BENEATH HIS SKIN

BENEATH HIS SKIN ES

Romance
Última actualización: 2025-10-14
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Resumen
Índice

No era amor. Era obsesión, poder y culpa disfrazados de deseo. Él quería controlarla. Ella quería sobrevivir. Pero cuando juegas con el diablo, nadie sale ileso.

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Capítulo 1

SIPNOSIS

Aurora

La noche olía a dinero.

A ese tipo de perfume caro mezclado con humo, cuero y un toque de peligro que se te pega a la piel y no se va ni con tres duchas. Apenas crucé la entrada del club, sentí cómo las luces rojas y doradas me acariciaban la piel como si me dieran la bienvenida a otro tipo de mundo.

Uno donde todo era deseo disfrazado de elegancia.

El lugar estaba lleno de gente hermosa: hombres con trajes que costaban más que mi auto, mujeres envueltas en vestidos que parecían hechos para pecar. Y ahí estaba yo, con mi vestido rojo ajustado, la espalda completamente desnuda y un moño alto que dejaba mi cuello libre. Cada paso que daba hacía que el tejido se deslizara sobre mi piel como un susurro. Podía sentir las miradas, pesadas, curiosas. Algunas admiraban, otras juzgaban. Pero todas me seguían.

—Por fin llegaste —dijo Valeria, extendiendo una copa de vino hacia mí. Tenía esa sonrisa de quien siempre consigue lo que quiere—. Vamos, no puedes estar aquí sin beber algo.

—Sabes que no soy buena con el alcohol. —Intenté reír, aunque el sonido de la música se tragó mi voz.

—Entonces hoy vas a aprender. —Guiñó un ojo y me empujó la copa entre los dedos—. Es solo vino, nada que no puedas manejar.

Solo vino.

Claro.

El primer sorbo fue dulce, el segundo más liviano, y el tercero… ya no supe distinguir el sabor. Entre risas, chismes y el reflejo de las luces, perdí la cuenta de cuántas copas me habían servido. Cinco, tal vez seis. No lo sé. Pero el mundo empezó a moverse distinto, como si todo flotara a mi alrededor.

Mi piel ardía, mis mejillas también, y la música… la música se metía por mis venas como electricidad.

—Creo que necesito aire —murmuré, aunque nadie me escuchó.

Me alejé del grupo y caminé hacia la pista. El suelo vibraba con el bajo, y mi cuerpo se movió antes de que yo pudiera pensarlo. Cerré los ojos. Dejé que el ritmo me arrastrara. Sentía mi sangre hervir, cada latido se sincronizaba con la canción. Me olvidé del vestido, del maquillaje, de todo. Era solo yo y la música.

En algún momento choqué con algo. No, con alguien.

Una pared.

Una pared de músculos.

El golpe me sacó el aire, y antes de que pudiera caer, unas manos fuertes me sujetaron por la cintura. Mi cuerpo, torpe y ligero por el alcohol, se apoyó en el suyo como si conociera ese refugio desde siempre.

—Hey, despacio —su voz era grave, un poco ronca, y estaba demasiado cerca de mi oído.

Abrí los ojos. No pude verle bien la cara. Solo una silueta alta, ancha, con el cuello de la camisa desabotonado y la mirada que se sentía incluso sin verla del todo.

—Perdón… creo que me moví demasiado —balbuceé, aunque mi lengua no cooperaba.

Él me sostuvo un segundo más, hasta que sintió que podía quedarme de pie.

—¿Vienes sola? —preguntó, y su tono no era de curiosidad, era de control.

—¿Sola? —reí sin poder evitarlo—. No, no… o sí… no sé. —Mi cabeza giró un poco y tuve que volver a apoyarme en él—. Creo que el vino me odia.

—Parece que sí. —Sus labios se curvaron en algo parecido a una sonrisa.

El calor de su mano en mi cintura se sentía más real que el suelo. Mi respiración se aceleró sin razón aparente. No entendía por qué, pero su presencia me anclaba al momento, como si el resto del mundo se hubiera vuelto borroso.

Intenté apartarme, pero tropecé con mis propios tacones y terminé apoyándome otra vez en su pecho. Él suspiró y negó con la cabeza.

—No deberías estar así —dijo, más para sí mismo que para mí.

—Lo sé —murmuré, intentando mantenerme erguida—, pero ahora ya es tarde.

Él dudó un segundo, luego pasó un brazo por mi espalda y me sostuvo firmemente.

—Voy a llevarte a casa —anunció.

—¿Qué? No… no hace falta. Mis amigas… —busqué a Valeria, pero la pista era un mar de luces y cuerpos, y ellas ya no estaban allí.

—¿Dónde vives? —Su voz sonó firme, sin espacio para réplica.

—No… no recuerdo —confesé, y de repente todo me pareció tan divertido que solté una risa tonta.

—Perfecto. —Suspiró de nuevo y, sin más, me guió hacia la salida.

El aire frío de la noche me golpeó la cara. Sentí el mundo tambalearse mientras caminábamos hacia el auto. No protesté. No tenía fuerzas ni claridad para hacerlo. Solo podía seguir el ritmo de sus pasos, el sonido de su respiración cerca de la mía y el peso de su mano que seguía sosteniéndome por la cintura.

—Apóyate aquí —me dijo al abrir la puerta del copiloto.

—No soy tan… tan frágil —intenté replicar, pero la risa se me escapó entre las palabras.

—Claro que no —murmuró él, ayudándome a entrar al asiento.

Y así, con el corazón latiéndome en los oídos y el perfume de un desconocido mezclado con mi propio sudor y vino, dejé que cerrara la puerta y rodeara el coche para tomar el volante.

Ahí fue cuando todo empezó a volverse difuso otra vez.

Abrí un poco la ventana pues sentía que hervía por dentro, mi corazón latía a mil por horas y entonces lo observé, era jodidamente hermoso, suspire y intenté apartar los pensamientos pecaminosos de mi cabeza, el calor me invadía, entonces me crucé de piernas intentado aliviar lo que sea que me

Estuviera pasando allí abajo. La sensación era extraña, desconocida, jamás me había sentido así.

—Todo en orden- Maldita voz sexy, no sabía siquiera que responder.

—Hace mucho calor- No sabía a este punto que latía más, ni corazón o mi entrepierna.

—El aire está encendido, si subes la ventanilla te sentirás mejor- Lo hice, pero estaba apunto de dejarme llevar por esa sensación que me tenía descontrolada.

Entonces actúe, subí la ventanilla y me desabroche el vestido, elevé mis caderas y me lo saqué, entonces el detuvo el auto. Como toda una gimnasta me trepé en su entrepierna y dejé que el alcohol me manejara y entonces sucedió, por primera vez me entregué a un desconocido, jodidamente sexy.

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