Mundo ficciónIniciar sesiónEn el despiadado mundo del fútbol y los negocios, Luca Moretti, el menor de una poderosa dinastía italiana, decide tomar el control de su destino comprando un club en decadencia: el Vittoria, un equipo de la Serie B que lucha por volver a la élite. Pero salvar al Vittoria no será solo una cuestión de táctica y goles. Luca deberá enfrentarse a rivales dentro y fuera del campo, negociar con inversionistas, hacer fichajes estratégicos y lidiar con los secretos de su propia familia, donde el poder y la lealtad se ponen a prueba constantemente. Mientras el club avanza en su camino hacia la gloria, Luca también se verá atrapado entre su pasado y su futuro: una relación que no puede ignorar, un legado que lo persigue y la sombra de su padre, Enzo Moretti, cuyos negocios siempre tienen un precio.
Leer másHabía una regla no escrita en la familia Moretti: solo se tomaban en serio las decisiones que podían cambiarlo todo.
Todo lo demás, lo impulsivo, lo pasional, lo que carecía de estrategia, no valía la pena discutirlo. Luca había crecido rodeado de ese pensamiento. Desde niño aprendió que los números eran más importantes que los sentimientos, que las decisiones se medían en beneficios, y que cada movimiento debía tener una razón de ser.
En la mesa de los Moretti no había espacio para errores.
Su padre, Enzo Moretti, había construido un imperio con esas reglas. Un hombre que nunca dejaba nada al azar, que cada decisión que tomaba estaba respaldada por una estrategia y que siempre se aseguraba de tener el control. Luca lo había visto dirigir reuniones con la misma calma con la que cortaba su carne en la mesa familiar, sin perder el ritmo, sin levantar la voz. Siempre con el dominio absoluto de la situación.
Frente a él estaban sus hermanos.
Alessandro, el mayor, había heredado la disciplina de su padre, aunque con un toque de arrogancia. Siempre con el teléfono en la mano, siempre un paso adelante en los negocios. Era el sucesor natural, el que algún día manejaría Moretti Enterprises, el que tenía el respeto de todos.
Valentina, en cambio, entendía el poder desde otro ángulo. No le interesaban los números, sino la influencia. Sabía manejar la política, la prensa, los discursos. Podía convertir un escándalo en una oportunidad y hacer que cualquiera viera lo que ella quería que viera. Luca nunca había sabido si admirarla o temerla.
Marco, el tercero, era el más analítico. No hablaba demasiado, pero cuando lo hacía, cada palabra tenía un propósito. Era el cerebro financiero de la familia, el que siempre tenía los números claros, el que veía todo en términos de riesgos y beneficios. Para él, todo se reducía a datos.
Y luego estaba Adriano, el único que alguna vez había desafiado las reglas de la familia. Había sido futbolista, y durante un tiempo parecía que lograría algo grande, pero su carrera terminó demasiado pronto. Desde entonces, vivía en ese punto intermedio entre el orgullo y la frustración, sin encajar del todo en el mundo de los negocios, pero sin otro lugar a dónde ir.
Luca los conocía a todos. Sabía lo que representaban, cómo pensaban, cómo reaccionaban.
Y por eso, sabía que lo que estaba a punto de decir no iba a cambiar nada.
—Compré un equipo de fútbol.
El silencio fue breve, pero significativo.
No hubo exclamaciones de sorpresa ni preguntas apresuradas. No era así como funcionaban los Moretti.
Alessandro fue el primero en reaccionar, deslizando el teléfono sobre la mesa sin apurarse.
—¿Vittoria?
No era una pregunta, en realidad.
Luca asintió.
—Sí.
—¿El mismo Vittoria que está en la Serie B, lleno de deudas y con un vestuario roto?
—Ese mismo.
Valentina cruzó las piernas, inclinándose con una media sonrisa.
—Qué interesante. Nunca te había visto interesado en el fútbol.
—Tal vez porque nunca me prestaste atención.
—Oh, Luca. Por favor.
Adriano dejó el tenedor sobre el plato y lo miró con una mezcla de incredulidad y algo más difícil de leer.
—¿Compraste un club en la Serie B?
—Compré un equipo con historia.
