“Voy por ti, mi mujer”
Marcos Rivas
Nunca sentí miedo al entrar en una casa con hombres armados.
Nunca temblé por cruzar un pasillo oscuro.
Nunca dudé frente a un disparo.
Hasta hoy.
Sí, hasta hoy… hoy sí tengo miedo.
Porque del otro lado de esta pared… Está ella, Renata.
Y en su vientre, late algo más grande que el dolor, más fuerte que el odio, más poderoso que cualquier entrenamiento militar: mi hijo.
Y sé que si fallo… no me lo voy a perdonar jamás.
Entramos por el viñedo, justo como Isabella nos había indicado.
Luciano condujo el camión con equipamiento táctico hasta la curva sur del terreno. Yo descendí primero, con el pulso en la garganta. La luna apenas se dejaba ver un poco de claridad. El aire olía a tierra mojada, a abandono, a recuerdos podridos.
Salvador y yo avanzamos hasta el portón oxidado. Marcos y Julián cubrían la entrada desde los flancos. Nadie hablaba. Nadie respiraba más de lo necesario. Las instrucciones eran claras: encontrar a Renata, sacarla con