Cerré la puerta de la sala de juntas con tanta fuerza que el golpe resonó en todo el pasillo.No me importó.Cada paso de regreso a mi oficina fue una declaración de furia contenida. Los empleados se apartaban al verme pasar, algunos fingían estar ocupados, otros ni siquiera se atrevían a levantar la vista.Máximo La Torre.Arrogante, soberbio, insufrible.Cada palabra suya seguía rebotando en mi cabeza como un eco que no podía apagar.Cuando llegué a mi oficina, arrojé la carpeta sobre el escritorio. Los planos se desordenaron, pero no me importó. Abrí el cajón con brusquedad, saqué mi bolso y empecé a guardar todo con movimientos rápidos. Tenía la mandíbula apretada, los labios tensos, el corazón latiendo con fuerza.—Respira, Aurora… —me murmuré a mí misma.Aun así, no podía hacerlo.Sentía la rabia vibrando bajo mi piel, como una corriente eléctrica difícil de controlar.Me levanté y salí rumbo a la pequeña cocina ejecutiva del piso, donde había un dispensador de agua y una cafete
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