DESAPARECER AMANDO

DESAPARECER AMANDOES

Romance
Última actualización: 2025-06-01
pally carrasco  Recién actualizado
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Resumen
Índice

Ella, una joven brillante pero subestimada por su apariencia, trabaja para un magnate atractivo y poderoso, uno de los solteros más deseados de América. Entre humillaciones, secretos y un amor inesperado, se enamoran. Pero cuando todo parece derrumbarse, ella desaparece embarazada y sin dinero, mientras la hermana de él es la única que sabe la verdad. Él entrará en pánico y hará lo imposible por encontrarla, sin saber que está a punto de conocer su propia redención.

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Capítulo 1

Capítulo 1.

El primer sí

Isabella 

El edificio Lennox-Spencer Group era tan imponente como intimidante. Brillaba como una joya en medio de la ciudad, con su fachada de cristal y líneas modernas. Los autos de lujo entraban y salían del estacionamiento privado como si fuera lo más normal del mundo. Isabella Taylor, en cambio, bajó del autobús con su currículum doblado dentro de una carpeta de cartón gastada, y los zapatos un poco vencidos. Su falda no era nueva, pero estaba planchada con esmero. Llevaba una camisa blanca que no era precisamente de diseñador y un abrigo beige heredado de su madre. Su cabello pelirrojo y rebelde estaba recogido en una coleta alta, y sus grandes lentes ocultaban parcialmente sus pecas y ojos verdes, nerviosos y curiosos.

Isabella respiró hondo, apretó los labios y miró hacia la entrada del edificio como si fuera a entrar al Olimpo. “Es ahora o nunca”, se dijo mentalmente, y comenzó a caminar hacia la recepción con paso firme, aunque sus piernas temblaban como gelatina.

Llevaba meses buscando trabajo. Múltiples entrevistas, así como Múltiples rechazos. No por su currículum —era excelente, graduada con honores en Economía y con un post grado en finanzas y un sin números de cursos sobre el tema, decir que todos quedaban impresionados era quedarse cortos. Pero todo cambiaba con un pequeño detalle. — sino por lo que no podían evitar mirar: su rostro común, sus lentes gruesos, su ropa pasada de moda. “No encajas con la imagen de la empresa”, le habían dicho con sonrisas falsas. “Buscamos un perfil más… comercial”.

Ya no recordaba cuantas veces fue rechazada, solo por su apariencia que no tenía nada de malo para ella.

Pero ese día, milagrosamente, Lennox-Spencer Group había dicho sí.

Después de ver la alerta en el sitio de trabajo online ,donde ella solía postular, vio la convocatoria para el puesto de asistente junior.

Con un sueldo bueno para ella, y los horarios le permitirían seguir ayudando en el orfanato.

Y sin pensarlo postulo y esa misma tarde tuvo su respuesta.

Decir que no tenía terror, era quedarse corto, pero ya está frente del imponente edificio.

—Buenos días —saludó con su mejor sonrisa a la recepcionista, una mujer con una manicura perfecta y labios rojo intenso que la miró con desdén, como tantas—. Vengo, a una entrevista con el señor Julián.

La recepcionista revisó su computadora y asintió no dejándola terminar con la frase.

—Taylor… Isabela Taylor. Sí, aquí está. Te están esperando en el piso 19.

La estaban esperando. No se había acostumbrado a eso. Subió al ascensor con una mezcla de emoción, nerviosismo y temor. Era la primera vez que un edificio la hacía sentirse tan diminuta. Todo olía a perfume caro, a éxito, a un mundo inalcanzable.

Al llegar al piso 19, fue recibida por un joven vestido de traje que la condujo a una oficina de vidrio.

—Espere aquí, por favor. En unos minutos vendrá el jefe de área.

Isabella se sentó en una silla moderna y muy incómoda, repasando mentalmente sus respuestas. La oficina estaba decorada con cuadros abstractos, estanterías minimalistas y una enorme ventana que mostraba la ciudad en todo su esplendor. “Este no es mi mundo”, pensó. Pero se obligó a sonreír. “Todavía se dijo a si misma”.

