No me había acostumbrado a la mansión Villa Selene, propiedad de los Salvatore por generaciones, está propiedad era más imponente que las de Los Castelli, esta tenía ventanales con vista al lago, jardines clásicos, biblioteca subterránea, bóveda secreta, sala de armas, piscina climatizada, seguridad biométrica avanzada. Demasiado grande. Demasiado silenciosa. Demasiado perfecta. Era como vivir dentro de una fotografía: nada se movía, nada envejecía, nada respiraba. Excepto él.Dante Salvatore.Cada mañana aparecía puntual, con traje impecable, café en mano y un gesto que oscilaba entre el desdén y el deber. Un fantasma de carne y poder. Como el CEO de Salvatore Holdings, supongo que tenía mucha responsabilidad, un hombre misterioso que ha mantenido su vida tan hermética que da más miedo, solo sale en los diarios lo que él permite que salga y pobre de aquellos que se atrevan a publicar más de la cuenta. La primera vez que oí el apellido Salvatore fue hace un año atrás, estaba buscando
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