—No sirve de nada la historia si no tienes un futuro. —Marco no levantó la vista del vaso de vino que giraba entre sus dedos—. ¿Cómo lo pagaste?
Luca hizo una pausa.
—Vendí mis acciones en la empresa.
El aire en la mesa cambió.
Su padre, que hasta ese momento había seguido cortando su carne con la misma calma metódica de siempre, finalmente alzó la mirada.
—Vendiste tu lugar en Moretti Enterprises para comprar un equipo de fútbol.
No lo dijo con enojo. Ni siquiera con decepción.
Lo dijo como si simplemente no pudiera entenderlo.
Y tal vez, en su mente, así era.
Luca sostuvo la mirada de su padre.
—No me arrepiento.
—Eres un Moretti. No somos hombres de impulsos.
—No lo hice por impulso.
—¿Entonces por qué?
La pregunta quedó en el aire por un momento.
Luca pudo haber dado muchas respuestas. Podría haber hablado de cómo siempre había sido el menor, el protegido, el que no tenía que preocuparse porque los demás tomaban decisiones por él. Podría haber mencionado lo cansado que estaba de ser tratado como si nunca fuera a hacer nada importante. Podría haber dicho que tal vez, por primera vez en su vida, quería demostrar que podía construir algo por sí mismo.
Pero su padre no creía en ese tipo de respuestas.
Así que solo dijo:
—Porque sé que puedo hacer algo grande con esto.
Su padre lo observó durante un instante más.
—Te daré dos años.
—Voy a hacerlo en uno.
No hubo más palabras.
Solo un brindis silencioso, sin celebrar nada.
Luca se levantó de la mesa, salió del restaurante y caminó hasta su auto sin mirar atrás.
Cuando arrancó el motor, no condujo a casa.
Condujo sin un rumbo claro, hasta que sin darse cuenta terminó en otro lugar.
El estadio del A.S. Vittoria estaba vacío a esa hora.
Se quedó en el centro del campo, mirando las gradas en penumbra.
No estaba lleno, pero en su mente, podía verlo.
Y aunque nadie creyera en él, eso no importaba.
Porque él sí creía.
Los días siguientes fueron un torbellino de cambios.Tal como lo habían planeado, uno por uno, los miembros de la vieja directiva dimitieron. Giancarlo Riva fue el primero en irse, alegando problemas personales, aunque todos sabían que simplemente quería evitar un escándalo. Paolo De Santis intentó resistirse, pero cuando los rumores de una auditoría interna comenzaron a circular en la prensa, renunció sin más explicaciones. Lorenzo Bianchi y Angela Ferraro lo siguieron poco después, sin hacer demasiado ruido.Era el final de una era de corrupción y mediocridad para Vittoria.Y el inicio de algo mucho más grande.Con los antiguos directivos fuera, era hora de formar un nuevo equipo. Isabella tomó uno de los puestos clave en la directiva, lo que significaba que no solo manejaría la parte estratégica del club, sino que también tendría una voz en las decisiones importantes.Por otro lado, Adriano no perdió tiempo.Llamó a varios contactos, exfutbolistas, empresarios y figuras de la élite
Era exactamente lo opuesto a lo que esperaban escuchar. Esperaban súplicas, promesas vacías.Pero lo que recibieron fue un ultimátum.—En otras palabras —continuó Luca, con una expresión imperturbable—, no necesito convencerlos de quedarse. Ustedes necesitan convencerme de que todavía tienen un lugar en este proyecto.El impacto fue inmediato.Franco Belmonte ajustó su corbata, incómodo.Sandro Vieri tamborileó los dedos sobre la mesa, pensativo.Luigi Corazza, el más escéptico, lo miró con el ceño fruncido.—¿Y qué nos garantiza que realmente vas a lograrlo?Luca no parpadeó.—Que soy un Moretti.El peso de su apellido cayó sobre la mesa como un martillo.Todos sabían lo que significaba. Los Moretti no apostaban para perder.El primero en reaccionar fue Franco Belmonte.Se inclinó hacia adelante, con los ojos afilados.—Si Vittoria de verdad regresa a la Serie A… quiero mi logo en su camiseta.Luca sonrió.—Si te quedas, lo tendrás.Los demás comenzaron a murmurar entre ellos. El mie
