7. EL CONTRATO
Sentí la mirada de Andy clavada en mí, con una desconfianza que le hacía fruncir el ceño y entreabrir los labios, como si tuviera una pregunta atrapada en la garganta. Miraba a Minetti y luego a mí, con una mueca de extrañeza que se profundizaba con cada segundo que me observaba. —¿Estás bien, Lili? —preguntó con seriedad—. Acabas de decir su nombre y te estás comportando algo extraño. —¿Extraño? ¿Por qué dices eso? ¡Yo estoy bien, no conozco a nadie! ¡Déjame tranquila, solo estoy preocupada por Luci! —trato de escapar rápido del apuro. —Está bien, está bien —levanta las manos en señal de rendirse, aunque tengo la impresión de que él lo conoce—. Me voy, recuerda que no te veré hasta el lunes o el martes. No me vuelvas loco llamándome todo el fin de semana para preguntarme dónde estoy. —Descuida, no lo haré —respondo, segura de que tendré mucho en qué pensar. Intentó besarme de nuevo y salto, asustada, mirando para todas partes aterrada. ¿Cómo se le ocurre hacer eso con Mine
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