijo con una calma tan aterradora que a Briella se le heló la sangre. —No… por favor, déjala —suplicó, alzando las manos. —Entonces vienes conmigo. Ahora —la señaló con el mentón—. Te alejaste de mí. Me dejaste solo. Me traicionaste… y ahora tú me vas a devolver lo que me quitaste. —No te he quitado nada —susurró ella, sin dejar de mirar a Gaia, que pataleaba y lloraba en silencio. —¡Te fuiste con ese maldito ciego! ¡Con esa bestia que cree que puede arrebatarme todo! —bramó, con los ojos desorbitados—. Pero no, Briella… yo todavía tengo poder. Todavía tengo elección. Me perteneces. Briella tragó saliva. Sabía que no podía hacer nada que pusiera en riesgo a Gaia. La niña temblaba en sus brazos, y Liam estaba fuera
Briella abrió los ojos lentamente, sintiendo cómo su cuerpo despertaba con lentitud y pesadez. Había una presión punzante en su cuello, justo donde Zadkiel la había mordido, y una leve incomodidad en las caderas, como si todo su cuerpo aún estuviera recordando lo ocurrido la noche anterior.Un sonrojo se esparció por su rostro al notar el ambiente tibio en la cama, el aroma varonil que permanecía en las sábanas, y la evidencia del lazo que ahora la unía para siempre al príncipe. Se llevó una mano temblorosa al cuello, tocando con suavidad el lugar marcado. Sentía que ardía, no en dolor, sino en calor… como si su piel supiera que ahora era de él. De Zadkiel.Se sentó lentamente, con las piernas dobladas sobre la colcha desordenada, y solo entonces se dio cuenta de que ya no estaba desnuda. Una camisa amplia, seguramente de él, cubría su cuerpo hasta los muslos. Olía a su esencia, al bosque, al fuego y al hierro. A Zadkiel. Sus mejillas ardieron con una mezcla de pudor y ternura. Él la
Último capítulo