El eco de la declaración de Cassian seguía vibrando en las paredes como un rugido contenido.
“Ella me pertenece.”
Katherine seguía en el suelo, con las rodillas arañadas y el cuello aún ardiendo donde sus colmillos habían dejado esa primera marca.
No era la de Luna.
Lo sabía.
Pero era una mordida pública, un sello brutal que la volvía intocable para todos los presentes.
Su pecho subía y bajaba con violencia. El aire quemaba al entrar en sus pulmones, sin embargo, no podía apartar los ojos de él. De ese monstruo que la había reclamado sin preguntar, que la había mordido frente a todos como si fuera un simple trofeo.
Y lo peor era la contradicción.
Su cuerpo temblaba, pero no de repulsión. El deseo que había sentido al sentir sus colmillos en su piel la estaba volviendo loca.
—No puedes… —murmuró con la voz quebrada aunque en lo profundo de su alma su contradicción no era más que una excusa.
‘’No puede, pero lo hizo. Y parte de ella lo quiso. ¿Qué es esto? No entiendo nada…’’
Cassian