Mundo ficciónIniciar sesiónUna desconocida interrumpe una boda acusando al prometido de infidelidad, provocando que su verdadera prometida lo abandone en el altar. Tras darse cuenta de su error, exclama: ¡Ups, me equivoqué! Ese embarazoso malentendido se convierte en una pesadilla cuando el novio, decide tomarla como esposa y la amenaza ordenando después: ¡Siga la ceremonia, padre, no importa quién sea la novia! ¡Yo tengo que salir casado hoy de esta iglesia! Luego se inclinó sobre ella de nuevo: ¡Tú hiciste esto! ¿Me querías? ¡Aquí me tienes! ¡Hazte responsable de lo que has hecho!
Leer másLa tarde en Roma transcurría como cada sábado, agitada y llena de personas apresuradas por llegar a sus destinos. En una de las calles de la ciudad, no tan céntricas, una joven corría por el costado mientras extendía su mano desesperadamente.
—¡Taxi…! ¡Taxi…! —hacía señas con impaciencia en medio de la calle—. ¡Taxi…! ¡Taxi…! El hermoso vestido largo de flores que llevaba hacía que su figura alta y esbelta destacara en medio de la calle. Su larga cabellera roja caía en bucles sobre su espalda, volando libre con el aire vespertino. Movía ambos brazos en su empeño por detener un auto, mientras sus inquietos ojos verdes se empañaban por las lágrimas que no podía contener. Ese mensaje la había dejado atónita. Años de relación se habían desmoronado en un instante. No podía creerlo. Pero si realmente era cierto, necesitaba enfrentarlo antes de que fuera demasiado tarde. —¡Taxi…! ¡Taxi…! —gritaba casi en medio de la calle al ver cómo un auto se acercaba. Al fin logró que el taxista se detuviera, quien le preguntó al verla tan agitada: —¿Adónde la llevo, señorita? ¿Tiene una emergencia familiar? —Lléveme urgente a la catedral Santa Catalina —le pidió ella mientras entraba a toda prisa y se acomodaba en el asiento trasero del auto—. Por favor, puede darse prisa, le pagaré más. —¿A la catedral? —preguntó el conductor, asombrado al verla limpiarse las lágrimas que se le escapaban disimuladamente—. ¿Llega tarde a la boda de su amiga? —Sí, eso mismo, muy tarde. Pero apúrese, por favor, no puedo llegar tarde —insistió ella, mirando el reloj con impaciencia—. Le pagaré más si llega lo antes posible, no está tan lejos, por favor, ¡dése prisa! El conductor no preguntó más, puso en marcha el auto y salió a toda velocidad hacia su destino. Al fin llegaron en menos de diez minutos. —Listo, señorita, está aquí —anunció el conductor, extendiendo la mano hacia ella, que rebuscaba con nerviosismo en su monedero, sacando el dinero. La joven bajó del taxi y le pagó al chofer apresuradamente por la ventanilla delantera. Luego, salió corriendo lo más rápido que pudo, subiendo la escalinata. Tres hombres vestidos de negro, con gafas oscuras, hablaban entre sí, medio ocultos cerca de las columnas. Ella apenas los notó; ¿qué más daba quién estuviera allí? Su mundo estaba a punto de romperse en pedazos. Ellos se miraron entre sí, señalando a la extraña, luego giraron a ver al que parecía ser su jefe, que negó con la cabeza, indicando que la dejaran seguir. La joven, sin percatarse de nada, terminó de subir la escalinata, abrió de un tirón la puerta de doble hoja, que sonó con un golpe seco, lo suficientemente fuerte para que todos los participantes de la boda giraran la cabeza para verla. Pero ella, ignorando a todos, con la vista fija en la pareja frente al altar, siguió corriendo hasta el final del pasillo ante los ojos expectantes de todos y gritó con todas sus fuerzas: —¡¿Cómo puedes hacerme esto?! ¡Por eso llevabas dos años comprometido conmigo, dándome largas sin quererte casar! ¡Tenías a otra, desgraciado! Y sin más, se quitó un zapato y lo lanzó con todas sus fuerzas, dándole en la frente al novio justo cuando este se giraba al escucharla para verla. Al mismo tiempo, el hombre recibió una fuerte bofetada de su prometida, que se quitó el velo y el anillo de compromiso furiosa, se los lanzó y salió llorando de la iglesia, seguida por su padre, no sin antes este último darle un enorme puñetazo al novio, que