Isabella nunca había imaginado que encontraría consuelo en los establos del palacio, pero después de tres días consecutivos de "lecciones de protocolo" con Lady Cordelia —que básicamente consistían en que le gritaran por respirar incorrectamente—, el aroma a heno y el sonido reconfortante de los caballos masticando le parecían un paraíso terrenal.
Se había escondido detrás de la stall de una yegua alazana particularmente hermosa cuando escuchó una voz áspera pero amable:
"Si buscas escapar de la vieja arpía, este no es el mejor lugar. Tiene espías hasta en las ratas del granero."
Isabella se sobresaltó y se giró para encontrar a un hombre de mediana edad con manos callosas y una sonrisa torcida que había visto demasiadas cosas c