Tras el brutal engaño de su novio y una humillante entrevista de trabajo, Valeria Neville busca consuelo en el alcohol, terminando en los brazos de un hombre adinerado, el heredo y futuro presidente del grupo empresarial Baskerville: Alexander Baskerville. El resultado del desenfreno llegó un día, enterándose de un embarazo múltiple. Cuatro vidas en su interior. Y él, Alexander Baskerville se había ido, dejándola a su suerte. Ella, prometió en su interior que ese idiota tendría que arrastrarse a ella, lo haría pagar.
Leer másEl intercomunicador cobró vida con la voz de Alexander, otra vez. —Que nadie me moleste, estoy ocupado —ordenó con un tono que no admitía réplica.Valeria puso los ojos en blanco. "Claro, ocupado", pensó con ironía. Sabía que no se refería precisamente a asuntos de negocios. Estaba con su prometida, la misma que acababa de chocar con ella en el pasillo. El mareo se intensificó, un vértigo que le hizo tambalearse. Por segunda vez fue al baño y se aferró a la pared, sintiendo la bilis en la garganta, se dirigió de nuevo al baño. Cerró la puerta de golpe, apoyándose en el lavabo antes de arrodillarse frente al inodoro. Las arcadas no tardaron en llegar, y el esfuerzo la dejó sin aliento, con un temblor que le recorría todo el cuerpo.Al terminar, se lavó la boca, se echó agua fría en la cara y se miró en el espejo. Su reflejo era el de una desconocida: pálida, con ojeras profundas y los ojos inyectados en sangre. Se sentía agotada y débil, como si cada fibra de su ser estuviera a p
Alexander se lo tomó con calma. Una boda arreglada, otro trámite más. Total, su padre le había prometido la presidencia del conglomerado en cuanto se casara. Era un trato estratégico. Ganar-ganar. Pero mientras colgaba la llamada, su mirada volvió a posarse en el pasillo vacío donde Valeria había desaparecido. Esa mujer… el sinónimo de debilidad, de desesperación. Y, extrañamente, un imán para él. *** Las lágrimas corrían por las mejillas de Valeria, empapando la almohada. La humillación de los últimos días se le atragantaba en la garganta. ¿Chica de los recados? ¿Ella, una ladrona? La rabia le quemaba el pecho, pero en medio de la tormenta de emociones, se secó los ojos con el dorso de la mano y se prometió: limpiaría su nombre. No dejaría que ese hombre la pisoteara. Ella se presentó una vez más en el imponente edificio del Grupo Baskerville. Alexander, con su mirada gélida y su impecable traje, parecía disfrutar de su sufrimiento. Sus órdenes eran bruscas, sus tareas, hu
La acusación de Alexander delante de todos, la llenó de vergüenza, se tiñó su cara de un rojo furioso. ¿Ladrona? ¿Delante de todos esos desconocidos? El oprobio era insoportable. Sin mirar a nadie, solo con el impulso de escapar, se dio la vuelta y se dirigió a la salida, el corazón desbocado y el pánico secándole la garganta. —¡Valeria! —la voz fuerte de Alexander la detuvo antes de que pudiera llegar a la puerta. Ella siguió andando, sus piernas temblorosas apenas obedeciéndole, desesperada por huir. Justo cuando estaba a punto de salir, una mano férrea se cerró alrededor de su antebrazo. Alexander la detuvo con fuerza, su agarre firme. El contacto le provocó un ardor que se extendió rápidamente por su piel. Estaban en el pasillo, fuera del alcance de los oídos curiosos y miradas indiscretas. Valeria se giró bruscamente, arrancando su brazo de su agarre,. —¿Qué es lo que quiere de mí? —espetó, la voz temblaba a pesar de su esfuerzo por controlarla—. ¡Yo no soy ninguna la
Valeria observaba el reloj, esa pieza valiosa, por un momento quiso venderlo. ¿Cuánto dinero podría obtener por algo así? Lo suficiente para pagar las cuentas, para respirar por un mes, quizás más. La idea, tan dulce como peligrosa, se le cruzó por la mente, un destello oscuro en su momento de debilidad. Pero su honestidad, arraigada incluso en los rincones más profundos de su desesperación, se rebeló. Sería un robo, un acto que iría en contra de todo lo que ella era. —No —murmuró, sacudiendo la cabeza como si quisiera espantar al diablo. Con un suspiro, guardó el reloj en un lugar que creyó seguro, lejos de miradas indiscretas, aunque vivía sola. Al final tomó una bolsa que solía usar para salir, la misma que siempre llevaba consigo, y deslizó el reloj en su interior, ocultándolo entre otros objetos personales. Allí estaría a salvo, invisible para cualquiera. Valeria intentó retomar su rutina, pero el sabor amargo de la humillación la perseguía. Sin embargo, la vida no esp
En aquella habitación lo primero que Alexander le dio fue aquel documento y ella toda embotada por el alcohol y también medio inconsciente de su realidad terminó tomándole entre sus manos. —Es un acuerdo de exención de responsabilidad. —Su voz se volvió más grave, más seria, casi un ultimátum—. Tú decides si continuar o no. Cualquier cosa que pase, cualquier consecuencia… no seré responsable. Ella frunció el ceño, intentando descifrar las palabras, pero la idea de que ese hombre irreal le ofrecía una noche, una salida de su infierno personal, la atrajo con una fuerza magnética. Con la cabeza fría, jamás habría aceptado. Pero en ese momento, con el corazón roto y la mente nublada, solo sus ojos corrieron sobre las líneas sin prestar atención en absoluto sobre lo que allí decía. "Un acuerdo de exención de responsabilidad". Firmó por esa noche de olvido, donde no habría espacio para responsabilizarse por las consecuencias. ¿Qué más daba? Su vida se había desmoronado en cuestió
Los ojos de Valeria se abrieron de par en par. La alarma no había sonado y el reloj marcaba una hora que la hizo saltar de la cama. El corazón le dio un vuelco al darse cuenta de que se le hacía tarde para la entrevista de trabajo. No podía darse el lujo de perder esa oportunidad; había dedicado meses a sus prácticas en esa prestigiosa compañía y soñaba con ser una empleada de tiempo completo.En cuestión de minutos, se puso el traje que había preparado la noche anterior, se peinó y se miró al espejo, asegurándose de que cada detalle fuera perfecto. Ni siquiera tuvo tiempo para desayunar. Tomó su bolso y salió de volada de su pequeño departamento, sintiendo la adrenalina en cada paso.De camino a la empresa, una gran sonrisa iluminaba su rostro. Ese día no solo era importante en el ámbito profesional, sino también en el personal. Era su sexto aniversario de noviazgo con Ricardo, y no veía la hora de celebrarlo con él. La emoción la impulsó a escribirle un mensaje en el autobús: "Amo
Último capítulo