Despertó con un jadeo.
El aire era frío, denso, lleno del olor a tierra húmeda. Se incorporó bruscamente, mirando a su alrededor. El claro ya no estaba. Ni la mujer. Solo un bosque extraño, inmenso, con árboles que no reconocía.
—¿Dónde… estoy? —susurró mirando todo a su alrededor.
Se incorporó tambaleante, el corazón acelerado. No había hogueras de su manada, ni el olor familiar de los suyos.
Estaba sola.
Trató de invocar su energía, su poder era el control del tiempo pero además también poseía el poder de evocar fuego, sin embargo, la llamarada no surgió. Ni siquiera una chispa de fuego brotó de sus manos.
—¿Dónde están mis poderes? —susurró con la voz quebrada.
El silencio del bosque fue su única respuesta. La traición de aquella loba le pesaba en los huesos, había sido lo bastante ingenua como para darle la oportunidad de arrebatarle todo.
Katherine apretó los dientes, golpeando la tierra con el puño.
‘’Te lo prometo, quienquiera que seas, pagarás por esto.’’
Pero su orgullo apenas lograba contener el temblor de su cuerpo.
Un aullido lejano atravesó el aire.
Profundo, dominante, tan potente que le heló la sangre.
Katherine se quedó inmóvil con el corazón acelerado. Aquel no era el aullido de cualquier lobo. Era el de Maverik. Katherine respiró hondo, con los ojos brillando de rabia por lo que él acababa de hacer con ella.
‘’¿Y si me quedé dormida en el bosque y no reconozco esta parte? Quizás todo sea un sueño…’’
Pero eso no explicaba la falta de sus poderes.
Ni tampoco que su loba Cristal, estuviera muda, encerrada en lo más profundo de su mente.
Un crujido entre los árboles la hizo girar la cabeza de golpe.
Un lobo enorme emergió de la oscuridad. El pelaje gris plateado, los ojos brillando como cuchillas en la penumbra. Su respiración era profunda, controlada. Katherine se quedó paralizada con garganta seca.
El animal dio unos pasos hacia ella, sin prisa. Más lobos emergieron de entre los árboles pero estos eran desconocidos. Delante de sus ojos, el lobo gris cambió. Su cuerpo se estremeció, los huesos crujieron, el pelaje se deshizo en piel humana.
Un hombre apareció en su lugar.
Alto, imponente, con el torso desnudo marcado por cicatrices, los músculos tensos bajo la piel bronceada. El cabello rubio caía sobre su frente, y los ojos… esos ojos grises que ella conocía tan bien, pero distintos: más fríos, más jóvenes, más letales.
Era Maverik.
Pero no su Maverik.
—¿Quién eres? —su voz era un rugido bajo, la amenaza contenida en cada sílaba.
Katherine abrió la boca, pero nada salió. Estaba demasiado aturdida como para poder hablar.
‘’¿Qué es esto? ¿por qué no me reconoce? ¿Por qué parece más joven?’’
—Este no es tu lugar —avanzó un paso y ella retrocedió de inmediato, el corazón martillándole en el pecho.
No sabía qué responder. ¿Cómo podía explicarle que había sido lanzada allí por un ritual? —Yo… me perdí —murmuró al fin, con voz débil.
Los ojos grises la recorrieron de arriba abajo, sin compasión. No había deseo, no había ternura, no había el destello que alguna vez había creído ver en el Maverik de su tiempo. Solo frialdad.
—Intrusa —dijo.
Se giró y los otros lobos se transformaron también en hombres de torsos desnudos, con miradas duras, listos para obedecer.
—Llévensela a la manada —ordenó Maverik sin siquiera mirarla de nuevo.
—¡Espera! —La voz de Katherine salió como un grito ahogado.
Dio un paso hacia él desesperada.
Él giró la cabeza apenas, los ojos grises clavados en ella como si por un segundo la reconociera.
—Tendrás tu oportunidad de hablar. Si mientes, te mataré sin vacilar.
Katherine sintió un escalofrío recorrerle la espalda mientras dos lobos tomaban sus brazos.
De repente el Alfa pareció cambiar de opinión.
—No la toquen, ella puede caminar sola.
Y por primera vez, Katherine sintió que no sabía si iba hacia la manada… o hacia su propia ejecución.
*
Horas después la hembra había sido encerrada en una especie de cabaña.
El aire dentro era denso, cargado del humo de la hoguera lejana y del olor rancio de la paja mojada. Katherine se acurrucó contra la pared con las rodillas pegadas a su pecho, tratando de pensar qué era lo que había sucedido.
‘’Esa loba tuvo que quitarme los poderes y absorberlos, me trajo al pasado de Maverik. Él había sido el Alfa de una manada antigua antes de perderlo todo y que mi familia lo acogiera.’’ Había deducido aquello, esa era la única explicación a todo.
La puerta chirrió.
El corazón de Katherine dio un salto al verlo ocupar el umbral como si fuera demasiado grande para la cabaña. Su presencia llenó el aire, haciéndolo más pesado. Llevaba una camisa negra sin mangas que dejaba al descubierto su pecho amplio y en su mano derecha brillaba un cuchillo bajo la luz temblorosa de la antorcha que cargaba en la izquierda.
Los ojos grises la atraparon, fríos, implacables.
—Habla —ordenó su voz grave causando un estremecimiento involuntario en ella—. ¿Quién te envió?
Maverik cerró la puerta con un golpe seco y dejando que la antorcha proyectara sombras danzantes en las paredes de madera se acercó a ella.
—Nadie… —logró decir apenas con un hilo de voz.
Maverik inclinó la cabeza estudiándola como si fuera una criatura extraña.
—Eres loba, pero no hueles como ninguna de las que conozco. Tu aroma… —se detuvo, acercándose aún más inclinándose hasta quedar frente a ella. Aspiró su olor antes de tensarse y que en sus ojos brillara algo peligroso—. No es de aquí, jamás había olido algo tan…
Katherine tragó saliva, la tensión entre ellos se hizo más fuerte, la distancia era corta.
Sabía que debería estar preocupada únicamente por su destino pero su corazón latía cada vez más rápido y su cuerpo respondía a él.
—Dime quién eres —ordenó sin rodeos.
¿Cómo iba a explicarle que ella venía del futuro y que ni siquiera debería existir en ese momento? ¿Que venía de un futuro en el que ya lo conocía y lo había amado… un futuro donde él mismo le había hecho pedazos su corazón?