La chica invisible y mis ojos abiertos
Renata Lennox-Spencer
Hay dolores que se pueden ver.
Y hay otros… que sólo se pueden intuir.
Desde que conocí a Isabella Taylor, supe que llevaba un peso que nadie más se atrevía a mirar. Tiene esa forma de caminar apretando los codos contra el cuerpo, como si quisiera hacerse más pequeña. Esa manera de hablar bajito, pidiendo permiso incluso para existir.
Y eso me molesta.
Me molesta profundamente que el mundo haya hecho eso con ella. Que alguien —o muchos— hayan convencido a una chica tan dulce, tan capaz, tan humana… de que no vale nada.
Pero hoy… hoy se rompió algo en mí.
Y ya no voy a mirar desde la sombra.
Luciano había salido a una reunión con la gente del consejo. Yo me quedé en la oficina porque tenía que revisar los contratos para la nueva línea de cosméticos naturales.
Para crear las campañas publicitarias y las estrategias de marketing. No podía concentrarme así que decidí estirar mis piernas y despejar mi cabeza, y decidí