Una traición. Un matrimonio forzado. Un enemigo que puede romperla... o salvarla. Zoe siempre fue la esposa perfecta: obediente, discreta, entregada. Hasta que su marido heredero de un emporio empresarial la traiciona con su mejor amiga y la deja arruinada. Sin dinero, sin familia y sin voz, Zoe es rescatada por el único hombre que nunca debió tocar: “Dante Salvatore”, el rival más temido de su exmarido. Dante no cree en el amor. Pero necesita una esposa para sellar un contrato millonario. Y Zoe… necesita venganza. Lo que empieza como un acuerdo sin sentimientos, pronto se convierte en una guerra emocional. Él es fuego. Ella, hielo. Pero en medio del odio… nace algo que ninguno de los dos puede controlar.
Leer másVERONALa lámpara del salón parpadeaba como si la casa misma estuviera conteniendo la respiración. Afuera, la noche caía sobre los Alpes con un manto denso, casi líquido, que parecía querer penetrar las ventanas y hundirlo todo en sombras. La madera de la cabaña crujía bajo la presión del viento, y el fuego en la chimenea chisporroteaba con un ritmo irregular, como si quisiera avisarnos de algo que aún no sabíamos.Yo permanecía inclinada sobre la mesa, con el mapa extendido frente a mí. Mis dedos rozaban las líneas azules y rojas que trazaban rutas imposibles, y, en medio de aquel enredo, descubrí el pliegue que no debía estar allí. Un doblez apenas visible, escondido entre las marcas del tiempo y el desgaste del papel. Lo abrí con cuidado, como si arrancara un secreto de las entrañas de la tierra.Dentro, un papel doblado en cuatro. Una nota escrita con tinta negra, de trazo firme y elegante. Reconocí la caligrafía al instante: Eliane."La llave no está donde crees. Confía en lo que
ZOELa cabaña no era grande, pero lo suficiente para hacernos sentir aislados del mundo. Estaba construida en piedra gris y madera ennegrecida por los inviernos. El techo crujía con cada ráfaga de viento, y a lo lejos, entre la niebla, se dibujaban las siluetas eternas de los Alpes. Aquí no había cámaras. No había aliados. Solo nosotros dos. Y el silencio.Ese silencio que lo decía todo.Habían pasado dos días desde que llegamos. Dos días sin tocar el pasado, pero rozándolo en cada mirada. Dos días en que Dante dormía en el sofá frente a la chimenea, y yo en la cama del desván, aunque ninguna de las dos habitaciones tenía puertas.Hoy nevó. Y por primera vez en a&ntild
ETHANEl salón principal de la casa en las colinas tenía vistas a toda Roma, pero nada en esa panorámica era más valioso que la guerra que estábamos a punto de ganar. O perder. Segun sea el caso.Me senté al borde del diván de terciopelo negro, con la camisa abierta hasta el tercer botón. Alessia paseaba por la sala como un tigre enjaulado. Descalza. Con un vaso de vino en una mano y una sonrisa afilada como una cuchilla en los labios.—Te noto inquieta hermanita —comenté, jugando con el anillo de ónix que giraba entre mis dedos—. ¿Acaso te molesta que este buscando a Zoe?—No eres mi hermano —respondió con calma, sin mirar atrás—. Nunca lo fuiste. Solo
PAOLOHay algo hipnótico en la forma en que Verona se mueve. No lo digo porque sea bella —que lo es— sino porque lo sabe. Y no lo usa. No lo necesita. Esa es su amenaza real.La noche estaba sucia. De humo, de tráfico, de secretos que se pegaban a la piel. Estábamos en una azotea de cuatro pisos, frente a un local que funcionaba como fachada para una red de tráfico de información biométrica. El tipo de cosas que uno no encuentra en los titulares, pero que hacen temblar a más de un ministro.Verona revisaba el visor térmico con esos dedos largos que parecían hechos para empuñar armas y romper corazones. Se acercó a mí sin mirarme. Podía sentir su perfume, seco y elegante, como todo en ella.&
DANTELa lluvia golpeaba el techo de la cabaña como si quisiera arrancarlo de cuajo. Afuera, el bosque era una masa negra que se sacudía con el viento y los relámpagos. El cielo de Nápoles, ennegrecido por la tormenta, parecía querer tragarse el mundo.La cabaña no estaba en los Alpes, sino en una zona boscosa a las afueras de Nápoles, en un claro oculto entre colinas abandonadas por la urbanización. Era uno de esos lugares donde nadie preguntaba, donde la señal del móvil moría y la única voz que quedaba era la del viento entre los árboles. Una construcción vieja, de techos bajos, madera húmeda y piedra desgastada. Había pertenecido a un tío lejano de Paolo, que la usaba como escondite para amantes y armas. Ahora era nuestro campo de entrenamiento impr
ZOELa cabaña en medio del bosque parecía un exilio elegido. Las paredes de madera crujían con el viento, como si también ellas quisieran gritar. Afuera, los árboles se mecían bajo la luz tenue de la tarde, ajenos a la guerra que se libraba dentro de mí.Dante había propuesto entrenar. Dijo que necesitaba ver si aún tenía reflejos, si los implantes me habían robado algo más que la memoria. Yo sabía que era mentira. Solo quería alejarme de todos y de la depresión. Provocarme. Ver si la Zoe que amó seguía escondida bajo esta nueva piel.Llevaba puesto un pantalón deportivo y una camiseta ajustada que dejaba mis brazos al descubierto. Dante se deshizo de su camisa a los pocos minutos del entrenamiento, como si
Último capítulo