Una Noche con el CEO: Embarazada de Cuatrillizos

Una Noche con el CEO: Embarazada de CuatrillizosES

Romance
Última actualización: 2025-09-16
DaysyEscritora  Recién actualizado
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Resumen
Índice

Tras el brutal engaño de su novio y una humillante entrevista de trabajo, Valeria Neville busca consuelo en el alcohol, terminando en los brazos de un hombre adinerado, el heredo y futuro presidente del grupo empresarial Baskerville: Alexander Baskerville. El resultado del desenfreno llegó un día, enterándose de un embarazo múltiple. Cuatro vidas en su interior. Y él, Alexander Baskerville se había ido, dejándola a su suerte. Ella, prometió en su interior que ese idiota tendría que arrastrarse a ella, lo haría pagar.

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Capítulo 1

01

Los ojos de Valeria se abrieron de par en par. La alarma no había sonado y el reloj marcaba una hora que la hizo saltar de la cama. El corazón le dio un vuelco al darse cuenta de que se le hacía tarde para la entrevista de trabajo. No podía darse el lujo de perder esa oportunidad; había dedicado meses a sus prácticas en esa prestigiosa compañía y soñaba con ser una empleada de tiempo completo.

En cuestión de minutos, se puso el traje que había preparado la noche anterior, se peinó y se miró al espejo, asegurándose de que cada detalle fuera perfecto. Ni siquiera tuvo tiempo para desayunar. Tomó su bolso y salió de volada de su pequeño departamento, sintiendo la adrenalina en cada paso.

De camino a la empresa, una gran sonrisa iluminaba su rostro. Ese día no solo era importante en el ámbito profesional, sino también en el personal. Era su sexto aniversario de noviazgo con Ricardo, y no veía la hora de celebrarlo con él. La emoción la impulsó a escribirle un mensaje en el autobús:

"Amor, ¿sabes qué día es hoy? Espero que no lo hayas olvidado".

Resopló, impaciente, y miraba el teléfono cada dos por tres. Fue al llegar a la compañía, mientras se sentaba en la sala de espera junto a otros candidatos, cuando su pulgar se detuvo en seco al desbloquear la pantalla. No eran mensajes de Ricardo, sino de un número desconocido. Varios. Y debajo, una serie de fotografías adjuntas.

"Ricardo es tan bueno, el pobre no ha hecho más que sufrir a tu lado, mojigata".

La sonrisa de Valeria se congeló, se desvaneció por completo. Sus ojos recorrieron las imágenes una y otra vez, buscando una explicación, una razón, un error. Pero no había error. Las fotos mostraban a Ricardo, inconfundible, en brazos de otra mujer. En situaciones íntimas. El mundo que apenas unos minutos antes le había prometido un futuro brillante, se resquebrajó bajo sus pies. ¡La engañaba en su aniversario!

Valeria sintió que la bilis le subía a la garganta. No podía ser una pesadilla. Era una realidad brutal.

—No… No puede ser… —murmuró, con la voz apenas un hilo. Las manos le temblaban mientras marcaba el número de Ricardo. Se levantó de la silla y se alejó hasta una esquina solitaria y discreta. Al otro lado de la línea, no escuchó su voz, sino ruidos extraños, jadeos y gemidos que confirmaron lo que temía. El dolor frío y punzante se le extendió por la espalda.

—¿Ricardo? ¿Estás allí, Ricardo? —susurró ella, intentando controlar la ira que se ligaba con la incredulidad.

Pero nadie respondía. Se dirigió al baño y se encerró en un cubículo, aturdida.

—¡¿Por qué te quedas callado?! ¡Maldita sea! —gritó con desesperación.

De pronto, una garganta se aclaró.

—Ah… eso. —La voz de Ricardo era seca, cortante, desprovista de cualquier emoción—. Ya te diste cuenta.

Valeria sintió que el aire la abandonaba.

—¿"Ya me di cuenta"? ¿Es todo lo que tienes que decir? Eres un cretino, Ricardo.

—Quizás, pero descubrí que no eres mi tipo, Valeria. Tú… no eres suficiente para mí. Eres tan aburrida, estoy harto de esperar; tampoco eres lo suficientemente femenina, te lo buscaste. Así que hasta aquí llegamos, terminamos.

—¡Ricardo, no cuelgues! ¡Ricardo! —suplicó ella. Pero era demasiado tarde. La llamada se cortó.

Las palabras de Ricardo la golpearon como una bofetada helada. El teléfono se le resbaló de los dedos entumecidos. Encima de todo, ese cretino se atrevía a "terminarle", como si tuviera ese derecho.

Con los ojos hinchados y el rostro descompuesto, Valeria se dio cuenta de lo tarde que se había hecho. Regresó a la sala de espera acelerada, captando la atención de los entrevistadores, pero solo había desaprobación y desagrado en sus gestos.

—Señorita Neville, la tardanza es algo que no se tolera en esta compañía —le espetó uno de ellos.

—Lo siento —susurró apenas audible, con un extraño mareo que le nublaba la cabeza.

La entrevista comenzó. Los candidatos a su lado respondían con agilidad y fluidez, mientras ella, a pesar de haberse preparado, sentía que la frustración había arruinado su oportunidad.

—Señorita Neville, ¿cuál cree que es la clave para un crecimiento global? —preguntó un entrevistador.

Valeria, perdida en sus pensamientos, se quedó en blanco.

