Amelia lo dio todo por un amor que la destrozó. Tras firmar el divorcio, una noche de pasión con un misterioso desconocido le dejó la mayor bendición y el mayor secreto de su vida: un hijo genio. Años después, su regreso desata una guerra entre dos titanes: su exmarido, obsesionado por reconquistarla, y el CEO frío que jamás olvidó aquella noche... y que ahora reconoce sus propios ojos en el niño. Amelia ya no es la mujer sumisa de antaño. Pero ¿logrará proteger a su hijo de un pasado que amenaza con devorarlos? ¿Y si Teo con su agilidad mental, descubre antes que nadie quién es su verdadero padre? Aviso legal: Esta es una obra de ficción. Los personajes, nombres, lugares, empresas, situaciones y eventos descritos son producto de la imaginación de la autora o se usan ficticiamente. Cualquier semejanza con personas reales, vivas o muertas, o con hechos reales, es pura coincidencia. Todos los derechos reservados. Este libro y su contenido están protegidos por las leyes internacionales de derechos de autor. Queda prohibida la reproducción total o parcial, distribución, venta, adaptación, traducción o cualquier tipo de uso no autorizado de esta obra por cualquier medio o formato, sin el consentimiento previo y por escrito de la autora. Obra registrada en Safecreative bajo el código: 2509XXXXX8798. 01/09/2025
Leer másSeis años despuésEl aeropuerto internacional era un hervidero de viajeros apresurados, idiomas entrelazados y ruedas de maletas zumbando sobre el suelo pulido. En medio de aquel caos perfectamente orquestado, una mujer destacaba inevitablemente.Amelia Navarro caminaba con una elegancia serena, nacida no de la sumisión, sino de una seguridad tallada a fuerza de heridas. Su porte era el de alguien que se había reconstruido sola, con las manos desnudas y la dignidad intacta.Vestía un traje pantalón blanco de corte impecable. Sus tacones repicaban con paso firme. En una mano llevaba un maletín ejecutivo; en la otra, la pequeña mano de un niño de cinco años, cuyo andar pausado y mirada inquisitiva irradiaban una inteligencia inusual.Teo, con su mochila de cohete y unas gafas de sol demasiado grandes para su rostro, observaba todo con atención quirúrgica. No preguntaba por capricho. Calculaba. Evaluaba.—Mami… ¿el auto que nos recoge tiene sistema de navegación satelital? —preguntó con
El cuerpo del hombre se tensó visiblemente. Pareció querer rechazarla, pero las lágrimas ardientes de Amelia, su aliento desesperado y su mirada rota lo paralizaron.El beso de ella no tenía técnica. Solo eran mordiscos torpes, desesperados, húmedos de llanto y alcohol. No era una provocación sensual, era un grito desgarrador de auxilio. Un intento de olvidar. De arrancarse la piel.—¿Sabes lo que estás haciendo? —preguntó él con voz áspera, tomándola de los hombros, intentando poner un freno. Podía ver en sus ojos que no actuaba por deseo, sino por puro dolor. Por ruptura. Por rabia.—Lo sé… —susurró ella con una sonrisa triste, sus labios rozando los suyos—. Ya no lo quiero. Ya no quiero ser un trofeo. Quiero olvidar…Se acercó de nuevo, envolviéndolo con los brazos, su aliento caliente junto a su oído.—Llévame contigo… te lo ruego…Esa súplica, cargada de vulnerabilidad y un deseo desesperado de desaparecer del mundo, fue lo que quebró las últimas defensas del hombre. En silencio
