Capitulo 6

Donde Nadie Me Ve… 

Isabella.

Dormí mal. Muy mal.

Tuve sueños enredados donde los pasillos de la oficina se volvían interminables y las risas de las secretarias me seguían como ecos crueles por todos lados. Me desperté dos veces empapada en sudor, con el corazón galopando como si acabara de correr una maratón. Mamá se asomó a la habitación a las seis de la mañana con una taza de té en las manos. No me dijo nada solo Me acarició el cabello como cuando era niña y eso bastó para que me contuviera de llorar.

No quería volver.

No por miedo al trabajo ya que Me encanta lo que hago y sé que soy buenísima, siempre me gustó ya que podía perderme en los números, en las fórmulas, en la lógica predecible del análisis. Pero me duele el desprecio. Me duele el rechazo silencioso, las risas, los susurros que dejan un eco en la piel.

Ayer escuché que me llamaron “la vieja de los gatos”. 

Y aunque no tengo gatos, sentí como si hubieran escupido directamente en mi dignidad.

Pero lo que más me dolió fue en como el presidente se refiriera a mí de esa manera tan despectiva y escuchar que me traslado a archivos donde nadie me podrá ver.

No sabía si era un premio o un castigo por ser como soy.

Me vestí igual que siempre. No porque no quisiera cambiar, sino porque no tengo más. La ropa que tengo es la que puedo permitirme. Tal vez no sea tan moderna. Tal vez no sea la mas bonita. Pero está limpia, planchada y me representa. No tengo maquillaje, ni una plancha para el pelo, ni perfumes caros. Tengo lo justo para sobrevivir y mantener la cabeza en alto.

O intentarlo.

Caminé hasta la empresa con el estómago revuelto. Pasé por la recepción sin saludar con la cabeza baja a paso rápido y me dirigí a donde mi jefe directo. Una de las secretarias me lanzó una mirada rápida y se rio por lo bajo. Fingí que no lo noté, pero claro que lo noté. Siempre lo noto.

Estaba por entrar a la pequeña sala donde trabajo cuando Julián me interceptó.

—Isabella, ven debo hablar contigo.

Mi alma se fue a los pies, porque sabía que pasaría.

Claro— fue lo único que pude decir.

Ingresamos a la oficina y me informo lo que ya había escuchado.

—Hija lo siento, el jefe ordenó tu traslado a archivos, creo que no fue bueno el encararlo.

Otra vez no.

—¿Hice algo mal? —pregunté, con la voz más pequeña de lo que me gustaría admitir.

—No. Todo lo contrario.

Lo seguí en silencio, tratando de no dejar que se notara cómo mis manos temblaban. Cruzamos los pasillos como si el tiempo se estirara, y cuando me hizo entrar en esa oficina gigante, tan sola que parecía otro mundo, y por primera vez en. Mucho tiempo volvía a sentirme pequeña he invisible, sentí que me encogía.

Pero ellas ya no estarían allí , y eso era algo positivo.

En el escritorio solo un sobre con mi nombre , donde estaba el anexo de traslado, dejando claro que no había nada más que hacer. 

Julián lo tomó y me lo entregó.

—Desde hoy, este será tu nuevo lugar trabajarás . Ordenado y resguardando todo lo que este en papel.

Yo solo asentí rápidamente, tratando de disimular las lágrimas que amenazaban con derramarse por mi rostro.

—perdón hija, no se que le paso a ese muchacho. Siempre ha sido justo, Pero esta vez no encuentro respuestas a su comportamiento.

—No se preocupe don Julián, ya sabemos que por muy buena que sea en lo que hago, no lleno sus expectativas.

Así pasaron las horas y no tuve necesidad de salir al comedor. Solo cerré con llave y listo.

A las dos de la tarde, Julián vuelve nuevamente, por mi ayuda.

—Isa hija, necesito que me ayudes con estos archivos no se que pasa que están arrojando error en todo.

Claro don Julián, déjeme revisar.- prosigo y cuando estamos por rendirnos recuerdo que esos documentos deben estar aquí.

Así que me levanto de golpe y recorro los pasillos llenos de cajas y cajas. Hasta que encuentro la que necesitó.

Reviso cuidadosamente y encuentro el fallo. 

—Aquí esta , lo encontré grito agitando la carpeta. Los números están inflados en el sistema, fíjese en estas facturas ,notas de compras y cotizaciones.

—Podemos ver que el número de factura ,orden de compra y demás son lo mismo ,pero alguien infló los pagos o no pago lo correspondido.

—Eres brillante hija, pediré una auditoria y tu estarás a cargo.

Solo asentí con una sonrisa. Debo reconocer que me gustó trabajar sin nadie más a mi lado.

Las semanas siguientes fueron un sube y baja de emociones, ya qué Luciano venía a mirar ,pero Renata le cerraba la puerta dejándolo de pie.

 Cuando terminamos habíamos descubierto que un tal mateo, pero alguien  más había detrás,  lo que si se sabia que el jefe de adquisiciones y compras estaba detrás de todo el fraude. 

—por qué te trasladaron acá bella.  preguntó una tarde la señorita Renata que da la casualidad que ella tiene dos años más que yo. Y que está a cargo del departamento de relaciones públicas.