cayó a los pies de la chica, quien lo miró y dijo: —¡Ups! ¡Me equivoqué! No eres mi prometido. Luego, hizo ademán de marcharse, pero el novio se puso de pie, la tomó de la mano, recogió el velo y el anillo de compromiso y le habló al oído: —¡Si te mueves, te mato aquí mismo! —dejando que ella viera el arma que portaba en su cintura. A continuación le puso el velo en la cabeza a la chica, que no sabía qué hacer, aterrada, mirando ahora a su alrededor donde todos la observaban con curiosidad y cierta amenaza. Al terminar de colocarle todo, la posicionó a su lado frente al padre y ordenó con voz fuerte y sonora: —¡Siga la ceremonia, padre, no importa quién sea la novia! ¡Yo tengo que salir casado hoy de esta iglesia! —Luego se inclinó sobre ella de nuevo, que temblaba asustada, y le dijo al oído:—¡Estás muerta si dices que no! ¡Pero no solo tú, mataré a toda tu familia! ¡Tú hiciste esto! ¡Me querías, aquí me tienes! ¡Hazte responsable de lo que has hecho! La amenaza la golpeó como un cubo de hielo sobre la piel. Ese no era un hombre cualquiera. Su mirada, su actitud, era atemorizante; sabía que no estaba bromeando. ¿Cómo había acabado así? Un segundo gritándole a un traidor, y al siguiente, casándose con un completo extraño que parecía capaz de todo. Lo miraba aterrada, intentó soltarse de su agarre, pero volvió a ver el arma en su cintura y se quedó quieta, asintiendo a todo lo que le preguntaban. Al final, él la besó y se la llevó rumbo a una limusina que los esperaba, rodeada de hombres en trajes y armados. Al entrar en el auto, ella se sentó lo más alejada posible, miró al hombre que no decía nada, la ignoraba por completo hasta que se detuvieron y le hizo señas de que bajara. Se introdujeron en una tienda de novias y la vistieron con un hermoso vestido, la peinaron y maquillaron. Todo esto en absoluto silencio. Volvieron a montarse en la limusina y se dirigieron a donde los esperaban los invitados de la boda, en una lujosa residencia. Se introdujeron en ella, se bajaron y caminaron uno al lado del otro hasta entrar a la casa, dirigiéndose a una habitación; él se sentó, siempre mirando su teléfono. Y sin mirarla, le preguntó: —¿Cómo te llamas? —Lilian…, Lilian Caleri Pagani, señor —balbuceó ella, aterrada. —Mi nombre es Alessandro Minetti. Para ti, señor Minetti. Tu esposo por exactamente tres años. Al cumplir ese periodo, nos divorciaremos y te daré una buena cantidad de dinero. Vivirás el resto de tu vida sin preocupación —habló sin mirarla, fríamente, como si ella no tuviera voto en el asunto. —Pero señor Minetti, ¿cómo me pudo hacer esto? —se atrevió al fin la joven a preguntar. Y al ver cómo no levantaba la mirada, agregó con un poco más de valor:—¡Yo estoy comprometida hace dos años, estoy planificando mi boda! ¡Definitivamente no puedo aceptar eso que me dice! Pero al ver cómo levantaba la mirada de su teléfono para observarla, se quedó callada, aterrorizada. —¿Por qué me culpas a mí? ¡Fue tu error, asúmelo y pospón tu matrimonio! A ver, ¿cómo fue que dijiste? ¡Ups, me equivoqué! —Eran sus propias palabras, pero en los labios de él, sonaban como una sentencia de muerte. Ella no lo sabía todavía, pero esa boda lo cambiaría todo. Nadie irrumpe en la vida de Alessandro Minetti sin pagar un precio.ANDY:Respiro profundamente para controlar la molestia que me causa cada vez que Lucila me hace este tipo de bromas. Debo hacerlo porque sé que, si ella se molesta, Lili es capaz de no volver a hablarme nunca más. El silencio al otro lado de la línea me dice que todavía está molesta conmigo. Por eso, antes de que corte la llamada, me apresuro a hablar. —Luci, discúlpame por lo que te dije la otra vez. Solo jugaba contigo, igual que tú lo hacías conmigo —me disculpo sinceramente—. Sabes que te quiero como a mi hermanita. Anda, no seas mala y ponme con Lili, necesito hablarle. —Espera un momento —responde, y eso me llena de alegría. Mientras espero, pienso que hice bien en disculparme con Lucila. No debí decirle aquello a la pobre. Si sigue como va, no le quedan muchos años de vida. Tan bonita que es también. Al fin la escucho hab
