En la brillante y caótica ciudad-estado de Eldoria, donde la realeza convive con el pueblo en una mezcla explosiva de tradiciones antiguas y modernidad, la joven Isabella Valenor, una plebeya con sueños demasiado grandes para su humilde origen, termina enredada en una intriga palaciega cuando un inesperado matrimonio arreglado la une al rebelde y carismático príncipe Sebastián Arion. Sebastián, cansado de las reglas y la rigidez de la corte, es conocido tanto por sus escándalos como por su ingenio agudo y su sentido del humor irreverente. La relación entre Isabella y Sebastián comienza llena de malentendidos, peleas cómicas y desafíos constantes, pero también de momentos inesperados de ternura y aventura. Entre conspiraciones, fiestas fastuosas, carreras por las calles de Eldoria y secretos que podrían derribar al reino, Isabella y Sebastián deberán aprender a confiar el uno en el otro para sobrevivir a los peligros que acechan en su propia casa... y, quizás, a enamorarse en el proceso.
Leer másIsabella despertó con el sonido de alguien golpeando su puerta con la fuerza de quien construye barricadas. La luz del sol se filtraba a través de las cortinas de terciopelo, sugiriendo que la mañana estaba bastante avanzada. Sus músculos protestaron cuando se incorporó, recordándole vívidamente la aventura nocturna que había terminado con ella y Sebastián escalando de vuelta al palacio como un par de ladrones particularmente elegantes."¡Señorita Valenor!" La voz de Lady Cordelia atravesó la puerta de madera maciza con la precisión de una flecha. "¡Abra esta puerta inmediatamente!"Isabella se puso una bata de seda y abrió la puerta, encontrándose con Lady Cordelia que parecía haber envejecido diez años desde la noche anterior. Su cabello perfectamente peinado mostraba mechones rebeldes, y sus ojos tenían la mirada salvaje de
Isabella despertó a las tres de la mañana con alguien tocando suavemente su ventana. Por un momento, pensó que estaba soñando, pero el sonido persistió con un ritmo que claramente intentaba no despertar a todo el palacio. Se deslizó de la cama, con el corazón latiendo aceleradamente, y se acercó a la ventana con cautela.Sebastián estaba colgado de una cuerda, vestido completamente de negro, con una sonrisa que gritaba "problemas" desde cada ángulo de su rostro. Le hizo una señal para que abriera la ventana."¿Estás completamente loco?" susurró Isabella mientras luchaba con el pestillo. "¿Cómo llegaste hasta aquí?"
Isabella se miró en el espejo de cuerpo entero y no reconoció a la mujer que le devolvía la mirada. El vestido de seda color esmeralda se ajustaba a su figura como si hubiera sido hecho por los dioses mismos, el escote era apropiadamente modesto pero insinuante, y las mangas largas terminaban en puños de encaje que probablemente habían tomado semanas en confeccionar. Su cabello castaño había sido transformado en una elaborada obra de arte, con mechones entrelazados con perlas diminutas que captaban la luz con cada movimiento."Está perfecta," declaró Lady Cordelia, ajustando un último detalle en el peinado. "Nadie podría adivinar que hace una semana estaba trabajando en un taller de artesanía."Isabella no estaba segura de si eso era un cumplido o una observación cruelly práctica. "¿Y se supone que eso me hace sentir mejor?""Se supone que debe hacerla sentir preparada," Lady Cordelia le entregó un abanico de marfil con incrustaciones de diamantes. "Esta noche es el Baile de Primavera
Isabella despertó en una cama que era tres veces más grande que toda su habitación en casa, envuelta en sábanas de seda que probablemente costaban más que el ingreso mensual de su padre. Por un momento de confusión matutina, pensó que había sido todo un sueño extraño y elaborado. Luego vio el techo abovedado pintado con querubines dorados y la realidad cayó sobre ella como un balde de agua fría.Estaba en el Palacio Real de Eldoria. Iba a casarse con el Príncipe Sebastián en menos de tres semanas. Y aparentemente, ahora tenía una dama de compañía que había aparecido en su habitación sin avisar, organizando vestidos en un armario que parecía más grande que el taller de su padre."Buenos días, señorita Valenor," dijo la mujer con una sonrisa que Isabella estaba empezando a reconocer como la expresión por defecto de todo el personal del palacio. "Soy Lady Cordelia Ashworth, y estaré encargada de su... transición.""¿Transición?" Isabella se incorporó, intentando que las sábanas de seda n
Isabella había pasado exactamente cuarenta y tres minutos sentada en lo que le habían informado era el "Salón de Té Matutino", aunque considerando que el sol ya se ocultaba detrás de las torres del palacio, pensó que quizás la realeza tenía una relación muy particular con el concepto del tiempo. O tal vez simplemente les gustaba confundir a los plebeyos con nombres pomposos para habitaciones que, en esencia, eran lugares donde esperar mientras tu vida se reorganizaba sin tu consentimiento.La silla tapizada en seda dorada era cómoda, admitía a regañadientes, pero cada minuto que pasaba sentada en ella se sentía como una hora. Había intentado procesar la información que la Reina le había dado, pero su mente se negaba a cooperar. ¿Matrimonio? ¿Con el príncipe? ¿En tres semanas? Era como si alguien hubiera tomado su existencia, la hubiera puesto en una licuadora y hubiera presionado el botón de "caos total"."Señorita Valenor," la voz de una dama de compañía la sacó de sus pensamientos.
Isabella Valenor estaba concentrada en dar los últimos toques a una delicada joyería de plata cuando el estruendo de cascos contra las piedras del patio la sobresaltó. El cincel se le resbaló de las manos y apenas logró evitar que la pieza, fruto de tres días de trabajo meticuloso, se estrellara contra el suelo. Sus ojos color miel se alzaron hacia la ventana del taller con una mezcla de curiosidad y irritación."¿Quién diablos viene a galope en pleno mediodía?" murmuró, limpiándose las manos en el delantal manchado de óxido y plata. El barrio de los artesanos de Eldoria era conocido por muchas cosas, pero desde luego no por recibir visitas ecuestres tan dramáticas.Su padre, Tomás Valenor, un hombre de espaldas anchas y manos curtidas por décadas de trabajo, asomó la cabeza desde el almacén con expresión preocupada. Los años habían plateado su cabello castaño, pero sus ojos conservaban la misma vivacidad que había heredado Isabella."¿Esperábamos a alguien?" preguntó, secándose las m
Último capítulo