Algo que sabía de memoria había sido borrado de su mente. Todo lo que había en su cabeza eran las imágenes de su novio con esa mujer y los mensajes venenosos.

Todo eso la perseguía, la bloqueaba. No pudo evitar soltar algunas lágrimas, que aumentaron hasta convertirse en un llanto incontrolable. Se levantó de la silla, soltó un pesado «Lo siento mucho» y se retiró de la sala, dejando a todos perplejos. Se sintió una tonta por haber abandonado sus sueños, su esfuerzo. Sus meses de prácticas y noches de sudor, sangre y lágrimas se habían ido a la basura.

Cruzando la calle, como un zombi, casi la atropella un auto. El conductor le gritó que tuviera más cuidado, pero ella no dijo nada. Solo siguió avanzando, temblorosa, sintiendo que todo a su alrededor era inestable y que las lágrimas afectaban su visión.

Intentó llamar a Ricardo de nuevo, pero él no contestó.

—Idiota, ¡Eres un idiota! —soltó a la nada, furiosa.

Cansada de andar sin rumbo, cuando se hizo tarde, terminó yendo a un club.

El ensordecedor estruendo de la música taladró en sus oídos, pero extrañamente, no le molestaba.

Valeria se abrió paso entre la multitud, sus pasos erráticos, pero decididos a llegar a la barra. Una sola cosa ocupaba su mente: alcohol. Un trago, solo uno, para adormecer el dolor que le había dejado la traición de Ricardo.

Se sentó en un taburete alto, sintiendo el frío de la madera. Aún no estaba ebria, solo aturdida por la amargura. Levantó la mano y, antes de que pudiera pedir, una voz profunda y rasposa se escuchó a su lado.

—Una copa de vodka para la dama.

Se giró con el ceño fruncido, dispuesta a protestar, y se encontró con un par de ojos tan grises como una tormenta. Era el hombre más guapo que había visto en su vida. Su cabello, oscuro como la noche, caía sobre una frente perfecta, enmarcando unos pómulos y una mandíbula que parecían cincelados. El traje oscuro que llevaba no hacía más que acentuar la elegancia natural de sus movimientos.

—No tienes que pedir por mí —murmuró Valeria, sintiendo un rubor que nada tenía que ver con la bebida.

Una sonrisa enigmática torció una de sus comisuras.

—Nadie debería beber solo en una noche como esta.

El barman, sin esperar respuesta, le entregó una copa con un líquido transparente. Valeria tomó un sorbo. El vodka le quemó la garganta, pero fue un ardor bienvenido, una distracción del fuego que sentía en el pecho.

—¿Por que estás bebiendo sola?

Ella lo miró y resopló. No quería contarle sus problemas personales a un desconocido.

Valeria soltó una risa amarga.

—No creo que deba responderte.

Él asintió y pidió otra copa para él.

—Alexander —se presentó, extendiendo una mano.

Ella dudó un momento, pero el impulso de tocarlo era demasiado fuerte.

—Valeria.

Sus manos se encontraron, y el toque, aunque breve, fue eléctrico. El ardor de la piel le recorrió el brazo.

—Valeria, es un placer.

Ella apartó la mirada, sintiéndose acalorada. Tal vez era el alcohol o la mirada de ese hombre que la encendía.

Luego de un rato, perdió la cuenta de cuanto bebió. Pero el efecto de mareo le dio una idea, se había excedido

Ese hombre se inclinó, su voz era tan ronca y profunda.

—¿Quieres ir a otro lado? Quiero pasar la noche contigo, ¿qué dices?

Ella que se había mantenido firme, ahora afectada por el alcohol en su sistema, era otra. Además, de que el flujo de sus pensamientos marcados por la infidelidad, era el recordatorio de su desgracia, por ende quería olvidarse de todo y solo pasarla bien.

—Yo... ¿habla en serio?

Él sonrió, y se inclinó a su oído.

—No te arrepentirás, Valeria.

Ella asintió lentamente y tomó su mano, antes de dejarse guiar al exterior, para Alexander solo resultaría ser una noche que no consideraría recordar, para ella ahora un sueño, pero probablemente luego un momento del que se arrepentiría.

Afuera el viento era frío, su ropa no la protegía lo suficiente. Alexander le puso su chaqueta sobre los hombros y la guió hasta un auto lujoso. También le hizo señas a sus hombres, quienes lo siguieron detrás, en otro auto negro.

Valeria lo miró durante la conducción y admiró su cara perfecta. Ni siquiera se dio cuenta cuando estuvieron en el estacionamiento subterráneo, solo hasta que él le avisó qué llegaron.

—Bajemos del auto.

Sin embargo, ella lo detuvo de salir del auto, de pronto tirando de su ropa y besándolo. Él atrapó su nuca e intensificó aquel beso que robaba todo de sí. El descontrol apoderandose de los dos, esa febril emoción enloqueciendo, hasta que con fiereza Alexander la tomó por los hombros y la apartó de él.

—Subamos a la habitación, te daré un regalo —emitió con esa sonrisa llena de deseo, marcada por el peligro ajeno a la atontada Valeria.

"¿Un regalo?".

Intrigada por saber a qué se refería, asintió como un robot bajó del auto al igual que él y lo siguió.

Alexander volvió a sonreír, se avecinaba una noche divertida, tal vez inolvidable.

Y, para ella algo inimaginable.

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¡Bienvenidos! Una nueva aventura, acaba de empezar:) Actualizaciones todos los días. Los quiero. ...︎
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