Minutos después, Isabella Marchetti apareció.Vestida con un traje elegante, con la misma seguridad que siempre había tenido. Se sentó sin pedir permiso, cruzó las piernas y miró a Luca con una ligera sonrisa.—No me habías dicho que este sería un evento social.—Quería que fuera una sorpresa.—Bien. Entonces sorpréndeme.Luca tomó aire y comenzó.—Vittoria no es solo un club de fútbol. Es una marca que está esperando ser reconstruida. Tiene historia, tiene identidad y tiene una afición que está hambrienta de algo real.Hizo una pausa, observando sus reacciones.—Lo que les propongo es simple: invertir en el renacimiento de un club que tiene potencial para regresar a la élite. Con la estrategia correcta, podemos convertir a Vittoria en un equipo sostenible, competitivo y rentable.Federico Arzani fue el primero en hablar.—Suena bien en papel, pero ¿cuál es el plan realista para hacer esto rentable?Luca asintió.—Primero, reconstrucción deportiva. Estamos analizando fichajes estratég
Una semana después de haber asumido el control del A.S. Vittoria, Luca comprendió algo con absoluta claridad: el fútbol no se ganaba solo en la cancha.Desde el primer día, las reuniones con su equipo técnico, las conversaciones con jugadores y las largas noches revisando contratos le demostraron que la verdadera batalla no era únicamente deportiva. Era financiera, política y estratégica.Un club sin dinero no podía competir.Un club sin influencia no podía sobrevivir.Y aunque Luca Moretti no tenía experiencia en la gestión de un equipo, sabía perfectamente cómo moverse en el mundo de los negocios.Más de dos décadas como parte de la familia Moretti le habían enseñado que el poder se construía con relaciones. Y si Vittoria quería resurgir, necesitaba más que buenos fichajes y entrenamientos duros. Necesitaba aliados.Por eso, una semana después de su llegada al club, decidió empezar su propio juego.Era hora de mover sus influencias.Reunión con Valeria D’Alessio – La Hija del consej
Adriano caminó despacio hasta la mitad del vestuario y miró a cada uno en los ojos.—Voy a ser breve —dijo con voz firme—. Ustedes son jugadores de fútbol, pero lo que vi hoy en el campo no es un equipo.Los murmullos desaparecieron.—Llevan años jugando sin una identidad, sin una idea clara. Algunos se conforman con seguir en la Serie B, otros solo están aquí para cobrar su sueldo. Eso se acaba hoy.Algunos jugadores se removieron en sus asientos.Luca, apoyado contra la pared, decidió intervenir.—Vittoria no es un club de segunda categoría. O no debería serlo. Pero si seguimos así, nunca vamos a subir.Los jugadores intercambiaron miradas.Adriano continuó:—Aquí no hay espacio para divas, para egos, para tipos que creen que pueden hacer lo que quieran. A partir de ahora, si alguien no cumple con el equipo, no tiene lugar aquí.Hizo una pausa, recorriendo el vestuario con la mirada.—Si alguno de ustedes cree que esto es demasiado, la puerta está abierta.Silencio absoluto.Nadie s
Luca podía imaginarlo en su oficina, con la misma expresión de siempre, sin demostrar emoción alguna.Finalmente, su padre habló con tono más frío.—No voy a interferir. Pero cuando esta idea fracase, porque lo hará, quiero que seas tú quien le abra los ojos.—Si fracasa, Luca aprenderá de eso. No necesita que le abran los ojos, necesita que lo dejen intentarlo.—Adriano... —comenzó Enzo, pero su hijo mayor ya no estaba interesado en seguir la conversación.—Tengo trabajo que hacer. Adiós, padre.Colgó la llamada antes de que Enzo pudiera decir otra palabra.Se hizo un silencio en la sala.Luca lo rompió primero.—No tenías que hacerlo.Adriano lo miró con seriedad.—Sí, sí tenía que hacerlo.Se inclinó hacia adelante y apoyó los codos en la mesa.—Escucha, Luca. No te voy a mentir. No sé si esto funcionará. No sé si Vittoria volverá a la Serie A o si terminaremos hundidos. Pero lo que sí sé es que prefiero arriesgarme en esto contigo que pasarme la vida preguntándome qué habría pasad
Último capítulo