A los Minutos después, un hombre de unos 50 años entró. Alto, bien vestido, con rostro amable.

—Isabella, ¿cierto? Bienvenida. Soy Julián Pérez, jefe de Finanzas. Ya revisamos tu expediente, y las recomendaciones que nos brindaste y… honestamente, nos impresionó.

Isabella parpadeó. ¿Había escuchado bien?

—¿De verdad?

—Sí. Te estamos contratando, Isabella. El puesto es tuyo, si lo quieres claro está.

Isabella se quedó sin palabras buscando un rastro de broma en el rostro del hombre sentado frente a ella.

—¿En serio? ¿Así… tan rápido? Su voz se quebró un poco cuando respondió.

—Llevamos meses buscando a alguien con tu perfil, y si te soy sincero, todos eran… adornos sin fondo. Tú tienes una mente única y sé que serás una gran ayuda. Y Eso es lo que nos importa aquí.

Ella asintió, conteniendo las lágrimas, de felicidad. No sabía que decir o como decirlo ya que desde que se graduó nadie le dio la oportunidad.

—¡Lo acepto! Muchas gracias… ¡gracias! De verdad y no se arrepentirán por confiar en mí.

Julián sonrió con calidez. Solo era una niña asustada.

—Empiezas el lunes. Te daré un poco de información sobre tu puesto, de la empresa y de los dueños de todo esto, debes conocer y empaparte con los detalles. Tienes potencial, Isabella. No dejes que nadie te convenza de lo contrario.

Salió del edificio después de casi tres horas en donde le mostraron donde trabajaría y con el corazón a mil, con el contrato en una carpeta de cuero nueva que le entregaron al salir, y una sensación que nunca antes había sentido: valía la pena.

La casa de los Taylor era modesta, en una zona tranquila al sur de la ciudad. Su madre estaba doblando ropa frente al televisor y su padre regaba las plantas en el pequeño jardín cuando Isabella llegó, casi corriendo.

—¡Mamá! ¡Papá! ¡Me contrataron! —gritó desde la puerta.

Su madre dejó caer una camisa, mientras su padre se asomó a la puerta con la manguera goteando.

—¿Qué? —preguntó su madre, soltando una risita nerviosa.

—¡Que me contrataron! ¡En Lennox-Spencer Group! ¡Empiezo el lunes!

Hubo un segundo de silencio, como si nadie supiera cómo procesar la noticia. Luego, la madre de Isabella soltó un grito saltando de alegría y corrió a abrazarla con fuerza.

—¡Ay, mi niña! ¡Sabía que lo lograrías! —dijo, besándola en la frente con lágrimas en los ojos, puramente de orgullo.

—Te lo dije, Carmelo —dijo la madre al padre de Isabella—. ¡Te lo dije!

Su padre la abrazó también, torpemente, pero con el orgullo desbordándole la cara.

—Mi hija trabajando para ese ricachón famoso… ¿Cómo es que se llama? ¿Luciano Lennox?

—¡Sí! —dijo Isabella, aún sin creerlo—. No lo conocí hoy, pero es el dueño de eso y mucho más, mami, papi no saben cuánto dinero tiene.

Yo creo que ni él es consciente. Dice Isabella con una risa de asombro.

—Ese tipo sale en la revista de empresarios más codiciados —dijo su madre, divertida—. Y tú vas a trabajar en su empresa. ¡Mírate!

—Es solo un trabajo —respondió Isabella, pero no podía ocultar su emoción.

—Es el primer paso —dijo su padre, tomándola de los hombros—. Y tú naciste para dar pasos grandes, hija.

Esa noche comieron pastel improvisado, con jugo de manzana servido en copas de vidrio viejas. Rieron, se emocionaron, y en la habitación de Isabella, antes de dormir, ella miró al techo con los ojos brillantes. No sabía que estaba a punto de iniciar la aventura más intensa, dolorosa y hermosa de su vida. Solo sabía que, por primera vez, alguien había visto su valor.

Y eso, para Isabella Taylor, lo cambiaba todo.

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