Me mira llena de preocupación y amor incondicional, los mismos que me han acompañado toda mi vida. Me siento pequeña frente a su mirada. La abrazo nuevamente, buscando consuelo en su calor. —Sí, lo he besado muchas veces —respondo sinceramente—. Cuando lo hace, se me quita el pánico a volar. —¿Te gusta? —pregunta directamente. —No, es solo en ese instante —digo, aunque estoy muy confundida. Pero no es el momento de analizar nada—. Vamos, que mamá se va a preocupar. Bajamos del avión y vamos directo a una hermosa casa en medio de un viñedo. Todo es precioso, la casa es antigua, pero conserva su majestuosidad. Subo a la habitación, me siento mal. Me acuesto y sigo durmiendo. Cuando al fin me despierto, es el atardecer; me dejo llevar por el sonido de las voces que me guían a una hermosa terraza, debajo de una enorm
Hago el intento de sacar el pomo de medicinas, pero mis manos tiemblan incontrolablemente y de mis ojos comienzan a correr las lágrimas. Mi cuerpo se estremece brutalmente. Lo miro suplicante y luego aterrada, a mamá y a Luci. Él se pone de pie y tira de mí nuevamente hacia la habitación. Entramos justo cuando el avión da un vuelco. Grito aterrada, pero el sonido es ahogado por sus besos, y caemos en la cama, yo debajo. —Lili —me susurra—, no puedo seguir solo besándote. —¿Por qué, Alessandro? —pregunto, sintiendo su caliente cuerpo—. Por favor, espera que hagan efecto las pastillas; me voy a dormir. No dejes que mamá y Luci se enteren. Deja que tome dos más. —No, Lili. No sigas tomando más pastillas —me quita el envase de las manos—. Ven, te besaré, te besaré. Pero tienes que ser fuerte, cari&ntil
No quiero que ni mamá ni Luci, se enteren de que me quedó un trauma de la muerte de papá. Mamá se pondría muy mal. Y aunque hago terapia con el psicólogo, sabe que todavía no lo he superado. Es un trauma de muchos años, que no se supera tan fácil.Minetti no dijo nada mientras su mirada oscura se clavó en mí con una intensidad que me atravesó como un disparo.—No te va a pasar nada Lili, estás conmigo—. Me dice muy serio, observándome con los brazos cruzados muy cerca de mí.Estaba paralizada mirando su expresión sombría mientras me sentía encerrada en una jaula, pero aun así traté de mantenerme firme. No quería que se diera cuenta del miedo que me dominaba.—¡¿Qué tiene que ver que esté con usted?! Ya sabe lo que me pasa. ¡Oh dios, oh dios, oh dios…! &mda
LILIAN:Minetti se detiene y me mira en silencio. No puedo respirar. Sus ojos me taladran, oscuros, llenos de una determinación fría, inquebrantable. Podría intentar escapar, pero sé que me alcanzará. Su mundo, su gente, lo controlan todo. Estoy atrapada, una vez más. —¿Por qué iba a hacer una cosa como esa? —pregunta con seriedad. —Quizás… por lo que pasó anoche —balbuceo, bajando la mirada. —¿A qué te refieres, Lili? —exige, deteniéndose un momento. —Lilian, no podemos perder más tiempo, estamos en serio peligro. Habla claro, ¿qué quieres decir? —Nada, nada, mejor si no te acuerdas —digo otra vez con la duda de si pasó o no, pues no lo creo capaz de negar haber robado mi virginidad y ocultarlo. Además, me trata como siempre, estamos solos, si
LILIAN:El tiro en mi frente me mandaba un mensaje claro y no hacía falta ser una experta en interpretación para entenderlo. Sí, esta era una amenaza, pero no podía aceptar que mi vida entera girara ahora alrededor de este hombre, de su mundo. —Lilian, Lilian, vamos, tenemos que irnos… —insiste Alessandro. —Perdona, Alessandro, es que me acabo de dar cuenta de que esa foto, si te fijas bien, es de antes de entrar en la iglesia e interrumpir tu boda. Fíjate bien —se la devuelvo acercándome—. Espera un momento. Luci llevó mi teléfono roto a un técnico y lo recuperó; fíjate, por este mensaje fue que yo me aparecí en tu boda. Saco mi teléfono viejo buscando el mensaje que me hizo salir disparada aquel día, lo encuentro y se lo muestro. Frunce el ceño. Su acento italiano se vuelve más marcado cuando
Último capítulo