Cloe siempre ha sido una chica alegre y de buenos principios, criada por su abuela, quien la ha cuidado toda su vida. Sin embargo, hay una condición para que Cloe herede la fortuna familiar: debe casarse. Aunque tiene novio, su abuela sospecha que él no es el indicado y le propone algo inesperado: tener tres citas a ciegas antes de tomar una decisión. Cloe, confiada en su relación, rechaza la idea y decide pedirle matrimonio a su novio. Pero lo que jamás imaginó fue escuchar las frías palabras que destrozarían sus ilusiones: —Quiero a Cloe, pero no me veo casándome con ella o viviendo un futuro a su lado. Mientras Cloe lidia con esta devastadora verdad, su destino toma un giro inesperado. Ethan Chandra, el Alfa Supremo, quien ha perdido a su primera luna, ha puesto los ojos en ella. Él, obligado por las circunstancias, ha decidido reclamarla como su segunda luna, y hará lo que sea necesario para conquistarla, aunque Cloe no tiene idea de que existen los hombres lobo. ¿Podrá una simple humana controlar a un lobo oscuro? ¿O se verá consumida por los secretos y peligros que acechan en su nuevo mundo?
Leer másCloe levantó la cabeza, y sus ojos llenos de furia se encontraron con los de Isabella, quien estaba parada en la entrada con una expresión de superioridad.—¿Tu marido? —espetó Cloe, poniéndose de pie y enfrentándola directamente. No sabía si era loba o que, solo notaba su piel pálida, pero extrañamente no le temía.— ¿Qué demonios estás haciendo aquí?Isabella arqueó una ceja y esbozó una sonrisa desdeñosa.—Lo mismo que tú, supongo. Asegurarme de que mi hombre reciba el cuidado que merece. Aunque, siendo sincera, dudo que alguien como tú sea capaz de hacerlo.Kael y Noa intercambiaron miradas incómodas, pero no intervinieron. Cloe dio un paso hacia Isabella, ardiendo de celos y rabia.—Escucha bien. No tienes ningún derecho a estar aquí. Ethan es mi esposo, y si no quieres que te saque yo misma, te sugiero que te largues ahora mismo.Isabella no se inmutó, sino que su sonrisa se hizo más amplia.—Tu una humana débil y simplona me está amenazando a mí. ¡Diosa que chiste ni más pendej
En el castillo de la manada, la atmósfera pesaba en el momento que Cloe cruzó el umbral. Las miradas de los presentes se clavaron en ella como dagas. El desdén era claro, y aunque había esperado algo de hostilidad, no pudo evitar que la incomodidad la recorriera. Sin embargo, lo que realmente encendió su furia fue la presencia de Isabella, que parecía moverse con demasiada comodidad entre los suyos.«¿Qué hace aquí todavía?», pensó Cloe, quien, a pesar de la angustia por Ethan, sentía como los celos ardían en su pecho como un fuego incontrolable, mezclado con una punzada de inseguridad y rabia que no lograba reprimir.Sin esperar a que alguien la guiara, avanzó decidida hacia la alcoba que compartió con Ethan. Una vez allí, cerró la puerta tras de sí con fuerza y se quedó junto a la ventana, mirando hacia el horizonte.Las horas pasaron lentamente y la noche parecía interminable, y aunque el cansancio la invadía, no se permitió cerrar los ojos. Pues su mente no dejaba de imaginar las
Ethan pisó el acelerador de la camioneta, con la mirada fija en el camino mientras el motor rugía bajo su control. La rabia hervía en sus venas, pero también una estrategia cuidadosamente planeada. No iba a huir. Él nunca huía. Detrás de él, Robin, en su forma grotesca y espeluznante, lo seguía, con pasos pesados. Aunque no era tan rápido como un alfa supremo, su tenacidad le permitía mantener el ritmo.Desde la camioneta, Ethan podía oír la risa distorsionada de Robin, como una mezcla de sonido humano y bestial que helaba la sangre.—¿Tienes miedo, bestia? —rugió Robin, con la voz desgarrada por su deformidad—. ¡Es divertido! ¡El gran alfa supremo huyendo como un cobarde!Ethan apretó los dientes, ignorando las provocaciones mientras salían de los límites de la ciudad. La carretera ahora era un tramo desolado, rodeado de árboles oscuros que apenas dejaban pasar la luz de la luna. Ahí, lejos de las miradas indiscretas, las cosas se resolverían como debían. Giró bruscamente el volant
Como un balde de agua helada, la realidad golpeó a Cloe, dejando que su corazón latiera frenéticamente en su pecho. Antes de que Ethan pudiera siquiera abrir la boca para responderle, ella exclamó con un grito sofocado: —¡Ay, no! ¡Samira y mi hermana!Sin pensarlo dos veces, salió corriendo, sintiendo cómo la culpa se aferraba a su alma como cadenas de hierro. Cada paso la hacía sentirse más indigna, más despreciable. Soy la peor amiga del mundo, pensó. Había huido, dejando a Samira malherida, sola y vulnerable.Cuando finalmente llegó a su lado, su pecho se comprimió al verla tan pálida. Sin contenerse, Cloe se lanzó a abrazarla con fuerza, dejando a Samira completamente pasmada.—¡Lo siento, lo siento tanto! —repetía entre sollozos que parecían desgarrarle la garganta—. Fui una persona ruin, despreciable, egoísta e inútil. ¡Te dejé sola! Mi deber era ayudarte, pelear a tu lado contra esas cosas, y en lugar de eso, pensé solo en mí, en huir. No mereces a alguien como yo a tu lado.
