Isabella había planeado una boda sencilla. Realmente lo había intentado. Sus instrucciones habían sido claras: ceremonia en los jardines del palacio, vestido simple, flores locales, y que todo terminara antes del mediodía para no interrumpir demasiado las labores del reino. Lo que no había anticipado era la voluntad férrea de todo Eldoria de convertir la ocasión en algo que rivalizara con las celebraciones más grandiosas de la historia.
"Su Majestad," había dicho Lady Cordelia tres días antes, irrumpiendo en el estudio real con una expresión que sugería que el apocalipsis era inminente, "simplemente no puede casarse con el príncipe en una ceremonia 'sencilla'. El pueblo lo tomará como una ofensa personal."
Isabella había alzado la vista de los informes de cosecha que estaba revisando, preguntándose cuándo exactamente había perdido