Las calles, a esas horas de la noche, se extendían desiertas, envueltas en un silencio sombrío que solo interrumpían el murmullo lejano de un motor y el zumbido de los faroles. La lluvia reciente había dejado un brillo húmedo sobre el asfalto, y las farolas proyectaban sombras alargadas, como si también lloraran con ella.Amelia caminaba sin rumbo. No le quedaban familiares cercanos. A los amigos los había alejado uno a uno, por amor a un hombre que esa noche le había demostrado que jamás la amó. El mundo era tan vasto y, aun así, no existía un solo rincón que pudiera llamarse refugio.Las palabras de Lisandro retumbaban en su cabeza con la violencia de una sentencia:«Sin mí no eres nada…Regresarás arrodillada, suplicándome…»Un nudo ardiente le subió desde el pecho hasta la garganta. Cinco años truncados. Un matrimonio construido sobre cimientos falsos. Un hombre al que entregó su vida y que no solo le negó amor, sino también la posibilidad de ser madre.El vacío la devoraba. Tenía
La palabra “divorcio” estalló como dinamita en medio de la habitación. Fue un trueno seco, definitivo.Lisandro se quedó paralizado. Parpadeó una vez, y luego otra, como si no pudiera procesar lo que acababa de oír. El mundo pareció detenerse un segundo. Entonces, su expresión se transformó en una máscara de desprecio. La jaló hacia él con violencia, aferrándola por los hombros, como si pudiera retenerla a la fuerza. Su mirada era puro veneno, dura, cruel, venenosa.—¿Divorcio? ¿Y sin mí qué puedes hacer? —espetó con una voz baja, peligrosa—. ¿Con qué vas a vivir? Ya estás acostumbrada a todo esto. Sin la familia Elizalde, Amelia, no eres nada. ¿Quién va a fijarse en ti?Cada palabra fue lanzada como un cuchillo, con la intención clara de destruirla. No era solo arrogancia: era miedo disfrazado de dominio.Pero Amelia sonrió. Era una sonrisa quebrada, triste y, sin embargo, poderosa. La sonrisa de quien ha sido desangrada por dentro, pero aún de pie seguía respirando.—Sí, no soy na
El silencio dentro del auto era mortal.La admisión tácita de Lisandro seguía repitiéndose como un cuchillo desafilado en la mente de Amelia, cortando despacio, pero sin descanso. El aire entre ellos era irrespirable, y aun así, él parecía tranquilo. Como si nada hubiese pasado.De repente, ella soltó una risa baja, cargada de incredulidad y autodesprecio.—Cinco años... Lisandro, llevo cinco años contigo...Lisandro no apartó la vista del camino. Su respuesta fue tan cortante como un cristal.—¿Y qué? Te he dado todo lo que una señora Elizalde puede tener: una vida cómoda, estabilidad, reconocimiento social. Amelia, ¿qué más quieres? ¿Vas a hacer una escena ahora?—¿Qué más quiero? —repitió ella, con un temblor en la voz—. No lo sé… tal vez respeto. No sentir que soy algo que exhibes y manipulas. Que me ames por quién soy y no por lo que me exiges mostrar ante tus amistades.—¿Otra vez con eso? —resopló él, irritado—. Pensé que ya habías superado esa tontería del banquete. No me hag
Cinco años de matrimonio... y lo único que conseguí fue oír cómo me llamaba su "trofeo".La luz de las arañas de cristal estallaba en destellos sobre copas de champán y bordados de seda. El salón vibraba con risas moderadas y discursos suaves.Amelia Navarro lucía un vestido de raso blanco perlado con el collar de diamantes sobre su clavícula —el mismo que su esposo le había obsequiado en una subasta el mes pasado. Sonreía como tantas veces lo había hecho en los innumerables eventos e interpretaba el papel de la esposa perfecta.A su lado, Lisandro, su esposo, conversaba con soltura, deslizándose con naturalidad entre figuras de influencia. Amelia lo admiraba. Lo había hecho desde que tenía veinte años. Para ella, él era el centro de su mundo. Todo en él irradiaba seguridad, prestigio, éxito.Amelia captó el fugaz destello de orgullo en los ojos de Lisandro cuando oyó a los demás elogiar a su esposa, y una sonrisa se dibujó en sus labios.Durante cinco años había aprendido a leer s
Último capítulo