Isabella había pasado exactamente cuarenta y tres minutos sentada en lo que le habían informado era el "Salón de Té Matutino", aunque considerando que el sol ya se ocultaba detrás de las torres del palacio, pensó que quizás la realeza tenía una relación muy particular con el concepto del tiempo. O tal vez simplemente les gustaba confundir a los plebeyos con nombres pomposos para habitaciones que, en esencia, eran lugares donde esperar mientras tu vida se reorganizaba sin tu consentimiento.La silla tapizada en seda dorada era cómoda, admitía a regañadientes, pero cada minuto que pasaba sentada en ella se sentía como una hora. Había intentado procesar la información que la Reina le había dado, pero su mente se negaba a cooperar. ¿Matrimonio? ¿Con el príncipe? ¿En tres semanas? Era como si alguien hubiera tomado su existencia, la hubiera puesto en una licuadora y hubiera presionado el botón de "caos total"."Señorita Valenor," la voz de una dama de compañía la sacó de sus pensamientos.
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