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CAPÍTULO 4: LA FAMILIA MORETTI - PARTE 4

Cuando Luca entró, se encontró con las mismas miradas de expectación de antes.

No todos estaban convencidos de su llegada, pero el anuncio de Adriano como director deportivo cambiaría la dinámica.

Luca tomó asiento y miró a los presentes.

—Sé que todavía hay dudas sobre mi plan para Vittoria —dijo con calma—, pero quiero dejar algo claro desde el principio: no vine a este club solo. Quiero construir algo sólido y para eso necesito a las personas correctas.

Hizo una pausa y miró a su hermano.

—Por eso, quiero presentar oficialmente al nuevo director deportivo del A.S. Vittoria: Adriano Moretti.

Los murmullos no tardaron en aparecer.

Adriano se levantó de su asiento, con una expresión serena pero segura.

—Muchos de ustedes ya me conocen —dijo, apoyando las manos sobre la mesa—. Jugué en esta liga. Conozco lo que significa estar dentro de un vestuario, sé lo que pasa en la cabeza de un jugador cuando las cosas van mal.

Se tomó un segundo ante de continuar.

—Sé que este club no ha tenido estabilidad en años. Sé que el fútbol no se maneja solo con dinero ni con promesas. Se maneja con trabajo, con decisiones inteligentes y con un equipo que tenga una identidad.

Giró la vista hacia Luca.

—Mi hermano quiere construir algo real aquí, y yo también.

Giancarlo Riva, el presidente ejecutivo, se cruzó de brazos.

—No puedo decir que no sea una sorpresa, Adriano. Pero déjame preguntarte algo: ¿por qué ahora?

Adriano lo miró de frente.

—Porque es la primera vez que alguien en mi familia me ofrece la oportunidad de hacer algo con el fútbol sin tratarlo como un negocio más.

Hubo un breve silencio.

Luego, Riva asintió.

—Bien. Entonces empecemos.

Angela Ferraro tomó la palabra.

—Publicaremos el anuncio oficial en nuestras redes y organizaremos una entrevista con los medios para esta semana. La afición querrá escuchar lo que tienes que decir, Adriano.

—Lo sé —respondió él con una leve sonrisa—. Y estoy listo.

Luca se recostó en su silla, viendo cómo su hermano tomaba su nuevo rol con naturalidad.

Tal vez, después de todo, no estaba tan solo en esto.

Después de la presentación de Adriano, Luca se dirigió al campo de entrenamiento, donde lo esperaba el hombre que tenía en sus manos el destino del equipo dentro del campo: Massimo Bellucci.

El entrenador, de 56 años, estaba parado con los brazos cruzados, observando a sus asistentes colocar los conos para la práctica de la tarde. Su expresión era la de un hombre que había visto de todo en el fútbol, y que no estaba particularmente impresionado con la llegada de un joven empresario a "su" vestuario.

Cuando Luca y Adriano se acercaron, Bellucci los miró sin moverse.

—Así que este es el nuevo dueño del Vittoria.

Luca extendió la mano.

—Massimo. Es un gusto conocerte.

El entrenador se tomó su tiempo antes de estrechar la mano con firmeza.

—Moretti.

No lo dijo con desprecio, pero tampoco con entusiasmo.

—Espero que no te moleste que traiga a mi hermano —continuó Luca—. Adriano será el nuevo director deportivo.

Bellucci miró a Adriano y asintió levemente.

—Al menos alguien aquí sabe de fútbol.

Luca ignoró la provocación.

—Quiero hablar sobre el equipo, el estado de la plantilla y lo que necesitamos para esta temporada.

—¿Ahora te interesa el fútbol?

Adriano se adelantó antes de que Luca respondiera.

—Vamos a dejar algo claro desde el principio, Massimo. Luca es el dueño del club y yo soy el director deportivo. No estamos aquí para meternos en tu trabajo, pero sí para construir un equipo competitivo.

Bellucci se quedó en silencio unos segundos antes de asentir.

—Bien. Sigamos esta conversación en la oficina.

Los tres caminaron hacia el edificio donde estaban las instalaciones técnicas. En la sala de reuniones ya estaban esperando algunos miembros del cuerpo técnico.

Stefano Mancini – Asistente técnico Un hombre en sus cuarentas, de cabello corto y actitud disciplinada. Es el segundo al mando de Bellucci y quien maneja los entrenamientos cuando el entrenador no está.

Francesco Barone – Preparador físico

Responsable del estado físico de los jugadores. Un hombre de carácter fuerte, obsesionado con el rendimiento.

Matteo Rossetti – Analista táctico

Un exjugador retirado, ahora encargado de estudiar a los rivales y analizar el desempeño del equipo.

Claudio De Luca – Entrenador de porteros

Trabaja con los guardametas y supervisa su evolución.

Cuando todos tomaron asiento, Bellucci fue directo al punto.

—Vamos a ser francos. El equipo no está en buena forma. La temporada pasada terminamos a mitad de la tabla y sin un estilo de juego definido. No tenemos un líder claro en el vestuario y hay varios jugadores que no deberían estar aquí.

Luca apoyó los codos en la mesa.