—No lo sé, pero puede que sea incomoda de ver y por eso decidió tenerme encerrada aquí.

—No digas eso bella, eres hermosa como eres y nadie ,pero nadie Escúchame bien, nadie debe hacerte dudar.

—gracias, señorita.

—No por favor , solo dime Renata, vale.

—y sabes que toma tus cosas y te vienes conmigo. Mi asistente esta con su permiso prenatal y no tendré ayuda por un buen tiempo, quiero que seas mi asistente.

—vamos a Recursos humanos a que te arreglen todo ,así nadie te dirá nasa, estando conmigo.

Y así lo hicimos en recursos humanos no pusieron objeción, ella están dueña como su hermano, también involucro a su madre quien quedó flechada con la pelirroja .

Y con eso no habría poder humano que me tocara en la empresa y bajo el alero de Renata sabía que lograría muchas cosas y también que me ganaría muchos enemigos también.

Al terminar me informan que debo subir al piso veinticinco donde ella tiene su oficina.

—¿El piso… qué?

—Veinticinco, en ese piso, vas a tener tu propia oficina conectada con la de la señorita.- me explico el chico de recursos humanos.-  tu pase esta actualizado, y vas a reportar los avances semanalmente al equipo principal.

—Pero… yo no…

—No termine de hablar ya que esperaban al chico que se despidió, besando mi mejilla, como si fuéramos grandes amigos.

Mi mente se quedó en blanco.

Salí de esa oficina con el sobre en las manos, como si me hubieran dado dinamita. Caminar por los pasillos fue como cruzar un campo minado. Escuché una exclamación falsa de sorpresa de parte de una de las chicas cuando me vieron salir del ascensor.

—Miren, quien ahora trabaja con los grandes…

Y después la carcajada ahogada.

No dije nada. Y seguí caminando para dar la vuelta por el pasillo y encontrar la sección de relaciones públicas y marketing.

Porque si decía algo, se me salían las lágrimas.

Y no me lo iba a volver a permitir.

El piso veinticinco del ala oeste olía diferente. No sé cómo explicarlo. Todo estaba perfectamente ordenado. Las áreas eran amplias, el mobiliario tenía ese brillo limpio y elegante, como salido de una revista. Cuando entré, varias personas levantaron la vista y luego volvieron a lo suyo. Nadie me saludó. Nadie me sonrió. Sentí la misma sensación de invisibilidad de siempre… pero algo fue distinto.

Mi oficina era bella y me daba una vista bella a la ciudad, ni qué decir del escritorio era hermoso. Tenía una vista privilegiada. Una computadora con dos monitores. Archiveros impecables. Todo parecía gritar: «te necesitamos aquí».

Me senté en silencio. Y respiré hondo.

Quizás… solo quizás… aquí sí podría empezar de nuevo.

Pasaron horas. Me sumergí en un nuevo informe, con datos más complejos de los cuales no sabía nada, pero al cabo de unos minutos todo me resulto súper fácil.

 con cifras más altas, con proyecciones que exigían atención ya que veíamos dos áreas igual de importantes. Me olvidé de las risas de esas hienas, Me olvidé de los susurros y en un momento Me olvidé hasta de mí misma. 

Fui solo mente, Lógica, Conexiones y mucho Trabajo.

Hasta que, a las cinco y media, la puerta se abrió.

Luciano entró.

Él.

Con su traje oscuro, su porte perfecto, su mirada helada y poderosa. Todos lo saludaron al instante. Todos se pusieron tensos. Y yo… sentí que el mundo se detenía.

Se acercó al equipo, no habló con nadie por un par de minutos , No me miró. O al menos, eso creí.

Hasta que sí lo hizo, ingreso a mi oficina, Solo unos segundos.

Una mirada directa, Breve e Inconfundible.

Sentí que me incendiaba por dentro.

No dijo una palabra, Pero no hizo falta. Aun así, en esos segundos, supe que sabía que estaba ahí. Que no era invisible para él.

Y eso, lejos de aliviarme… me aterrorizó.

Pero, ¿qué significaba eso?

¿Por qué yo?

¿Por qué ahora?

¿Ahora que hice?

A la hora de salida, bajé rápido las escaleras para evitar el ascensor. Quería desaparecer. Cruzar la recepción sin que nadie notara que existía. Pero, por supuesto, no fue así.

Las mismas risas.

Los mismos chismes.

—¿Será que se lo está tirando?

—¿Tú crees? Con esa cara…

—Debe tener algo que le gusta, ¿no? Dicen que a veces los feos son buenos en la cama.

Las risas me siguieron hasta la puerta.

Y entonces la vi.

A Renata Lennox-Spencer.

Mi  jefa,

Estaba justo en la entrada, Iba ingresando a la empresa y Escuchó todo.

Se giró y Me miró. Y en sus ojos vi algo que no había visto nunca en los ojos de nadie.

Furia.

Pero no hacia mí. Sino hacia ellas.

No me dijo nada. Solo me sostuvo la mirada. Y por primera vez en mucho tiempo, sentí que alguien me veía.

Me veía de verdad. Y eso, aunque fue pequeño… fue suficiente para no rendirme.

Todavía.

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