Adriano caminó despacio hasta la mitad del vestuario y miró a cada uno en los ojos.
—Voy a ser breve —dijo con voz firme—. Ustedes son jugadores de fútbol, pero lo que vi hoy en el campo no es un equipo.
Los murmullos desaparecieron.
—Llevan años jugando sin una identidad, sin una idea clara. Algunos se conforman con seguir en la Serie B, otros solo están aquí para cobrar su sueldo. Eso se acaba hoy.
Algunos jugadores se removieron en sus asientos.
Luca, apoyado contra la pared, decidió intervenir.
—Vittoria no es un club de segunda categoría. O no debería serlo. Pero si seguimos así, nunca vamos a subir.
Los jugadores intercambiaron miradas.
Adriano continuó:
—Aquí no hay espacio para divas, para egos, para tipos que creen que pueden hacer lo que quieran. A partir de ahora, si alguien no cumple con el equipo, no tiene lugar aquí.
Hizo una pausa, recorriendo el vestuario con la mirada.
—Si alguno de ustedes cree que esto es demasiado, la puerta está abierta.
Silencio absoluto.
Nadie s