—Quiero saber cuáles son nuestras debilidades y qué jugadores crees que necesitamos.

Bellucci resopló.

—¿Por dónde empiezo?

—Por los problemas más graves —respondió Adriano.

—Número uno: nuestra defensa es un desastre. No tenemos laterales decentes y los centrales son lentos.

—Número dos: en el mediocampo falta creatividad. Tenemos jugadores que corren, pero nadie que piense.

—Número tres: Rafa de Souza.

Luca frunció el ceño.

—¿Qué pasa con Rafa?

—Es nuestro delantero estrella, pero su actitud es un problema. Llega tarde a los entrenamientos, se cree más importante que el equipo y no ha estado rindiendo como se espera.

Adriano miró a Luca.

—Vamos a tener que hablar con él.

—Lo haremos. Pero primero, ¿qué jugadores quieres traer?

Bellucci exhaló, cruzando los brazos.

—Necesitamos al menos dos defensores con experiencia, un mediocampista creativo y un delantero que pueda competir con Rafa.

—Déjanos eso a nosotros —dijo Adriano—. Tú solo concéntrate en sacar lo mejor del equipo que tenemos ahora.

Bellucci los observó por un momento antes de asentir.

—Bien. Pero déjenme decirles algo.

Se inclinó hacia adelante.

—Si de verdad quieren que Vittoria vuelva a ser grande, van a tener que tomar decisiones difíciles.

Luca sostuvo su mirada.

—Estoy listo para eso.

Bellucci lo estudió un momento más, luego se puso de pie.

—Entonces, veremos si eres diferente a los otros dueños que han pasado por aquí.

Salió de la sala sin decir nada más.

Adriano suspiró.

—Vas a tener que ganarte su respeto.

Luca sonrió apenas.

—No espero nada fácil.

Adriano se cruzó de brazos y miró el campo de entrenamiento a través de la ventana.

—Bien. Porque esto recién empieza.

Cuando Bellucci salió de la sala de reuniones, Luca se quedó sentado unos segundos, observando los documentos sobre la mesa. Adriano, en cambio, se recostó en su silla con los brazos cruzados.

—Va a ser un dolor de cabeza —dijo sin rodeos.

—¿Bellucci?

—Sí. No confía en ti, y tampoco cree en cambios radicales. Si quieres que este equipo suba, vas a tener que convencerlo de que tu proyecto es más que una fantasía de niño rico.

Luca exhaló.

—No espero que me lo pongan fácil.

—Eso ya lo sabemos —murmuró Adriano, antes de revisar su reloj—. ¿Y ahora qué?

Luca tomó su teléfono y buscó el contacto de Silvia.

—Ahora empezamos a trabajar.

Marcó el número y la secretaria respondió en pocos segundos.

—Silvia, necesito que me consigas toda la información que tengamos sobre Bellucci. Sus equipos anteriores, sus estrategias, su forma de manejar el vestuario. Todo.

—¿Quiere que prepare un informe?

—Sí, y que me lo envíes antes del mediodía.

—Entendido. ¿Algo más?

Luca miró a Adriano, que lo observaba con una ceja arqueada.

—Sí, necesito también las fichas de los jugadores clave. Rafa de Souza, los defensas que tenemos y los juveniles que están destacando en la cantera. Quiero saber exactamente con qué contamos.

—Me encargaré de eso —dijo Silvia antes de cortar la llamada.

Luca dejó el teléfono sobre la mesa y miró a su hermano.

—¿Qué?

Adriano sonrió de lado.

—Al menos pareces que sabes lo que haces.

—No necesito que lo parezca.

—Entonces no lo arruines.

Pero antes de que Luca pudiera responder, el teléfono de Adriano vibró.

Él lo tomó, revisó el nombre en la pantalla y chasqueó la lengua antes de contestar.

—Padre.

Luca se tensó.

No era común que Enzo Moretti llamara sin motivo.

—¿Qué haces en Vittoria? —fue lo primero que dijo su padre, sin preámbulos.

Adriano intercambió una mirada rápida con Luca antes de responder.

—Trabajo.

—¿Trabajo? —repitió Enzo, con una nota de incredulidad—. ¿Llamas "trabajo" a esta locura de Luca?

—Llamo trabajo a hacer algo que realmente me interesa.

Hubo un silencio breve al otro lado de la línea.

—Pensé que, de todos tus hermanos, serías el que le haría ver la realidad.

Adriano pasó una mano por su nuca y suspiró con frustración.

—Si por realidad te refieres a meterlo de nuevo en Moretti Enterprises y hacer que siga el camino que tú elegiste, entonces no. No voy a hacer eso.

—Eres su hermano mayor —respondió Enzo con voz firme—. Deberías ayudarlo a encontrar el camino correcto, no avivar sus ilusiones.

Luca apretó los puños sobre la mesa.

Adriano se mantuvo tranquilo, aunque su expresión se endureció.

—Luca ya encontró su camino, aunque no sea el que tú querías.

—El fútbol no es un negocio para los Moretti.

—Tampoco lo era para mí, pero lo intenté. ¿Recuerdas?

Esta vez, Enzo tardó más en responder.

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