La Torre de los Vientos había sido construida por el rey Aldric III como un observatorio astronómico, pero con el paso de los siglos se había convertido en el refugio preferido de los monarcas que necesitaban perspectiva —literalmente— sobre sus reinos. Isabella subió los trescientos escalones de piedra gastada por primera vez como reina casada, con la falda de su vestido de viaje susurrando contra cada peldaño como una promesa de aventuras por venir.
Sebastián ya estaba allí, recostado contra la balaustrada de mármol blanco con esa elegancia casual que solo los príncipes parecían dominar, incluso después de un día entero de reuniones del consejo. Sus ojos verdes se alzaron hacia ella con una sonrisa que seguía causándole mariposas en el estómago, a pesar de que ya llevaban tres días de casados.
"Pensé que te encontrarí