Teresa, la hermana de Cloe, no podía apartar los ojos de los tres seres frente a ella. Samira, Noa y Kael habían vuelto a sus formas humanas, pero el impacto de lo que acababa de presenciar la dejó completamente petrificada.«Esto no puede estar pasando…», pensó Teresa, incapaz de encontrar una lógica a lo que sus ojos acababan de presenciar. Pero antes de que pudiera procesarlo, Kael, aún desnudo y cubierto de marcas de la batalla, se lanzó hacia ella con una intensidad que la dejó sin aliento.—¡¿Qué estás haciendo?! —gritó Teresa mientras intentaba, en vano, apartarse de él. Kael la abrazaba con fuerza, pegándola contra su pecho cálido. Sus ojos brillaban con un fervor salvaje, y su respiración pesada acariciaba el cuello de Teresa, haciendo que un escalofrío recorriese su cuerpo.—Eres mía—murmuró con voz ronca, mientras ella forcejeaba desesperadamente.—¡Suéltame! ¡Estás loco! —chilló ella, golpeándolo con los puños, aunque Kael no parecía inmutarse.—No voy a soltarte —respond
7 días después:El ruido de la música vibraba en el pecho de Cloe mientras ella y su hermana Teresa caminaban entre las luces estroboscópicas y el mar de cuerpos en movimiento de la discoteca. Cloe, aunque aparentaba estar allí por diversión, en realidad buscaba algo, o mejor dicho, a alguien. Su corazón latía con un anhelo desesperado mientras sus ojos recorrían el lugar. Sabía que no debía, pero aún esperaba verlo. Ethan. Pero después de horas sin rastro alguno de él, la desilusión la invadió.De regreso a casa, el peso de los días acumulados sin respuestas la hizo hablar. Mientras Teresa y Samira la escuchaban desde el sofá, ella confesó con voz temblorosa:—Me voy. Creo que es hora de darme una oportunidad con Nathaniel. Quiero alejarme de todo esto… de él.Samira frunció el ceño, evidentemente molesta. —¿Estás huyendo?—¡No lo entiendes, Samira! —Cloe gritó, sintiendo cómo su frustración hervía en su interior—. No puedo seguir esperando por alguien que claramente no me quiere. Nat
Cloe apenas había logrado descansar tras la devastadora conversación con Morgana y los intentos de Samira por consolarla. Estaba preparando un café cuando su teléfono sonó, mostrando un número desconocido. Contestó con cierto recelo.—¿Cloe? Soy Teresa… tu hermana. Estoy de regreso en el país —dijo una voz femenina, cargada de una mezcla de nervios y expectativa.Cloe frunció el ceño, sorprendida. Teresa, la media hermana hija de su padre, ese hombre que nunca la quiso, no era alguien con quien hubiera tenido contacto frecuente. Habían compartido pocas palabras en el pasado, pero nunca hubo verdadero cariño entre ellas.—Oh, Teresa… —respondió Cloe, intentando sonar neutral—. ¿Qué… qué necesitas?—Quiero quedarme contigo por un tiempo —dijo Teresa sin rodeos. La declaración cayó como un balde de agua fría, pero antes de que Cloe pudiera reaccionar, Teresa continuó–: Estoy en un hotel ahora, pero quiero pasar tiempo contigo, conocerte mejor. Además, hay algo importante que tengo que co
Samira dudó. Sabía que Ferus, con su presencia constante, era una señal clara de que el ciclo no había concluido, pero no podía decirle a Cloe que Ferus era la parte lobuna de Ethan y si le respondía con seguridad, Cloe se pondría más intensa queriendo saber por qué estaba tan segura. Finalmente, suspiró. —No lo sé, Cloe. No puedo decirte con certeza.La incertidumbre en la respuesta de Samira fue como una daga en el corazón de Cloe. Se puso de pie de golpe y comenzó a caminar de un lado a otro, su mente enredada en pensamientos desesperados. —¡No puedo seguir así, Samira! —exclamó, llevándose las manos a la cabeza. —No puedo vivir con estas dudas. ¿Ethan vendrá? ¿No vendrá? Estoy harta de sentirme tan insegura, tan tonta…Su voz se quebró al pronunciar esas últimas palabras, y por un momento, el silencio llenó la habitación. Finalmente, con un murmullo apenas audible, Cloe soltó: —Morgana.Samira abrió los ojos con incredulidad. —¿Qué? No. Dime que no estás pensando en llamarla.
Cloe observó en silencio.Él, en un intento por ganarse su confianza, trató de besarle la mano, pero ella la apartó rápidamente.—No me trates con tanta frialdad, Cloe —rogó con pena—. He cambiado mucho. Perderte me hizo entender lo idiota que fui. Y ahora estoy dispuesto a todo para que me des una segunda oportunidad. Te juro que esta vez no te fallaré.Cloe se levantó bruscamente del sofá, dejándolo arrodillado allí, y comenzó a caminar hacia el otro lado de la sala. —Lo siento —dijo firme—, pero no puedo darte nada. No porque siga resentida, sino porque ya no te quiero.Robin se levantó rápidamente y, con un movimiento brusco, agarró la mano de Cloe, donde llevaba el anillo que Ethan le había dado. Sin previo aviso, lo arrancó de su dedo y lo arrojó al suelo con furia.—¿Es por esta mierda? —gruñó, desbordando su ira—. Supe que te casaste con esa cosa. Aun sabiendo que no es humano. ¿Estás enamorada de una bestia?Cloe miró el anillo en el suelo, y las ganas de abofetear a Robin